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El Baskonia cae sin el socorro de los triples

El Laboral Kutxa acusa la ausencia de Hamilton y la presencia de Diamantidis ante el Panathinaikos

Causeur trata de zafarse de Diamantidis.
Causeur trata de zafarse de Diamantidis.David Aguilar (EFE)

Días de mucho, vísperas de poco. El refrán le fue al pelo al Laboral Kutxa. Lo que en Málaga, en la primera jornada fue un recital de acierto en los triples (nada menos que 15 encestó el Baskonia entonces) ayer las canastas lejanas se quedaron reducidas a la condición de intentos, por más que Jelinek consiguiese uno de ellos desde su campo acompañado por la música de la bocina. El asunto no es menor. Bien es cierto que los triples no son la condición sine qua non para domeñar un partido, pero el problema del Baskonia es que tenía su juego interior muy debilitado por la ausencia por lesión de Hamilton. Como si la presión le sudase en las manos, Pleiss, que volvió a anotar su buena ración de puntos (17), porque casi todo volaba cerca de sus largos brazos, se mostraba impotente para frenar el juego de los pívots del equipo griego, que alternativamente (el estadounidense Gist o el congoleño Lasme, ayudados en sus descansos por Batiste) le iban buscando las cosquillas. El joven Diop, que tuvo unos cuantos minutos en la primera mitad, parecía demasiado tierno para jugadores musculosos, de mirada fría y contactos permanentes.

LABORAL KUTXA, 62 PANATHINAIKOS, 74

Laboral Kutxa: Heurtel (13), Casseur (5), Nocioni (8), San Emeterio (7), Pleiss (17) -cinco inicial- Mainoldi, Poeta, Hanga (6), Diop (2), Hodge, Jelinek (6) y Causseur (5).

Panathinaikos: Diamantidis (12), Ukic (4), Maciulis (2), Gist (10), Lasme (20) -cinco inicial- Bramos (5), Curry (10), Batiste (4), Fotsis (5), Pappas, Giankovits.

Parciales: 17-24, 15-10, 20-14, 12-24. Árbitros: Ryzhyk (UKR), Lottermosser (ALE) y Javor (ESL). Sin eliminados. 10.120 espectadores en el Buesa Arena.

Pero había más. Con Hamilton o sin Hamilton, se sabía que por la cancha del Buesa Arena iba a circular un tal Diamantidis que a sus 33 años mantiene la cabeza fría, el físico caliente y el pulso firme. Diamantidis en Panathinaikos es algo más que un base, es el jefe, el dueño del reloj del partido, el asistente, el fogonero o el congelador, según se precise. Y curiosamente, a pesar de la edad y la retahíla de partidos que lleva en sus piernas, fue de menos a más hasta acabar impartiendo magisterio, por el centro y por el costado. Y no es que Heurtel, su oponente, estuviera mal. Al contrario, el base francés dirigió a su equipo aplicándole la justa medida de cuanto iba necesitando. El problema era frenar a Diamantidis, y eso es una guerra para la que pocos están preparados.

El primer cuarto (17-24) ya exhibió la regularidad del conjunto griego que solo permitió una sola ventaja del Baskonia 13-12, más estadística y efímera, que significativa. Pleiss acusaba el desgaste al que le sometían los vigorosos Gist y Lasme, y el tiro exterior no funcionaba en el conjunto de Scariolo que llegó a ponerse en zona para frenar las alternativas del Panathinaikos.

Los dos siguientes cuartos tuvieron color baskonista, si bien es cierto que el segundo fue de una pobreza solemne. Cuando se llevaban disputados cinco minutos de ese parcial, cada equipo había conseguido anotar 4 puntos respectivamente. Quizás por ese bajón del Panathinaikos, el Laboral Kutxa consiguió igualar el marcador a 32 y acabar la primera parte perdiendo por solo dos puntos

El descanso volvió a reactivar a los de Scariolo, como si quisieran emular el segundo tiempo de Málaga. Pro los triples se intentaban, no se conseguían más que muy de vez en cuando. Pero la buena dirección de Heurtel y una mejor aplicación de Pleiss le hicieron al Baskonia soñar con la victoria. Sobre todo cuando Jelinek anotó desde su campo y se fueron al vestuario con seis puntos de ventaja que visto el transcurrir del partido sabían a gloria. Pero el último cuarto, el momento de la verdad le salió al Baskonia de mentira. Diamantidis decidió que había que concluir por la vía rápida y en un abrir y cerrar de ojos, el Panathinaikos infringió un 4-17 que hacía casi imposible la remontada. El partido murió plácidamente, con el equipo griego disfrutando de la victoria y el Baskonia reduciendo distancias porque nunca se sabe lo que puede ocurrir en una liguilla tan larga. Esta vez a la magia de Málaga se le vio el truco. Y es que no siempre la muñeca está tan fina. A veces se hincha demasiado.

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