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Nadal toma el mando

Para llegar a la final (19.15, A3), donde espera Nishikori, el español corre menos metros que en solo tres partidos de Montecarlo "Mi ‘drive’ vuelve a hacer daño”, asegura para explicar su dominio

Juan José Mateo
Nadal, durante su partido con Bautista.
Nadal, durante su partido con Bautista. Julian Finney (Getty Images)

Son 244 metros que separan la victoria de la derrota, el mandar del ser dominado, la gloria del infierno. Cuando Rafael Nadal gana 6-4 y 6-3 a Roberto Bautista y se clasifica para la final del Mutua Madrid Open (hoy, 19.15, por Antena 3 y contra Kei Nishikori, que ganó 7-6, 5-7 y 6-3 a David Ferrer) ha recorrido menos metros para llegar al partido decisivo de la capital que en solo tres encuentros del Masters 1.000 de Montecarlo, donde comenzó su peor arranque de una gira de arcilla desde 2003: 4.537 frente a 4.781, pese a sumar ahora un partido y un set más que entonces.

Esos 244 metros de diferencia no son el único dato que fotografía cómo su drive ya no es una espada roma, sino afilada; y cómo su pelota quema en lugar de llegar apagada. Que Nadal ha vuelto a tomar el mando queda reflejado en otra estadística: si en cuartos de final del Masters 1.000 del Principado perdió abrumadoramente la batalla de los puntos vencidos en intercambios por debajo de los cinco golpes (42 a 28 para David Ferrer), en Madrid la ganó por goleada en todos los encuentros. El timón de los duelos vuelve a estar en sus manos porque el látigo de su derecha ha recuperado el spin, su famoso efecto curvado, que obliga a golpear a los contrarios muy por encima de la cintura, en incomodísima postura.

“Mi drive está subiendo otra vez: cuando tengo bolas intermedias está volviendo a hacer daño sin necesidad de ir a tocar la línea, con tiros más o menos seguros”, describió el defensor del título, que buscará su 27º Masters 1.000 en su sexta final en la capital de España. “Tirando con márgenes consigo desplazar a los rivales sin asumir grandísimos riesgos. Es la clave de jugar bien en esta superficie”, insistió. “En las bolas normales, soy capaz de crear ese spin que no era capaz de crear hace unas semanas. Ahí cambio la bola al paralelo y puedo poner al rival en problemas”, prosiguió. “La sensación ya fue mucho mejor en Barcelona que en Montecarlo. Eso me dio tranquilidad. Lo importante es que los nervios no te impidan desarrollar lo que quieres”, añadió. “[Tras ganar a Berdych] He tenido la confirmación de que mi mejora es real. Esto significa mucho para mí. Todo son síntomas de que mentalmente estoy más estable, más confiado en que irá bien, con una regularidad mental y tenística mejor de lo que estaba teniendo. Es muy positivo para afrontar lo que viene”.

Ferrer cae ante Nishikori pese a supear nueve puntos de partido

Kei Nishikori necesitó diez puntos de partido para derribar a David Ferrer por 7-6, 5-7 y 6-3 en semifinales. "Sí, se puede; sí se puede", gritaba el público, emocionado por el esfuerzo del alicantino, que una y otra vez se mantuvo en el partido y que incluso tuvo tres bolas de break en el juego final para mantenerse vivo.

"Estoy dolido, ha sido un partido muy duro, en el que he tenido mis oportundiades, sobre todo en el primer set, que perdí en tres juegos muy malos", dijo el alicantino, que sacó por ese parcial y lo perdó desde un 5-2 a favor. "Yo le di vida en el primer set. Mañana lo veré en positivo, no por haber estado ahí, sino por haber hecho semifinales. Me duele no estar en la final del domingo", añadió. "Él ha dado un salto de calidad. Pudo caer de mi lado, pero en el tercer set me despisté en un juego y..."

El ganador, además, tuvo el mérito de superar los dolores que sufría en la espalda. Por tres veces atendió el fisioterapeuta al japonés. Por tres veces volvió Nishikori a la pista para demostrar por qué desde el lunes será uno de los diez mejores tenistas del planeta: le sobre ritmo de fondo, suelta latigazos que dejan boquiabierto a cualquiera, y su saque es muy estimable para un competidor que no supea el 1,78m. Frente a eso, Ferrer puso sus restos, su drive y su entrega. No fue suficiente, pero su partido quedó como ejemplo para los tenistas que vienen. Con 2-5 en la tercera manga, el alicantino seguía animándose, dispuesto a sacar las garras, y por poco no mordió el partido.

Lo que viene es la final de Madrid, Roma (desde la semana que viene) y Roland Garros (desde el 25 de mayo), donde el español buscará su novena corona. Del Nadal de Montecarlo al Nadal de Madrid son muchas las diferencias. El revés vuelve a ser un apoyo, y no un argumento principal, señal de que el drive está cumpliendo con su cometido. Las piernas llegan a donde antes no podían, como en la espectacular derrapada que le llevó hasta el break con el que desatascó el pulso contra Bautista (3-3 en la primera manga). El convencimiento frente a las dificultades es otro. Para que la obra esté completa, aún queda en cualquier caso un buen trecho. Falta, por ejemplo, el refrendo de un partido ganado frente a los mejores en tierra (un Djokovic, un Wawrinka o un Ferrer), o el verle pasearse sobre el alambre de un partido apretado con la grácil soltura del funambulista que tropieza pero nunca cae.

En la final le espera Nishikori, un tenista en alza, exigido durante 2h 55m por David Ferrer, que le negó nueve bolas de partido y le hizo correr y correr sin que importara que tenga castigada la espalda. Con su resultado de la capital, su primera final en un torneo de la categoría, el japonés se convertirá el lunes en el primer tenista de su país en el top-10. Viene, además, de conquistar el título de Barcelona e invicto en arcilla, lo que le califica inmediatamente en tierra batida. Ante Nadal, el japonés ha perdido los seis precedentes, pero siempre inquietó al español, que sufre por la capacidad del chico de Shimane para visualizar la jugada y aprovechar sus rápidas manos estando siempre en el lugar adecuado. En Madrid, ayudado por la altura (650m), su saque vuela más y hacen más daño los manotazos desde el fondo. Armas con las que medir a Nadal, cada día más gigante, todavía mirándose los pies para saber si son de granito o de barro.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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