El bueno de Ron Dennis
La vuelta del patrón de McLaren es la del hombre que revolucionó la F-1 desde un punto de vista técnico y estético
No sé si mi opinión en el asunto que trataremos la comparte la mayoría de gente del paddock, pero en mi caso tengo que reconocer que el regreso de Ron Dennis a la primera línea de McLaren me hace especial ilusión. Entiendo que haya gente que le considere un ser prepotente, encantado de haberse conocido e incluso despiadado en algunos aspectos, y debo reconocer que algo de su parte ha puesto en transmitir todo eso; pero los que se limitan a ver eso en él es que no lo conocen. Al menos, seguro que no lo conocen como yo.
La primera vez que hablé con él fue en 1980 y yo era un joven melenudo y barbudo de 22 años que formaba parte del Equipo Español de Fórmula 3. Me presenté en la sede de Project Four, su equipo de Fórmula 2 y Fórmula 3, porque quería trabajar allí. Fui once veces. Cada día me decía lo mismo: “Hoy no tengo tiempo, vuelve mañana”. Al final, cansado de verme la cara, me dejó claro por qué me daba largas: “Mira, chico, tu imagen no encaja con la estética de mis escuderías”. Le pedí media hora y piqué a la puerta de nuevo, ya con el pelo corto y sin barba, y me dijo que comenzara al día siguiente. Como quería ponerme a prueba, me dijo que después de cada jornada, cuando los demás se fueran al pub yo iba a quedarme fregando el taller. Él se quedaba observándome desde su pecera, el despacho que tenía en la planta de arriba, y al final, sobre las nueve, bajaba y se ponía a limpiar él también. Esas noches crearon un vínculo personal que probablemente marcó para siempre mi vida en la F-1.
La historia de Ron Dennis es la de la escudería McLaren que conocemos hoy en día, su refundación a partir de la fusión de la antigua McLaren y Project Four. Dennis quería llevar a cabo un proyecto muy ambicioso y se lo vendió a Marlboro. La tabaquera consideró que se trataba de una obra demasiado grande para un grupo tan poco experimentado, pero por otro lado estaba cansada de gastarse dinero en McLaren sin que aquello fuera a ninguna parte, así que la mejor opción era unir fuerzas. Del proceso de selección quedaron 30 empleados de la antigua McLaren y ocho de Project Four, yo entre ellos. Lo que vino después fue el despegue de la estructura que en su día revolucionó la historia de la F-1 tanto en la vertiente técnica como sobre todo en la visual. La obsesión de Ron por transmitir una buena imagen terminó cuajando en todos los demás talleres, y es el punto de partida que ha derivado en todo este glamour y sofisticación que tenemos hoy en día.
Durante los seis años que estuvimos juntos tuve tiempo y episodios de sobras para conocerle a fondo, y tengo que decir que a pesar de esos andares que tiene, parece que las suelas de los zapatos no toquen el suelo para no mancharse, es un tipo con un gran corazón que defiende a los suyos a muerte. En mi experiencia con él me lo demostró en dos momentos. Una vez, estando ya en McLaren, yo pasaba por un momento muy delicado a nivel personal y cuando él se enteró me puso todas las facilidades para que resolviera el asunto, aviones privados incluidos. Cuando le llamé para agradecérselo y comentarle que todo estaba solucionado me dijo: “Ok, ahora te recoge un avión, te lleva a Spa y a trabajar”. La otra fue cuando dejé el equipo.
Yo llevaba tiempo queriendo ser jefe de mecánicos y Ferrari me ofreció ese puesto después de ganar el título con Prost (1986). Cuando fui a su despacho a decirle que me iba él se enfadó y yo aún más, como bien sabe la puerta de cristal que quedó hecha mil pedazos. A los tres días me llamó para que nos viéramos de nuevo, me felicitó y me dijo: “Esta gente de Ferrari son muy delicados. No quiero que te hagan daño”. Para evitarlo quiso que el bufete de abogados de McLaren (Baker & McKenzie) fuera quien revisara mi nuevo contrato con la competencia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.