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El diablo con faldas y guantes de boxeador

Tercera victoria al esprint del francés Bouhanni, el velocista del momento

Carlos Arribas
Bouhanni celebra su victoria.
Bouhanni celebra su victoria. Gian Mattia D'Alberto (AP)

El vinagre aguanta más que el vino (cosas así se aprenden en las tierras de la llanura de Módena y Parma, en las que el tiempo, su paso, tiene un motivo y no se mide en segundos, ni siquiera en la fábrica de Ferrari, sino en generaciones) porque la acidez, precisamente, mantiene el producto sano. El vinagre de Módena se pasa 35 años envejeciendo en un barril antes de ser embotellado en frascos de perfume, y un queso parmesano, un cilindro enorme de 40 kilos que parece un timbal, pero no debe sonar como un timbal, sino sordo, muerto, cuando se le golpea, al menos 22 meses. Como el terremoto de hace dos años destruyó miles y miles de quesos al hacerlos caer de sus estrechos estantes de madera donde reposan, ahora se conservan en estanterías con protección antisísmica.

Viéndolo así, daría la sensación de que el paso del tiempo, aparte de repetición eterna, significa progreso. La historia de Alfonsina Strada, que nació hace más de 100 años en el kilómetro 9,3 de la etapa de ayer, puede mostrar, sin embargo, todo lo contrario. Hace 90 años, en 1924, Strada, una mujer con nombre de poeta y alma de rebelde, como corresponde, corrió el Giro con los hombres, con dorsal oficial (el número 72). Lo terminó aunque su nombre no figura en la general final porque el quinto día llegó fuera de control. Aun así se empeñó en terminarlo y en correrlo más años. Pero ya el Giro no se lo permitió. Strada, apodada el diablo con faldas por una afición que la idolatraba, sobrevivió a dos maridos y se mató como Lawrence de Arabia, saliéndose de la carretera con su moto de gran cilindrada, una Guzzi. Tenía 68 años. Fue en 1959 y ya por entonces ni a las mujeres se les permitía correr el Giro ni ninguna carrera con hombre, y ni siquiera se las dejaba acreditarse, trabajar en cualquier otra cosa que no fuera de belleza en los podios o tocando el acordeón. Hasta los años 80 fue así. La mujer de Ocaña se colaba entre las barreras para poder estar cerca de su hombre durante el Tour y si un director, por ejemplo, quería llevar en su coche a su sobrina para que viera una etapa, los comisarios le expulsaban de carrera.

El ganador esprinta como un boxeador, como deben ser los ciclistas, como un luchador que busca intimidar, en lucha siempre contra el tiempo

Tampoco antes estaba bien visto que un ciclista se dejara barba, y ahora medio pelotón pierde más tiempo al día cuidándosela que afeitándose las piernas, y hace unos años, viendo las zapatillas que se ha diseñado para sí mismo Adam Hansen, que parecen unas pretty ballerinas de fibra de carbono, hermosas, alguno habría soltado una sandez. Las bailarinas de Hansen, corazón de ciclista que corre todos los años las tres grandes y alma de ingeniero, australiano que se ha ido a vivir a la República Checa, donde el mar no existe, seguramente le habrían encantado a Alfonsina Strada, y también la combinación de contrarrelojista, ajustadísima y sin bolsillos, que viste habitualmente Nacer Bouhanni, el esprínter del momento, el ganador, como se esperaba, de la etapa en Salsomaggiore, un decorado de hoteles termales belle époque, evocador: su tercera victoria en una semana.

El padre del francés de rojo, el color de la regularidad, emigrante argelino en los Vosgos, practicaba el ciclismo de joven, hasta que un día le robaron la bicicleta. Se compró entonces unos guantes de boxeador y se subió a un ring. Nacer, su hijo ciclista, heredó del padre los guantes, la afición a boxear y la admiración por Myke Tyson, pero poco después lo cambió todo por una bicicleta y siendo, como es, pequeño y muy fuerte, contundente como una cerveza IPA, la que llevaban los ingleses a la India cargada de lúpulo y alcohol, y muy rápido, acabó siendo esprínter, y muy bueno. Esprinta como un boxeador, como deben ser los ciclistas, como un luchador que busca intimidar, en lucha siempre contra el tiempo, contra su paso veloz, y disfruta de los días de llano que el Giro le regala camino de las gran semana decisiva, algo así como un novenario que comienza mañana con la primera contrarreloj, el último día en el que el líder, Cadel Evans, continuará ahorrando segundos contra sus rivales que, como dice el lema de los ciudadanos modeneses tras el terremoto, están feriti ma non perduti, caídos pero no perdidos.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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