Alonso es único
Este curso, el equipo de Ancelotti no ha perdido ningún partido con el vasco en el once
Su entrenador, Carlo Ancelotti, le impuso un apelativo pomposo: El Profesor. Pero Xabi Alonso no necesitaba que viniera nadie a decirle que él tenía autoridad. Ya se sentía autorizado. Ya percibía su propia mitificación, igual que aquel líder político que en su lecho de muerte confesó que sentía “el frío del bronce”. Alonso todavía no tiene consagrada una estatua en una plaza, pero sus compañeros dicen que se comporta como si supiera que el destino le reserva un lugar admirable en la historia del fútbol. Era el único jugador del Madrid que le hablaba a Mourinho de tú a tú —taza de café en mano— entre guiños de complicidad, y ahora es el único que se atreve a hacer advertencias tácticas a Ancelotti.
Lo que algunos en Valdebebas observan como algo parecido a la impertinencia no es más que el orden establecido, mezcla de astucia, convicciones febriles, realidad y fantasía. Astucia del entrenador, que le da rienda porque conviene a todos. Porque en el campo la conquista del jugador es evidente. El Madrid sin Alonso es un equipo menos fiable.
Se puso de manifiesto en los derbis: el Madrid perdió contra el Atlético en la Liga cuando le faltó el medio centro y arrasó en la Copa cuando le recuperó. El contraste de las estadísticas es elocuente. Hasta que Alonso se recuperó de su lesión del quinto metatarsiano del pie derecho, en la 10ª jornada de Liga, el equipo fue el tercer clasificado con 22 puntos, por detrás del Atlético (27) y el Barcelona (28). Si el campeonato hubiera comenzado en la jornada 11ª, el día que Alonso regresó, hoy el Madrid sería líder con 41 puntos, por 33 del Atlético y 32 del Barça.
Alonso, que es hijo de futbolista y nunca pasó hambre, desdeña el dinero y mira el relato, la mística, la letra pequeña de su propia historia
El Madrid sufrió dos derrotas mientras Alonso permaneció recuperándose y no perdió nunca —en ninguna competición— desde que regresó. El dato sirve para exaltar al centrocampista lo mismo que para alertar a los dirigentes sobre la vulnerabilidad de la plantilla en su ausencia.
Nunca a lo largo de su carrera Alonso tuvo más dificultades para ponerse en forma. Una operación de pubalgia y la fractura del quinto metatarsiano han comprometido seriamente su estado físico. A sus 32 años, las interrupciones le han pesado tanto que en el club observan que le resulta más difícil calcular la preparación. Ancelotti, sin embargo, le considera capital. Si físicamente hay partidos en los que no llega, su capacidad de colocación y su influencia —sus órdenes— sobre los compañeros le hacen imprescindible.
“Xabi”, declaró Ancelotti ayer, “tiene la calidad y la inteligencia para jugar en distintos sistemas. Es verdad que en nuestro medio campo solo hay tres jugadores, pero en este momento los delanteros están trabajando muy bien. Cristiano y Bale están más focalizados en la recuperación y en presionar arriba. Esto ayuda a todo el equipo, ayuda a los mediocampistas y a los defensores”.
El Madrid se hizo fuerte con Alonso porque colaboró de forma sustancial a consolidar la organización defensiva de un equipo que, siempre que no reciba goles, parece capaz de ametrallar a cualquiera. En Liga, sin Alonso, el Madrid recibió una media de 1,1 gol y metió un promedio de dos goles por partido. Con el centrocampista recibe una media de 0,9 goles y anota 3,4 por partido. Las cifras han evolucionado exponencialmente. En la segunda vuelta del campeonato el Madrid es el conjunto que menos remates ha recibido (48 tiros), y es el que menos goles encajó (tres). El Atlético y el Barça se resienten en este apartado: suman ocho tantos en contra.
Alonso no necesita estudiar los números para convencerse de su relevancia. Pocos jugadores son tan conscientes de su papel trascendental. La mayoría miran más los contratos, el dinero contante y sonante, y los años que les quedan de vida útil. Alonso, que es hijo de futbolista y nunca pasó hambre, desdeña el dinero y mira el relato, la mística, la letra pequeña de su propia historia. Fantasea con inscribir su nombre entre los grandes y permanece alerta a los detalles literarios, por no decir propagandísticos. Su intercambio con Cristiano en Valdebebas, delante de las cámaras, hace un mes, fue revelador.
—Adidas es historia y Nike hace botas de baloncesto—, le dijo Alonso, calzado en sus Adidas, al portugués, que firmó con Nike.
—¿Baloncesto? Estas botas son top...—, le replicó Cristiano.
—Serán de jugador top, pero de plástico. Adidas lleva desde 1970 en el mundo del fútbol. Nike lleva tres días.
Así es Alonso. Profesional hasta la obsesión, minucioso en la elaboración de la imagen que proyecta de sí mismo, pero extraño a ojos de sus propios colegas. Usa Adidas. De su verdadera identidad solo saben que es un futbolista excepcional.
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