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Un Mundial con buena onda

Jorge Valdano
Benzema celebra uno de sus goles a Honduras con Valbuena.
Benzema celebra uno de sus goles a Honduras con Valbuena. JUAN BARRETO (AFP)

La tendencia es hacia un juego atrevido y de buena técnica colectiva, eso se traduce en un buen número de goles y en partidos interesantes. El calor, que anunciaba juegos tediosos, no ha condicionado la calidad de partidos tan esperados como el Holanda-España, el Italia-Inglaterra o el Alemania-Portugal, todos atractivos a su manera.

Salvo Cristiano, las figuras a las que se esperaba ya se subieron al escenario del Mundial. A Neymar, Van Persie, Benzema y Müller no les alcanzó con un gol y en cuanto a Messi, fue una leyenda dentro de otra leyenda, la del Maracaná, y su gol fue digno de ese encuentro mitológico.

Es por lo menos curioso que la sorprendente goleada de Holanda a la campeona del mundo se haya incubado a partir de una cautela táctica que no parecía digna de una selección siempre atrevida. A España empezaron tratándola de usted, después pasaron al tú y en el segundo tiempo le faltaron al respeto. El primer tratamiento fue premeditado porque se decidió en la preparación del partido, a la falta de respeto se llegó de un modo espontáneo porque hay ocasiones en las que el fútbol decide vuelcos anímicos, físicos y futbolísticos inesperados con consecuencias terribles. Puedo entender que un cambio tan espectacular modifique un partido, incluso que ponga en peligro el futuro deportivo de un equipo en la competición. Pero es incomprensible que un hecho de esas características modifique el pasado, la visión histórica de un equipo de esta dimensión. No me extraña. Este Mundial, supongo que por influencia de las corrientes de opinión que saltan de las redes sociales y por el carácter emocional del fútbol, tiene vicios fatales para el análisis. Consagra la autoridad del presente hasta el punto de que un jugador vale tanto como la última jugada que realiza; acorta las miras hasta convertir el siguiente partido, sea el que sea, en una final; entroniza al individuo muy por encima del equipo; convierte a los aficionados en protagonistas que gritan con la alegría de un gol cuando descubren su imagen en el marcador simultáneo del estadio… El foco le ganó la batalla a la perspectiva y ya que el análisis dejó de existir, también desaparecieron las conclusiones, de modo que no diré si me parece bien o mal.

A Neymar, Van Persie, Muller y Benzema no les alcanzó con un gol y Messi fue una leyenda en Maracaná

Italia e Inglaterra jugaron un partido limpio, técnicamente pulcro y que se jugó al ritmo que quiso el calor y Pirlo. Inglaterra no protagonizó un concurso de pelotazos ni Italia levantó su barricada. Jugaron. Y en muchos pasajes muy bien. Pirlo, que en un ejercicio de coherencia termina su carrera con cara de sabio, mueve a Italia como un director de orquesta. Pero cada vez que toca la pelota lo que suena está más cerca de un vals que de una tarantella. Claro que en la última media hora apareció el instinto conservador, pero se le agradece a Prandelli su esfuerzo por refrescar a esta Italia. Inglaterra tiene a jóvenes que se atreven a encarar con la gracia de una serpentina y la convicción de un martillo, pero por alguna razón su fútbol viaja mal y siempre tiene razones para perder.

Portugal y Alemania enfrentaba al individuo contra el equipo. Ganó el equipo porque, por razones desconocidas para mí, el individuo tuvo una actuación muy pálida y Portugal no hizo nada por rescatarlo. La sensación es que un Mundial es una de las pocas cosas que está a la altura de la ambición de Cristiano y por eso sorprende la falta de su habitual exuberancia futbolística. Alemania tampoco le ayudó. Un buen Lahm, un participativo Kroll y un inspirado Özil se adueñaron del juego y Müller, al que los mundiales parecen sentarle bien, apareció como falso delantero para marcar tres goles muy reales. Alemania no cambia, agrega. Mostró la insistencia y fiabilidad de siempre, pero movió la pelota como nunca. Imposible no verlos como candidatos.

Se le agradece a Prandelli su esfuerzo por refrescar a Italia. Inglaterra tiene a jóvenes atrevidos, pero su fútbol viaja mal y siempre tiene razones para perder

Un discreto Brasil le ganó a los nervios de la presentación, al gol en contra de Marcelo y a la frialdad de la gente de São Paulo para ganar con ese rey del pop futbolístico que es Neymar, talentoso, atrevido y sustancial cuando los partidos se hacen agrios. Oscar le ayudó a agitar el partido de presentación. Pero creo que los dos son demasiado jóvenes para liderar a un aspirante a campeón.

También Francia entró pisando fuerte con un Valbuena inspirado, un Griezmann dinámico y un Benzema que decidió desafiar a los que ven como un defecto su falta de egoísmo, rematando todo lo que le llegó con la potencia o la clase que le pedía la jugada. Que tengan cuidado los críticos de Benzema porque los gatos no son animales confiables.

Argentina fue dos equipos en uno: el del primer tiempo, espeso y de tracción trasera con cinco defensas y poca movilidad; y el del segundo, con Gago en la distribución e Higuaín atacando los espacios, donde el equipo pareció más entonado y Messi más cómodo. En una ocasión Menotti reunió a los jugadores de la selección argentina para hacerles una pregunta: “¿Ustedes cuántas pelotas creen que hay que darle a Maradona en un partido?” No tuvo paciencia para esperar la respuesta y contestó él mismo: “Todas”. Eso es lo que entendió Gago con respecto a Messi. Se las da todas en la confianza de que le saldrá una. Frente a Bosnia funcionó.

Termina la primera ronda y estas primeras impresiones provisionales. Porque la aventura de un Mundial es muy larga y abrupta como para creer que todo será como parece. Nos quedan sorpresas, fatalidades, genialidades, paradojas y todas esas cosas con las que el fútbol se entretiene mientras los frágiles seres humanos nos ilusionamos y sufrimos.

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