Un portero contra un imperio
El Olympiacos se pone en manos de un renacido Roberto para defender un 2-0 ante el United
La helada era terrible ese 22 de diciembre de 2005 y a Pamplona llegó el Atlético de Bianchi, con el equipo desgajado. Todos los rojiblancos querían aplazar el duelo porque se jugaban mucho, en el abismo del descenso. Todos menos uno, menos Roberto Jiménez (Fuenlabrada; 1986), que al final jugó de rebote, sancionados y lesionados los cuatro porteros que tenía por delante. “No podía perderme ese encuentro porque no sabía cómo iba a ser mi carrera, si volvería a jugar en Primera”, cuenta a sus amigos Roberto, ahora San Pedro del Olympiacos y rival de un Manchester United resquebrajado, hasta el punto de que la afición, por vez primera en 26 años (tras el mandato extinto de Alex Ferguson), pide la dimisión del técnico David Moyes como refleja la revista del club united we stand.Descabalgado para la próxima Champions —está a 12 puntos— y sonrojado el fin de semana por el perpetuo rival, el Liverpool (0-3), la hinchada pide el cambio. Algo que podría precipitarse si Roberto, con dos guantes como guillotinas, mantiene el 2-0 de Atenas. Aptitudes no le faltan.
“Tiene un acentuado carácter competitivo, voluntad por trabajar”, cuenta Lucas Alcaraz
Siempre trabajó para ser un portero profesional, por más que de niño tuviera que llevarle la contraria a su padre, Dionisio, con urticaria por los guantes porque al fútbol se juega para marcar goles y no para detenerlos. “Mi madre le dijo que me dejara hacer y ahora nos reímos al recordarlo”, aclara Roberto. Y de su calidad dio buena muestra hace dos años y medio, cuando el Zaragoza anunció su fichaje al tiempo que el vestuario, de pretemporada en Leicester (Inglaterra), realizó un motín para hablar con el presidente Agapito Iglesias. Resulta que el Benfica, que cotiza en la bolsa, cifró el traspaso en 8,6 millones. Suficiente para que el capitán Ponzio, dado que acababan de entrar en concurso de acreedores, exigiera conexión telefónica con Iglesias. Y se aclaró que los derechos económicos de Roberto pertenecen a un fondo de inversión donde participa el propio Iglesias, y que el club solo pagó 86.000 euros por sus derechos federativos, además de 300.000 euros por la cesión, amén de su ficha. Todo un guirigay que se resolvió días después, cuando se enfundó los guantes. “Mantuvo al equipo en la temporada de la permanencia con Manolo Jiménez”, resuelve Mikel Insausti, entrenador de porteros del Zaragoza; “hizo 15 partidos estupendos en la época de Aguirre [2009], pero a su regreso se adueñó del vestuario; es un líder”.
Carácter competitivo
Lo que más destaca de Roberto, sin embargo, es su predisposición a aprender. “Tenía un acentuado carácter competitivo, voluntad por trabajar”, cuenta Lucas Alcaraz, técnico del Granada, que lo tuvo en 2008 en el Recreativo. Intercede Juan Iribarren, segundo de Aguirre, que lo tuvo en el Atlético y Zaragoza: “Era muy receptivo y le gustaba entrenarse”. Abunda Insausti: “Se fijaba en los vídeos, en cómo lanzaban los rivales... en todo. Quería aprender. Y jugar”. Por eso, su matrimonio con el Benfica fue un tormento, lejos del césped. “Buscó una salida rápido”, desliza Insausti; “porque siempre quiso jugar”. Lo que hace en el Olympiacos de Míchel. “Es muy bueno con los pies, y ágil para su altura [1,92m]”, explica Alcaraz. “Aguanta de pie hasta el último momento en el uno contra uno”, añade Insausti. “Dominio aéreo, valiente, achica, cierra espacios”, ahonda Iribarren.
“Aguanta de pie hasta el final en el uno contra uno”, dice Insausti, preparador del Zaragoza
Parte capital en el título liguero helénico —le ha sobrado cinco jornadas—, Roberto no se ha perdido partido alguno y es el ojo derecho de la grada. “Genial porque es una hinchada muy pasional. Si un jugador es querido, es amado hasta el final. Pero si no gusta… es una afición que tiene mucha incidencia y que tiene buena relación con el presidente”, explica Moisés Hurtado, que estuvo un año en el club del Pireo, ahora en el Girona.
También disfruta Roberto en Europa, toda vez que ya eliminó al Benfica —“era un día especial”, concede— y ahora, junto a los españoles Marcano, Miguel Torres y Fuster, se mide con el United, con el técnico en entredicho. Dos guantes contra el club más rico del mundo y con más aficionados (en 2012, se cifraron en 659 millones), contra todo un imperio. De ganar la eliminatoria, no solo igualaría el Olympiacos su mejor registro de la Champions (alcanzó los cuartos hace 15 años), sino que sería el mejor premio para Roberto, ese chico que con el primer buen sueldo que tuvo retiró a su padre de tapicero. Y eso que le dijo que al fútbol no se juega para atajar, sino para marcar.
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