Guía urgente de Lisboa para el hincha madrileño
Lista de los lugares de interés de una ciudad turística y hermosa
Si usted viene a Lisboa este fin de semana y no ha estado nunca, sepa que llega a uno de los esquinazos más hermosos de Europa donde, entre otras cosas, podrá comer bien, pasear, divertirse por la noche, comprar antigüedades baratas, llorar de pena en una tasca, contemplar atardeceres apabullantes, entenderse con la gente y, además, ver un partido de fútbol de resultado incierto.
Si le gustan los desayunos fuertes y no anda peleado con las calorías, pida en cualquier cafetería para desayunar una torrada. El café, en toda Lisboa, es simplemente un lujo: aromático, concentrado, exquisito y barato. Tómelo solo. Se dice bica. Los entendidos aseguran que solo en Italia se encuentra un café comparable. Para comer hay restaurantes elegantes, como el Tágide (Largo da Académia Nacional de Belas Artes 18); famosos, como el Bica do Sapato, regentado por John Malkovich (avenida Infante Dom Henrique); suculentos, como el Farta Brutos, favorito de José Saramago (Travessa da Espera, 20) o gastronómicos, como A tasca da Esquina (Rua Domingos Sequeira). Pero casi en cada callecita de la ciudad encontrará casas de comidas amables y a buen precio y en casi todas sabrán hacer muy bien el bacalao y las sardinas. Un menú normal en estos bares viene a costar entre ocho y diez euros.
Usted es amigo de caminar. Bien. Ha llegado a la ciudad ideal por su belleza y sus miradores. Aunque ojo con las cuestas: hay calles empinadas con mala leche capaces de lesionar a alguien con los gemelos de Cristiano Ronaldo. Piérdase por el laberinto ascendente de calles del barrio de la Alfama en dirección al Castillo de San Jorge. O por el laberinto ascendente del barrio de Graça. O por el laberinto ascendente de las calles que suben hacia el barrio de Lapa. También puede bajar, pero estamos hablando de deportes de riesgo, ¿no?
Por cierto: cerca de Lapa, se encuentra el Parque de Estrela: pequeño, coqueto, decadente, precioso. Ideal para tomarse una cerveza al sol viendo los patos pelearse al lado de árboles extraños, centenarios y enormes. Un poco más arriba, fuera ya de la órbita turística, está la Praça das Amoreiras, cuadrada, silenciosa y apartada. El lugar idóneo para desayunar (la torrada) el domingo por la mañana, ya silencioso, triste y algo rencoroso, si su equipo ha perdido. También sirve si su equipo ha ganado y quiere disfrutar golosamente en silencio del dulce sabor de la victoria sobre el hermano. Cerca se asienta el Jardín Botánico, al lado del Largo do Rato, y es un extraño parque ausente y poco visitado, enclavado en una montaña parecida a un precipicio. Para quien odia las cuestas, existe otra ruta: desde la hermosa plaza del Terreiro do Paço, abierta al estuario del Tajo, en dirección a la Torre de Belem, siempre a la orilla del río. Verá casas abandonadas, ambiente portuario, restaurantes modernos, corredores mañaneros, el rojo puente del 25 de Abril y la parte de Lisboa en la que se parece mucho a San Francisco.
Y si odia caminar, pues vaya en tranvía: el número 28 hilvana casi por todos los sitios mencionados y otros muchos de interés. Cuesta casi tres euros del ala, pero disfrutará de la sensación de circular en una reliquia. Nadie sabe quién fotografía más: si los turistas que se suben a él y acribillan las calles a su paso o los turistas que van andando y acribillan al tranvía cuando lo ven traquetear al lado.
Para ir de compras elija la Baixa y la cuadrícula de calles que la componen si busca recuerdos de visitante. La Avenida da Libertade es ideal si prefiere la moda y el lujo (dicen que los millonarios angoleños se llevan de aquí rolex de oro a docenas). La rua São Bento sirve si le gustan las antigüedades y la Feria de Ladra (los sábados por la mañana) si le atraen los mercados callejeros en los que uno encuentra lo que no quiso nunca. En los alrededores de la Praça do Principe Real se concentran las tiendas más chic y modernas de la ciudad. También hay centros comerciales: el de Colombo, en la estación de metro Colégio Militar/Luz es uno de los más grandes de Europa.
El Bairro Alto, el Bairro, a secas, según dicen los lisboetas, es el lugar apropiado para salir de noche si uno no quiere complicarse mucho la vida. Sus viejas calles están repletas de bares, tascas, baretos y locales. Mucha animación callejera. Cerca se encuentra la Rua da Bica, una calle peatonal con un desnivel de pesadilla. Conviene pensárselo dos veces si uno va en sentido descendente y luego, de madrugada, y con el gin-tonic en el resuello, tiene que subir de regreso. Si le gustan los ambientes más apartados e inusuales, pruebe en el extraño y alucinante centro cultural (okupa) de la fábrica do Braço de Prata (Rua Fábrica de Material de Guerra, 1), en la otra esquina de la ciudad. Ahí tendrá que ir en taxi. Los taxis son baratos y los taxistas, por lo general, amables y honestos, aunque algunos tienen tendencia a tomar las curvas a la velocidad de Fernando Alonso cuando Fernando Alonso ganaba.
Esta es una lista, particular, arbitraria e imperfecta. Hay otras muchas. Lisboa se encargará de elaborar la de usted a poco que le deje.
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