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Nadie grita los goles en Ucrania

La liga de fútbol está en vilo tras la fractura del país y la prohibición de asistencia a los estadios

Aficionados del Shakhtar Donetsk, el pasado jueves en la final de Copa.
Aficionados del Shakhtar Donetsk, el pasado jueves en la final de Copa.Andrey Lukatsky (AP)

Difícil decidir quién tuvo un domingo más raro. Peculiar fue el de los futbolistas del Dinamo de Kiev, que jugaron como visitantes en su propio estadio y a puerta cerrada. Pero es que a los jugadores del Illichivets de Mariupol no solo les tocó ejercer de locales en el campo del contrario. El equipo de Mariupol, undécimo en la tabla e insignia de esta población del sureste de Ucrania, no pudo recibir en casa al Dinamo porque su ciudad vivía esos días sumergida en los enfrentamientos entre prorrusos y el Ejército que dejaron una decena de muertos. La mañana del partido, el domingo 11, los jugadores del Illichivets tuvieron que viajar al aeropuerto de Donetsk en autobús porque el suyo estaba cerrado; volaron con el tiempo justo y después del partido durmieron en un hotel de la capital a cuenta del rival.

El detalle de que el encuentro además fuera a puerta cerrada, sin más testigos que 50.000 sillas amarillas y azules vacías, obedece a que, cuando faltan dos jornadas de liga y con la final de la Copa Nacional entre medias, la Federación Ucraniana de Fútbol (FFU, en sus siglas en inglés) vetó la asistencia de espectadores a los estadios por razones de seguridad. Con un país que se despeña entre referendos de secesión, enfrentamientos de milicias, tensiones con Rusia y cientos de muertos ya, los últimos días han demostrado que el fútbol tampoco puede vivir ajeno a las turbulencias nacionales. El campeonato ucranio refleja la división del país: de los 16 equipos que lo disputan, 6 pertenecen al área proeuropea, 2 son formaciones de zonas políticamente ambiguas y 8 de la región oriental, prorrusa (2 de ellas, de la ya escindida Crimea). El 2 de mayo, una marcha en Odesa a favor de la unidad del país que contó con gran protagonismo de hinchas de fútbol acabó en enfrentamientos y un incendio con 36 muertos. Para evitar represalias entre aficionados, la FFU ordenó que se candaran las puertas de los estadios.

El campeonato refleja la división nacional: seis equipos pertenecen al área proeuropea y ocho a la oriental, prorrusa

La ciudad principal de la franja oriental, Donetsk, cuenta con dos millones de habitantes y tres grandes equipos: el Metalurg, el Olimpik y el Shakhtar. El domingo pasado, mientras este último se declaraba campeón de la Liga por quinto año consecutivo, sus vecinos votaban en referéndum separarse del país. Rinat Ajmetov, con 12.000 millones de dólares el oligarca más rico de Ucrania, preside el club desde 1996. Aupándose en los fondos de su sociedad, la System Capital Management, propietaria de las principales minas de la región, Ajmetov ha convertido el Shakhtar en una máquina de ganar. Ha sido un fijo en las competiciones europeas durante las últimas 10 temporadas (ganó la Copa de la UEFA en 2009) y ha acaparado casi todos los títulos nacionales. El jueves pasado tuvo la oportunidad de ampliar su palmarés en la final de la Copa de Ucrania contra el Dinamo de Kiev, su eterno rival.

No lo consiguió. El equipo de la capital ganó (2-1) y logró su primer trofeo en siete años. “Ha sido una alegría”, explicaba el santanderino Raúl Ruiz, de 54 años y preparador físico del Dinamo desde hace tres meses. “Los jugadores viven en buenas casas a las afueras de Kiev y están al margen de las protestas, pero llevan un periodo que no están atentos al fútbol, sino a lo que pasa en la calle, a sus familias, sus amigos…”, afirma este exprofesor de educación física que dejó su plaza en un colegio para sentarse en el banquillo del Racing de Santander, el Levante CF y el ruso Rubin Kazan, donde ha pasado cinco años.

