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Dos colombianos contra los Dolomitas

Rigo Urán deberá defender la maglia rosa de los ataques que anuncia Nairo Quintana en la dura montaña que queda

Carlos Arribas
Rigoberto Uran seguido de Cadel Evans y de Nairo Quintana.
Rigoberto Uran seguido de Cadel Evans y de Nairo Quintana. Fabio Ferrari (AP)

Quien crea que pedalear en bicicleta sintiendo el viento en la cara es sinónimo de libertad debería oírle a Luca Scinto, el volcánico director del Neri Sottoli, el equipo más modesto, quien, enfadado porque ninguno de sus corredores logró entrar en la fuga hacia Montecampione el domingo, les castigó a todos con varias horas de estancia al frente del pelotón, tirando de todos los demás, que, a rueda, silbaban de contento. “No les viene mal que les dé un poco el viento en la cara, y así aprendan mejor su oficio”, dijo Scinto, el castigador, quien, para completar la jornada, por la noche los montó en el autocar a todos y se los llevó de excursión para pasar el día de descanso, ayer, lunes, al Passo del Tonale, donde, a 1.886 metros de altura, ya hacía frío a la hora que llegaron oscura, luna en cuarto menguante, y la sombra ominosa de los picos de alrededor, que al amanecer descubrieron blancos.

Poco después, cuando les tocaba, a ellos, y a más de medio Giro, que también durmió en el Tonale, salir a entrenarse para que las piernas no se perdieran un día de pedaleo, las nubes bajas ocultaban ya la vista espectacular, y con ellas también la lluvia, y el miedo en los corazones de los corredores, a quienes les espera hoy el día más corto en kilómetros (solo 139), pero también el más duro: Gavia (cima a 2.618 metros, un pasillo angosto flanqueado por muros de hielo de 12 metros de altura), Stelvio (cima Coppi, el más alto, 2.758) y Val Martello, la meta, 2.059 metros. Entre los tres gigantes, 67 kilómetros de ascensión para superar un desnivel de 4.300 metros (casi 70 metros por kilómetro de media, es decir, casi un 7%). Para entrenarse, los Omega del líder, Rigo Urán, se montaron en los coches y bajaron del Tonale a las llanuras de Ponte di Legno, donde llovía menos; los Movistar de Nairo Quintana, el principal desafiante pese a la distancia entre ambos (2m 40s, logrados por Urán entre la contrarreloj por equipos y la individual de Barolo, donde Quintana, febril, perdió más de lo que esperaba), pues entre colombianos deberían jugarse el Giro, instalaron los rodillos en el garaje de su hotel y sudaron sobre bici estática. Todos tuvieron tiempo de hablar de lo que podría pasar al día siguiente si empezaba a nevar, como anuncian los meteorólogos, y helaba por la noche.

El líder muestra una aparente indiferencia por la posible suspensión de etapa

Y mientras Rigo, el líder que defiende maglia rosa, mostraba una aparente indiferencia hacia la posibilidad de una suspensión de los gigantes dolomíticos, tan pálidos –“las diferencias en Val Martello, que sí se subirá seguro, serán las mismas se hagan antes Gavia y Stelvio o no”, dice Urán, que el año pasado, cuando él estaba en la situación de Quintana, vio cómo la suspensión de la misma etapa por las mismas circunstancias favoreció al líder defensor, Vincenzo Nibali--, Quintana cree que las diferencias serán más grandes –“a mi favor o a favor de otros”, precisa—si se suben Gavia y Stelvio, como finalmente decidió la organización a la espera de como amanezca el día hoy, martes. “No es lo mismo llegar al pie del Val Martello cansado o no, con todo el equipo o sin equipo, o llegar en pelotón de 80, todos metiendo codos para coger buena posición que en grupo ya seleccionado”, dice el colombiano de Tunja. “Yo quiero que se suba todo. Yo necesito que haya las mayores diferencias posibles”.

“Somos de regiones distintas y cada uno tenemos nuestra ‘fanaticada”, dice Nairo

La situación tiene algo de paradójico: educado en España en la escuela de Indurain por José Miguel Echávarri y Eusebio Unzue, Urán se encuentra como el gran navarro: en la necesidad de defender en montaña ante un escalador puro la ventaja conseguida en las contrarreloj. Y Quintana, guiado por el mismo Unzue, se ve en la obligación de atacar como escalador puro (y estar atento a los movimientos de otros pretendientes igualados: Aru, Majka, Pozzovivo, Rolland…). Y no solo en esto, en lo impuesto por las consideraciones tácticas se diferencian los dos colombianos que se jugarán el Giro en los Dolomitas. “Somos los dos colombianos, sí”, dice Quintana, “pero de regiones diferentes. Y toda Colombia quiere que gane el Giro un colombiano, pero cada uno tenemos nuestra fanaticada”. Así, Urán, paisano de Urrao (Antioquia), desconfía de la seriedad de las enfermedades que Quintana, afirma han mermado su rendimiento durante el Giro: caída, fiebre durante las etapas, infección de garganta, infección del oído derecho, acúfenos… “Yo cuando estoy mal, estoy mal, y no puedo ni andar”, dice Urán. “En cambio, Nairo dice que está mal y cuando ataca saca siempre ventaja. Se sabe mover muy bien, es muy listo…” “La diferencia entre los paisas y nosotros, los de Boyacá”, dice Quintana, “es que ellos le prestan mayor importancia instantánea a cualquier suceso, mientras que para nosotros, todo es más pasajero, más relativo…”

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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