Y el Camp Nou solo miró al césped
Bartomeu estrena la presidencia en el palco del estadio azulgrana y los aficionados se vuelcan con el equipo y con Víctor Valdés
Sandro Rosell vivió tres años y medio en el palco del Camp Nou porque en las urnas el socio le escogió de manera abrumadora: nunca un presidente había recibido un respaldo tan alto. Pero el ya expresidente nunca se sometió al referéndum del Camp Nou, cuya voz, normalmente más ruidosa, no siempre es coincidente con la de las urnas y mucho menos suele serlo con la de la calle. El barcelonismo, plural, tiene mil voces y nunca se llegó bajo el mandato de Rosell a pedirle a la grada del estadio que expresara la suya, más allá del silencio que se vivió en el Gol Sur durante la huelga de animación, cuando a Rosell le explotó en las manos el pacto que siempre negó con los Boixos y se le fue al garete la Grada Jove.
El aficionado del Estadi es muy de expresarse con pancartas pero apenas se vio alguna. Durante el mandato de Rosell, se hizo famosa la que Jordi Cases entró un día bajo su camiseta, un pinocho con la cara del presidente. Ayer, Rosell no fue al campo y Cases tampoco. La semana fue dura para los dos. El expresidente se fue a Londres con su familia y el farmacéutico, a Girona, a curarse las heridas que le ha dejado la resaca semanal. Josep Maria Bartomeu, con el alcalde Trias a su derecha, presidió por vez primera un partido en el estadio.
Antes, el nuevo presidente atendió a varios medios de comunicación. Dejó claro que para él es “un honor” haber sustituido a Rosell, aunque lamentó la dimisión de su amigo. “Uno no sueña con ser un día presidente del Barcelona, pero lo asumo con naturalidad e ilusión, encantado de aportar”. En eso, está dejando constancia de que algo ha cambiado en la junta, no solo la cara del presidente. Admitió que el vicepresidente Cardoner, responsable del área social, ya ha hablado con Cases —“una llamada entre dos socios”, dijo- en otra muestra de que ya se nota su mano al frente de la entidad. “Todos somos propietarios y todos podemos decir la nuestra. Cases, como socio, puede hacer lo que crea conveniente. Si retira la querella, perfecto, se lo agradecemos. Si quiere seguir adelante, también. Tiene todo el derecho”, aseveró. Cases tiene previsto retirar la denuncia esta semana.
El Camp Nou miró poco al palco, y el ánimo de la hinchada, basculó antes del partido entre algo de indignación, indiferencia, hastío y voluntad o necesidad de agarrarse a lo que realmente la ha unido verdaderamente en los últimos diez años: el juego. Xavi y Messi, Valdes y Pedrito. El balón. Porque en el Campo Nou eso de que “al socio no se le puede engañar”, entre bocadillo y bocadillo, se toma a broma.
Más allá de liberar a la entidad del estrés que generaban las apariciones de Rosell, Bartomeu sabe que, de puertas adentro, está llamado a tomar decisiones en la sala de juntas y en la sala de máquinas. Manel Arroyo podría convertirse esta misma semana en el nuevo portavoz de la junta y alguno de los asesores en nómina que tenía Rosell pueden ser cesados de inmediato en sus funciones. La directiva que presidía Rosell no era de hormigón, aunque él presumiera de ello, y había grietas cada vez más evidentes. El expresidente lo sabía tanto como el nuevo, cuya legitimización en el cargo empieza por el ejercicio del gobierno. “Tiene muy claras las decisiones que va a tomar. Y razonadas”, aseguran en su entorno.
La grada fijó su mirada en el césped y atendió muy poco al palco. Se escucharon muchos “¡uy!”, muchos “¡oh!”, se gritaron goles y también resonó un estruendoso mensaje a Valdés: “¡Víctor te queremos, Víctor quédate!”. Nadie se acordó de Rosell. En el Estadi, bajo el paraguas del fútbol, siempre se vivió de manera particular.
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