La excepcionalidad de un singular club
La FIFA ha encontrado en el Barcelona la posibilidad de ejemplarizar su política contra el mercadeo de niños
Acostumbrado a jugar al ataque, el Barça se defiende tan mal que conseguirá que se dé la razón a la FIFA, un organismo que se desprestigia con caricaturas como la que su presidente Blatter dedicó a Cristiano Ronaldo con motivo de los pronósticos sobre el último Balón de Oro. La credibilidad no ha sido precisamente la bandera del máximo organismo internacional del fútbol, al que ahora le ha dado un ataque reglamentista contra uno de los símbolos del fútbol: La Masia. El club azulgrana no podrá fichar hasta el verano de 2015 por haber contratado de forma irregular a nueve menores de 18 años desde 2009 hasta 2013.
Ha encontrado la FIFA en el Barcelona la posibilidad de ejemplarizar su política contra el mercadeo de niños. Aunque la opinión pública se felicita porque la administración regule la selva del fútbol y combata el tráfico de adolescentes e infantiles, ya sea en África, Asia, América o Europa, daba la sensación de que la mala praxis era más competencia de intermediarios y fondos de inversión sin escrúpulos que de entidades como el Barça. Así que el castigo sonó a desproporcionado, contrario con el ordenamiento jurídico de los derechos de contratación y perjudicial para terceros: no se sabe aún qué ocurrirá con las cesiones ni fichajes como el de Ter Stegen.
Tampoco hay constancia de ninguna queja por parte de niños o padres y solo se sabe de una denuncia anónima. Había por tanto coincidencia en subrayar que de la misma manera que la FIFA había identificado el problema se equivocó con la medicina —así se expresó el abogado Dupont en una entrevista a Rac 1. Y, aunque pudiera haber realizado una mala praxis puntual, no se dudaba por otra parte de que el Barcelona había sido respetuoso con el espíritu de la ley por más que hubiera vulnerado el artículo 19. El club ha tenido coartada mientras no se ha explicado porque todavía funcionaban los intangibles y los valores añadidos a UNICEF y a la propia Masia.
El comunicado emitido por el club y la conferencia de prensa del presidente Bartomeu han roto, sin embargo, el encanto y dejan en una situación de precariedad al Barça. La cuestión es que el club pidió a la FIFA quedar exento de la normativa sobre menores y, mientras tanto, la incumplió hasta que no tuvo más remedio que retirar las licencias federativas de los menores de 18 años. Advertido reiteradamente de su irregularidad, ampliados a 33 los investigados, no supo corregirse ni mediar con la administración, ya sea por negligencia, inconsciencia, ingenuidad o prepotencia, circunstancia que cuestiona a sus servicios diplomáticos, jurídicos y deportivos.
El informe de la FIFA acusa al Barça de responsabilidad grave, conducta inexcusable y de no arrepentimiento ni contrición, de acuerdo con las informaciones de Catalunya Ràdio. Nada que ver con la versión azulgrana, que no asume errores, ni explica por qué no se dirigió a la Comisión del Estatuto de la FIFA o todavía no ha conseguido hablar con Blatter y, en cambio, se acoge a los atenuantes: la tardanza en comunicar un castigo decidido en noviembre o la no aplicación del artículo en las federaciones de basquet y balonmano.
La directiva barcelonista sostiene que el club está por encima del bien y del mal y, por supuesto, a salvo de cualquier reglamento, sobre todo del referente a menores, de manera que no debe dar mayores explicaciones sino remitirse al Balón de Oro del año 2011, protagonizado por Xavi, Iniesta y Messi, los tres iconos de la cantera del Barcelona; la catalana, la española y la mundial. La postal azulgrana exigiría desde entonces un trato aparte mundial.
La junta que mayoritariamente más ha combatido la singularidad de la institución, la que menos ha cuidado del més que un club, el barcelonismo más convencional y mercantil, el mismo que ha difundido la marca Catar hasta el Museu y ha escondido el logotipo de UNICEF, los directivos que han tenido a bien fichar a Neymar y poner límites a la renovación de Messi, piden ahora una excepcionalidad con La Masia. Fue precisamente el consejo presidido por Rosell el que renegó de Cruyff, propició la acción de responsabilidad social contra Laporta y se distanció de Guardiola. Nadie les señaló en aquel momento de las decisiones tomadas hasta que los hechos les han inculpado. Aun cuando se puede discutir sobre su obra de gobierno y salida del Camp Nou, figuras como las de Laporta, Cruyff y Guardiola siempre defendieron al club de manera desacomplejada y sin victimismos como el que ahora ha recuperado la directiva de Bartomeu cuando ha metido en el mismo saco de mierda a las acusaciones de dopaje que la sanción de la FIFA.
El Barcelona se ganó influencia en los despachos después de ganar el banquillo y conquistar la cancha de juego. Hoy, mientras los mismos futbolistas todavía siguen ganando algún título a pesar de muchas desdichas y el entrenador Martino procura no desmerecer el legado del convaleciente Tito, los dirigentes justifican sus errores por una mano negra con guante blanco: “La Masia no se toca”. También proclamó Rosell que prefería no dejar entrar a un niño al Camp Nou antes que un día se le pudiera acusar de matar a ese niño.
Tienen los rectores del Barça un grave problema con los niños y La Masia porque en lugar de defenderla como la joya de la corona la utilizan como escudo de sus penalidades. Hay que conocer los orígenes para presumir de identidad, y si los directivos no saben quitar la mancha acabarán por hacer buena a la FIFA y al chiquito Blatter.
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