La final sí se jugó con espectadores aunque en terreno neutral: un modesto estadio de Poltava, a 200 kilómetros de Kiev. Tras una larga polémica, la federación accedió a que los aficionados entraran al campo. Los hinchas enviaron cartas a la FFU y se manifestaron pacíficamente frente a su sede; Andriy Yarmolenko, la estrella del Dinamo, protestó con amargura: “Jugar sin gente no es profesional, es como un entrenamiento”; y lo secundó Igor Surkis, presidente del Dinamo y hermano de Hryhoriy Surkis, político multimillonario y uno de los cinco vicepresidentes de la UEFA que antes presidió la FFU. “Una final sin espectadores no es fútbol, es una parodia”, aseguró.

Pero, a pesar de que la federación cedió, el espectáculo quedó desnaturalizado. Apenas unos 10.000 aficionados quedaron desperdigados tras una hilera de militares que cercaban el terreno de juego. Y después de ese paréntesis para proteger el choque entre los dos mayores equipos del país, la FFU volvió a decretar que se terminase a puerta cerrada una liga ya decidida que no pasará a los anales del fútbol, pero sí de la memoria colectiva.

Al poco de empezar, en noviembre de 2013, miles de personas salieron a la calle para protestar contra la negativa de Víktor Yanukóvich, entonces presidente del Gobierno, de firmar un acuerdo comercial con la Unión Europea. La espiral de violencia en la que ha entrado el país desde entonces mantiene a la UEFA en vilo, pendiente del resultado de las elecciones nacionales del 25 de mayo para empezar a vislumbrar dónde y cómo jugarán el año que viene los equipos de la primera división ucrania. Como medida de precaución, el organismo que dirige el fútbol en Europa ya ha mandado delimitar los próximos encuentros del europeo sub 21, que se jugará en el país entre junio y julio, a “ciudades seguras” como Kiev o Lviv, al oeste. Y eso ya es un avance: en marzo, con las calles de la capital en llamas, el Dinamo tuvo que jugar en Chipre la ida de dieciseisavos de la Liga Europa contra el Valencia. “El presidente pagó el pasaje a los aficionados y la estancia”, apuntan desde la sede del club de fans del Kiev en su antiguo estadio, donde los jugadores ya les han dedicado un entrenamiento a puerta abierta para que al menos puedan verles en acción entre ellos.

Esta semana la liga se cerrará seguramente con otra jornada de gradas vacías ante el disgusto de los aficionados, que no saben si el año que viene podrán ver un enfrentamiento entre el Shakhtar y el Dinamo. “Aquí nunca ha habido ningún problema, siempre hay buen ambiente”, indicaban el domingo Andrei y Sasha, dos socios del Dinamo, en las puertas del estadio Olímpico antes del extraño partido con el Illichivets. Junto a ellos, otras 20 personas esperaban entrar en el último momento. “Tengo un amigo en San Petersburgo y me cuenta que allí en todos los partidos hay violencia”, remataba uno de ellos entre cánticos de apoyo al club y proclamas contra el presidente ruso, Vladímir Putin. La esperanza en un milagro postrero no se desvanece, basándose en que hasta ahora todas las decisiones de la FFU han parecido marcadas por la improvisación. “Aún no sabemos” es la respuesta más frecuente al consultar a la federación, los fans y los vestuarios.

Con el reparto de títulos entre los dos grandes equipos cerrado, y unos comicios dentro de una semana marcados por la fractura del país y el miedo a nuevas revueltas, la liga ucrania mira con incertidumbre al futuro. La misma neblina empaña los ojos de Alexander, hincha de 72 años del Dinamo que sostiene que “suprimir el público de los estadios es una decisión política equivocada, una mala idea, porque los fanáticos se radicalizan y va a ser peor”.

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