Nadal, especialista en adaptación
El español remonta 4-6, 6-2 y 6-3 ante Gojowczyk para llegar a la final de Doha, donde se ha ido acercando a la línea de fondo partido a partido
Es la historia de un camaleón. Rafael Nadal tiene que cambiar de piel para llegar a la final de Doha (4-6, 6-2 y 6-3 a Gojowczyk, el número 162), igual que durante el torneo va ajustando los mecanismos que necesitará aplicar durante el Abierto de Australia (desde el 13 de enero). Si el alemán le obliga a cambiar su plan de asalto fuerza contra fuerza para emplear otro en el que el español ofrece cambios de ritmo y altura, construyendo una agresiva tela de araña, el torneo fotografía a un Nadal que se acerca progresivamente a la línea de fondo, allí donde se decide quién manda en los intercambios. Así, el mallorquín fue ajustando durante su primer torneo del curso su posición al resto, que es la que marca si domina o es dominado: devolvió los saques a casi tres metros de la línea de fondo contra Rosol (primera ronda), a dos contra Kamke (octavos) y a poco más de uno contra Gulbis (cuartos)… progresión que mantuvo frente al potente Gojowczyk, que le abrió la puerta de la final (sábado, 16.00, Eurosport, contra Monfils, que derrotó a Mayer por 3-6 y 2-6) tras cerrarla a porrazos durante un buen rato. Hasta remontó un break de desventaja en la manga decisiva.
“Su comienzo fue increíble”, reconoció el español; “pero la experiencia de tantos años en el circuito me decía que es muy difícil que mantuviera ese nivel durante hora y media…”.
La experiencia de tantos años en el circuito me decía que es muy difícil que mantuviera ese nivel durante hora y media" Rafael Nadal
Esto es lo que sufrió Nadal. El alemán se llevó el primer set con una lección de tenis decidido. Sumó doce de los trece primeros puntos (3-0) y no levantó el pie del acelerador cuando el español igualó el marcador. El número 162 del mundo intentó perseverar en el camino que anduvieron tantos rivales de Nadal antes que él: robarle el tiempo al número uno disparando antes, explotando los paralelos y acortando los intercambios. Ocurre que él lo hizo con la libertad de quien no tiene nada que perder, porque se le da por derrotado antes de pisar la pista. Con todo por ganar, Gojowczyk jugó desencadenado, con el hambre de quien tiene una oportunidad única para hacerse un nombre y dejar huella en el circuito. Demostró gran talento para cambiar la dirección de la pelota aprovechando la fuerza de los tiros de su contrario. Contraataque, le llaman a esos azotes, que a veces desorientaron al número uno. También enseñó que le pega bien duro.
Nadal, claro, no ha hecho carrera dejándose impresionar por los pegadores o los sinsabores del marcador. Nada más empezar la segunda manga rompió el saque de su contrario y ganó el suyo en menos de dos minutos. “¡Vamos!”, gritó entonces (2-0), apretando el puño, el preludio de una nueva rotura (4-0). Fue un mensaje de lo más claro: para ganarme te queda mucho, la victoria aún te queda lejos.
Raúl, el exfutbolista del Real Madrid y la selección española, pronto empezó a tener razones para aplaudir a su compatriota. El mallorquín explotó el vértigo de su contrario. Nadal y su drive le apretaron las clavijas aplicándole algunas de las señales de identidad que le distinguen: alta intensidad para ahogarle; reveses cortados para quitarle el ritmo que tan bien aprovechaba; control de los errores para obligarle a buscar un extra en los tiros; y esa presencia intimidante y agresiva que no se mide con estadísticas y que tantas victorias le ha dado. Nadal enseñó los dientes y Peter Gojowczyk sintió que le sonreía el demonio.
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