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Mundial 2014
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El rey del rock and roll

En su programa televisivo ‘De Zurda’, lo único que le faltaba, Maradona es un maestro en el arte de poner el dedo en la llaga

Maradona, durante el Argentina-Irán.
Maradona, durante el Argentina-Irán.Ballesteros (EFE)

Conocemos toda la vida de Diego Armando Maradona. Le hemos admirado goles imposibles y trampas increíbles. Lo hemos visto entrar y salir de la desintoxicación de drogas. Lo hemos seguido como máxima estrella y también como entrenador de la selección de fútbol argentina. Hemos contemplado su tatuaje de Fidel Castro, y a Castro en persona admirando el tatuaje. Hemos escuchado canciones de rock y de cumbia villera dedicadas a él. Maradona ha sido estrella del horario de televisión nocturno y protagonizado un documental de Emir Kusturica.

Y ahora tiene lo único que le faltaba: un programa de análisis deportivo en la televisión.

El programa se llama De Zurda, y Maradona lo comparte con el uruguayo Víctor Hugo Morales, precisamente el periodista que narró su histórico gol contra Inglaterra y bautizó al 10 como barrilete cósmico. Pero si usted está pensando en un programa normal de conversación, olvídelo.

En la primera entrega, Maradona apareció vestido con traje de raya diplomática, tres aretes en las orejas y un reloj en cada muñeca. Y lo primero que hizo fue presumir de todas sus ilegalidades deportivas: el gol con la mano en el mundial del 86 y otro gol que salvó con la mano y que el árbitro tampoco vio. Al menos esta vez no se ufanó de haber drogado al equipo brasileño dándole agua con tranquilizantes para que perdiese en el tiempo suplementario. Pero en todo caso, dejó claro que este programa no sería políticamente correcto.

Maradona no es un periodista: es un protagonista. Es el único cronista deportivo con quien todos quieren hablar

Las sucesivas entregas del programa han mantenido el tono, salvo por el traje, remplazado por camisas estampadas con cruces y camisetas con arabescos dorados. Maradona reparte bofetadas y sentencias con la autoridad de un sacerdote y la eficacia mediática de una estrella. Al equipo de su país, que él mismo había entrenado en el Mundial anterior, le dijo:

—A Argentina la veo sin aire, hasta a veces desganada. Me parece que no encuentra la posición en la cancha.

Cuando España perdió con Holanda, Maradona lanzó:

—Mi amigo Mourinho dijo que Casillas ya no era el arquero. Y bien caro le costó. Se tuvo que ir del Madrid. Hoy le doy la razón a mi amigo Mourinho.

Maradona no es un periodista: es un protagonista. Es el único cronista deportivo con quien todos quieren hablar. Radamel Falcao no ha jugado el Mundial, pero ha ido al programa de Maradona. Julieta Venegas canta en la sintonía de apertura. El presidente de Ecuador, Rafael Correa, ha asistido como invitado. Incluso el uruguayo Luis Suárez entró por teléfono desde su concentración, o el entrenador de Chile después de ganarle a España, cuando cualquier periodista habría matado por una declaración exclusiva. A ellos, Maradona no los entrevista: los anima. Les dice lo que han hecho bien y mal, y ellos son felices de escucharlo.

También tiene palabras para sus enemigos. Cuando Argentina anotó en el último minuto contra Irán, Maradona acababa de abandonar su asiento en el estadio. Julio Grondona, vicepresidente de la FIFA, sugirió que el ex jugador le daba mala suerte al equipo. La respuesta del astro no tuvo pelos en la lengua:

Lo que dice Maradona sobre el deporte y la política puede gustarte o no. Pero no puedes dejar de verlo

—Pobre estúpido. Esto es mérito de Messi, no es porque yo me haya ido. Pero quiero decirle a Grondona que lo que tengo puesto, me lo gané trabajando. Y lo que tiene puesto él, se lo compró con la FIFA.

Precisamente la FIFA, a la que Maradona considera una transnacional, es el blanco preferido de sus dardos. Ha denunciado que Joseph Blatter se embolsa 4.000 millones de dólares “sin hacer nada. Ni siquiera sabe patear un córner, ya no te digo un penal”. Ha acusado a la federación de programar el partido Japón-Costa de Marfil a una hora en que los japoneses pudiesen verlo y los africanos no, porque pagan menos. Y se ha escandalizado por que la FIFA haya cobrado la transmisión del mundial a Haití, un país en ruinas.

Y es que, en el fondo, De Zurda es un programa político, incluso en el título. Su coprotagonista, Víctor Hugo Morales, es cercano al Gobierno argentino y afirma haber sido acosado por la dictadura uruguaya. En su compañía, Maradona cuenta anécdotas de la Revolución Cubana que le ha narrado Fidel Castro, se declara seguidor de Cristina Kirchner desde el primer momento, defiende a Dilma Rousseff, y aplaude la lucha contra la pobreza en la Bolivia de Evo. El programa se emite por Telesur, la cadena pública venezolana, y está patrocinado por la empresa estatal Petróleos de Venezuela.

Lo que dice Maradona sobre el deporte y la política puede gustarte o no gustarte. Pero no puedes dejar de verlo. En un mundo en que la política es espectáculo y el fútbol es dinero, Maradona es un maestro en el arte de poner el dedo en la llaga, dentro y fuera de la cancha. Podemos llamarlo ególatra, prepotente, tramposo o panfletario, pero al fin y al cabo, desde Elvis Presley, esas han sido siempre las cualidades de los reyes del rock and roll.

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