Risas, sí, pero picando piedra
Jiménez sigue en la élite a los 50 años por su pasión y su espíritu competitivo
La cámara se quedó congelada en su imagen. Estiramientos con dos palos por la espalda, movimientos exagerados del swing, un culebreo del cuerpo con las rodillas pegadas, y los labios saboreando el puro antes de la batalla. Hay en esa rutina de entrenamiento de Miguel Ángel Jiménez algo que engancha. Se ha hecho conocida y hay quien acude al campo de prácticas para enseñarle a su hijo cómo se las gasta El Pisha a los 50 años, como si presenciaran un extraño fenómeno de juventud eterna. Él dice que no hay más misterio que su pasión por el golf, su entrega en cuerpo y alma al juego y un batido de felicidad hecho con Ribera y aceite de oliva, "andaluz, ¿eh?". "Sonríe", es su receta.
Jiménez brincó ayer al prado de Augusta para bregar por la chaqueta verde y convertirse en el ganador de más edad de un grande, superando los 48 años de Julius Boros (PGA 1968) y los 46 de Jack Nicklaus (Masters 1986). Y aunque no lo logró, los aplausos que recibió cuando puso la bola en el tee del uno fueron el reconocimiento a una admiración que va más allá del juego.
El Pisha sabe ganarse a la gente y su imagen desenfadada de macarra enrollado rompe con todo en el circuito. Su inglés de Churriana y la coleta rizada le dan un toque inconfundible. De ahí que la televisión estadounidense le haya convertido en gancho del próximo torneo del Champions Tour, el circuito sénior, en el que el español debutará esta semana. Será junto al Open Británico Sénior su única incursión programada entre los veteranos. Hasta que no le echen, le motiva seguir "pateando culos" entre los jóvenes.
Si el golf es una escuela de vida, Jiménez es el mejor ejemplo
Si el golf es "una escuela de vida", como dice Pello Iguarán, el caddie de Olazábal, Jiménez es el mejor ejemplo. El Pisha ha unido de tal forma el golf y su manera de ver el mundo que ya no se entienden una sin la otra. Así, la maduración de su carrera ha llegado junto a la maduración de su juego. Entre una corte de pegadores, el andaluz juega el golf "de los antiguos", el de la habilidad por encima de la fuerza. "El golf como se inventó", resume Olazábal.
En un Masters soleado como pocos, con banderas puñeteras y greens duros, los séniors han demostrado que no se les ha olvidado jugar al golf. Y entre ellos el Pisha, el único entre los más veteranos que no compite en Augusta por los méritos del pasado (los ganadores tienen una exención para siempre), sino porque sigue picando piedra y la entrada se la paga, no se la regalan. Es la manera de ser de un tipo que comenzó de caddie, etiqueta que hoy día apenas nadie presenta, salvo el argentino Ángel Cabrera y él. En esas jornadas llevando los palos aprendió el juego y la dedicación. Su coincidencia en el tiempo con Seve Ballesteros y Olazábal reforzó sus principios. Por ello que se haya puesto terco con su hijo mayor, Miguel, empeñado en ser golfista profesional, y al que ha mandado a estudiar Finanzas a Miami para que sepa lo que cuesta la barra de pan.
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