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Chile sigue de fiesta

El triunfo de 2-0 ante España se vive con pasión entre la hinchada incondicional

Rocío Montes
Santiago de Chile -
Un aficionado celebrando el truinfo de la Roja en Santiago de Chile
Un aficionado celebrando el truinfo de la Roja en Santiago de ChileMARIO RUIZ (EFE)

Veinticuatro horas después del triunfo de Chile ante España, que dejó al campeón del mundo fuera de Brasil 2014, los chilenos permanecen en estado de éxtasis y este jueves el 2-0 sigue siendo un asunto obligado en los periódicos, programas de televisión y radio, noticieros y en todas –todas- las conversaciones. Porque la victoria, en términos futbolísticos, fue inédita. Pero en términos emocionales, el partido que jugó Chile en el Maracaná parece demostrar que no es simple palabrería el Vamos que se puede, una especie de consigna que lo chilenos creen y practican.

La canción nacional entonada por los jugadores en Brasil fue el primer indicio de que los once iban a dejarlo todo en la cancha. A diferencia de otros países, en Chile el himno se enseña en las escuelas, todos conocen su letra y es respetado por la inmensa mayoría, independientemente de las preferencias políticas. Y mientras la música se escuchaba en el Maracaná y el himno era entonado también en colegios, universidades y oficinas, las calles estaban totalmente vacías. La gente se las rebuscó para terminar antes sus labores –el encuentro se produjo a las 15.00 hora local- o simplemente se enclaustró en sus lugares de trabajo para ver el partido con los compañeros.

Los colegios y universidades suspendieron las clases por el partido ante España. Las construcciones de edificios se paralizaron. En los centros comerciales y supermercados –abiertos pese a un público inexistente- los vendedores se las arreglaron para seguir el encuentro en los televisores en venta. Y hasta los cines cambiaron su programación habitual y proyectaron el partido. Los restaurantes ofrecieron platos especiales, los camareros vistieron uniformes con los colores de la bandera –rojo, azul y blanco- y la pasión futbolera contagió hasta a la población que no tiene especial cercanía con este deporte. Y hasta a los extranjeros: en el restaurante Tanta de Las Condes –del reconocido Gastón Acurio- los peruanos apoyaban a Chile y gritaron cada gol como propio.

Los dos goles que hicieron avanzar a los chilenos a los octavos de final –por primera vez sin sufrir demasiado- hicieron rebrotar el espíritu patriótico de este país, acostumbrado a unirse frente a las tragedias y al fútbol. En abril pasado lo demostró con el terremoto que azotó el norte y en el incendio gigantesco de la ciudad portuaria de Valparaíso, a 120 kilómetros de Santiago: la población se movilizó en masa a ayudar. Este miércoles la excusa fue el fútbol: el 2-0 ante España abrió un paréntesis de calma en la tensa discusión política sobre asuntos complejos, como la reforma tributaria y la de educación propuesta por el oficialismo. Es el milagro del fútbol.

La propia presidenta Michelle Bachelet, vestida de rojo y con una bufanda de la Selección, apareció en uno de los balcones de La Moneda para celebrar el triunfo. Por la mañana, la mandataria había hecho un balance de las 50 medidas prometidas para los 100 primeros días, de las que quedaron cuatro sin cumplir, en un día en que la gente estaba más bien centrada en el Maracaná y no en la contingencia local. La socialista se lo tomó con humor: “(La victoria) era la medida 57”, dijo después del partido la mandataria, que lo vio en el Palacio de Gobierno con parte de su gabinete. El buen humor también llegó al Congreso. Los diputados comunistas, entre ellos la ex dirigente estudiantil Camila Vallejo, desplegaron carteles en el hemiciclo con la siguiente leyenda: “Bancada roja hay una sola…¡Vamos Chile”, en referencia a la izquierda y a la disputa sobre el nombre de la Roja que también utiliza España.

Miles de personas salieron por la noche del miércoles a las calles de todas las ciudades de Chile a celebrar. Desde Arica, en el norte, hasta la Antártica, en el sur, donde los 21 integrantes del Ejército que residen en la base O’Higgins festejaron los dos goles contra España, pese a los -14 grados. La Marea Roja, como se le conoce a la hinchada chilena, se expandió por todo el territorio. Y la alegría, en algunos casos aislados, se transformó en vandalismo: 527 autobuses quedaron dañados en Santiago y hubo 41 chóferes heridos. No fue impedimento para que hasta la madrugada los coches hicieran sonar sus bocinas para festejar.

Este jueves la resaca de optimismo se sigue viviendo en todos los rincones. El periódico El Mercurio tituló: “Chile elimina al campeón mundial y avanza los octavos de final en Brasil”. El diario La Tercera optó por “Chile le gana al campeón del mundo”. El popular Las Últimas Noticias prefirió la primera frase del himno: “Puro Chile”. Y La Cuarta puso el foco en la expulsión de España en primera fase: “¿Campeones del mundo? ¡Sí, oh!”. En diferentes kioscos de Santiago no quedaban periódicos de papel antes del mediodía. Y el vespertino La Segunda informaba en primera los planes de las agencias de turismo y las líneas aéreas para la segunda oleada de chilenos a Brasil.

Los chilenos siguen contentos y hasta el empresariado, que no ha estado muy optimista en las últimas semanas, ha hecho saber la alegría: “Estos triunfos son buenos para la economía”, ha dicho el presidente de la Sociedad de Fomento Fabril (Sofofa), Hermann Von Mühlenbrock. Y el ánimo no es antojadizo ni casual: Chile ha cambiado mucho desde el último Mundial de Sudáfrica 2010. En 2011 las protestas callejeras demostraron a la población que tenía la fuerza para promover los cambios necesarios y, como finalmente sucedió, movilizar a la clase política por tantos años adormecida.

El hecho de que la victoria futbolística provenga de una generación nueva de futbolistas, que tienen ímpetu y sentido del colectivo, casi todos nacidos en barriadas pobres y destinados a reproducir la pobreza, no es más que un símbolo de una nueva etapa. Y por eso –y por lo que viene el lunes ante Holanda- Chile sigue de fiesta.

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Sobre la firma

Rocío Montes
Es jefa de información de EL PAÍS en Chile. Empezó a trabajar en 2011 como corresponsal en Santiago. Especializada en información política, es coautora del libro 'La historia oculta de la década socialista', sobre los gobiernos de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. La Academia Chilena de la Lengua la ha premiado por su buen uso del castellano.

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