Una victoria para la eternidad

No hay huella más imborrable que la memoria colectiva. Con su victoria ante el Joventut (68-72), el Madrid de Pablo Laso se hizo un hueco en la enciclopedia al superar, con 24 victorias consecutivas, el mejor comienzo de una temporada en su historia, récord que tenían los blancos en el curso 1960-61 con Pedro Ferrándiz en el banquillo. Pero, por encima de la estadística y a la espera del refrendo de más títulos, este equipo y su racha quedarán en el recuerdo de los aficionados por su juego total, su estilo trepidante y su idea generosa.

En Badalona, donde no le alcanzó la brillantez le llegó el oficio para alcanzar un triunfo indeleble. A menos de 48 horas de recibir al Barcelona en el Palacio (domingo, 19.00, TVE-1), el conjunto blanco titubeó hasta encontrar el punto necesario de concentración y sudó para aplacar el brío de la Penya, pero continuó sin pausa estirando su leyenda. El primer cuarto fue un intercambio de golpes entre el talento descarado de Vives y la hiperactividad de Rudy; entre las piernas de Llull y la muñeca de Joseph. El segundo, una montaña rusa en la que el Madrid ensayó el primer estirón al ritmo de Sergio Rodríguez (14-26, m. 13) y el Joventut se agarró a la cornisa con la experiencia de Savané (27-28, m. 17). En el tercero, se desenfocó momentáneamente el punto de mira de los blancos, que estuvieron más de cinco minutos sin anotar, pero se enderezaron sin problemas en los cinco restantes impulsados por Mirotic (39-51, m. 30).

En la recta final, El Chacho (el mejor de su equipo con 21 puntos, tres rebotes, tres asistencias y cuatro recuperaciones) se dedicó a gestionar la renta a golpe de genialidades. No bastó la fiebre anotadora de Kirsay ni sus triples postreros después de una secuencia calamitosa de la Penya desde el perímetro. El Madrid se desmonteró con otra faena notable hasta completar una secuencia histórica con una victoria para la eternidad.

Un recorrido que se inició el 4 de octubre en Vitoria-Gasteiz, la cuna de Laso. Aquel día, en la semifinal de la Supercopa ante el Bilbao Basket, el Madrid recreó un tráiler perfecto de la película de dibujos animados que iba a estrenar esta temporada. Ganó por 39 puntos de ventaja (100-61) en un partido en el que el conjunto blanco anotó 19 triples y Sergio Rodríguez repartió 12 asistencias. Un ataque en manada, un baloncesto recreativo, un contragolpe incontenible y un repertorio inabarcable para todos los oponentes que se ha ido encontrando a su paso. 24 capítulos memorables en los que ha habido momentos para el showtime, como en las victorias ante el Manresa por 111-63 (la más abultada del curso, +48, con triple de espaldas y sobre la bocina de Felipe Reyes incluido) o el Efes por 103-57, en las que el Palacio rindió pleitesía a un equipo barnizado por el espíritu de los Harlem Globetrotters; tiempo para la suficiencia y la eficacia, para la inventiva y la abnegación. Por el camino, tan solo seis triunfos por debajo de los 10 puntos y hasta 12 por encima de los 20 en un expediente sin parangón.

El Madrid manda en 15 de las 24 estadísticas que se contabilizan entre la Liga Endesa y la Euroliga. Es el mejor ataque y la mejor defensa en los dos torneos. Excelencia y sacrificio con un perfecto equilibrio entre la defensa y el ataque logrado gracias al impulso de una rotación voraz. 12 hombres al servicio de un estilo que entusiasma allá por donde pasa. Ninguno de ellos juega más de 25 minutos de media por partido, ninguno participa menos de 10, todos concentran su productividad en una sana competencia interna que impulsa al bloque (cinco jugadores en ACB y seis en Euroliga promedian 10 o más puntos de valoración por partido). Una máquina de ganar que ya tiene su apartado en el libro de los récords del baloncesto español. “Siempre hay margen de mejora”, sentenció Laso antes de viajar a Badalona. Por el momento, nadie tose a un Madrid histórico.