El balón, una pesadilla de 130 euros
Brazuca, como se llama la pelota del Mundial, es de látex y poliuretano "Sigue siendo un balón de playa", dicen los jugadores
El fútbol llegó a Brasil en la maleta de Charles Miller, en 1894, un estudiante brasileño hijo de un trabajador escocés que vivía en São Paulo diseñando la línea de ferrocarril, que marchó a la tierra de su padre a estudiar ingeniaría y regresó con dos balones. 124 años después, el fútbol en Brasil es una religión y aquel esférico de cuero cosido que, como cada año que llega el Mundial, desespera a los porteros. Ahora es de látex y poliuretano y ya no lo crean zapateros, sino que pasa miles de controles y se fabrica en zonas industriales de Asia. Es de colorines, curvas entrelazadas azules blancas y verdes, como la famosa pulsera del señor de Bomfin, que cuando se deshilacha, dicen, cumple el deseo del que la lleva. Pero la verdad es sigue siendo una pesadilla, en especial para los porteros.
“Al final la pelota es redonda”, zanjó Albiol. En la selección nadie habla abiertamente del tema (no vayan a enfadarse en Adidas), pero en los pasillos, al hablar de Brazuca, que así se llama, hay mal rollo. “Se volverá a señalar a los porteros, porque hace extraños. Ha mejorado, no es la mierda aquella del Jabulani, pero sigue siendo un balón de playa”, sostienen los jugadores. A pesar de que cuesta 130 euros. Y la réplica, 29.
Aunque resulte más fácil en el pase, los porteros vaticinan que se producirán muchos rechaces, así que aconsejan a sus compañeros pegarle de lejos y acudir prestos al rebote. “Haremos lo que buenamente podamos. Parece que los inventan para que no podamos cogerlos”, reconocía uno de los porteros. “Pero ya estamos acostumbrados”, convino. Tan redondo como, otra vez, imprevisible.
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