Sergio Ramos atormentado
El capitán, el jugador más expulsado en el Madrid, se siente muy examinado por el técnico y el presidente En el vestuario le ven ansioso por reafirmarse y demostrar su valor
La expulsión de Sergio Ramos en El Sadar, el sábado pasado, habla del síndrome del futbolista atormentado. No fueron acciones tan punibles —un contacto con Cejudo y un manotazo a Torres— como imprudentes. Muchos árbitros las habrían pasado por alto pero el rigurosísimo Clos Gómez las sancionó con dos amarillas poniendo en evidencia al condenado. Ramos, con 18 expulsiones, abundó en su trayectoria como jugador más castigado de la historia del Madrid, exponiéndose un poco más en la encrucijada que le preocupa desde hace meses.
Hace un año el Barcelona contactó con Ramos para hacerle una propuesta. Su fichaje tenía sentido. Fuera de la plantilla culé, el central con mejor reputación del planeta era él: tres Ligas, una Copa, un Mundial y dos Eurocopas —como titular siempre— adornaban su currículo.
Ramos dijo que no al Barça y dio largas después al Manchester City porque tanto él como René, su hermano y representante, entendieron que para un futbolista español nacido en Sevilla no podía haber cosa más grandiosa que ser capitán del Madrid.
No todos los jugadores se emocionan con la mitología. Desde que llegó a Madrid en 2005, Ramos repitió en público y en privado que se creía capaz de heredar el brazalete de Hierro, Camacho y Pirri, líderes temperamentales que marcaron una época. Entonces, compañeros como Raúl o Salgado le contemplaron atónitos: “¿Qué dice el chaval?”.
El escepticismo de los veteranos era natural porque en el fútbol profesional el que se convierten en un hierro es uno entre 20 millones. Sin embargo, hoy se puede decir que Ramos dio todos los pasos necesarios para ocupar el lugar de los caudillos más grandes del madridismo. A sus 27 años también se puede afirmar que, alcanzada la meta añorada, Ramos afronta el desafío más complicado de su carrera. Hay algo a su alrededor que ha dejado de obrar a su favor. Ciertos prejuicios en las gradas, desconfianza en los dirigentes, demasiadas dudas en su entorno y una actitud suspicaz en su entrenador, Carlo Ancelotti, que se traducen en filtraciones y juicios sumarios de sectores ruidosos de la crítica. De vez en cuando, en el Madrid operan tendencias autodestructivas. Fuerzas únicas —por absurdas— en el fútbol mundial. Inercias que, paradójicamente, se ensañan con aquellos que más orgullosos estuvieron, o están, de portar el brazalete de capitán.
Aparentemente, la crisis de Ramos es de origen pecuniario. Dicen en el club que fue inoportuno al reclamar una mejora de contrato porque la temporada pasada fue muy mala y él tiene un compromiso firmado por el que gana más que todos menos Cristiano. En el entorno del jugador advierten que no es el dinero lo que está en juego sino el respeto, y que Bale, Benzema o Di María ganan más a cambio de mucho menos.
En Pamplona se puso de manifiesto que Ramos no es ajeno a las amenazas que intuye a su alrededor. Lo dicen quienes conviven con él en el vestuario: le ven inquieto, ansioso por reafirmarse y demostrar su valor. Demasiado preocupado por rendir con nota el examen que imagina que debe aprobar cada partido. Porque el presidente Florentino Pérez le fiscaliza; porque la hinchada rumorea; porque personajes públicos (físicos y virtuales) que orbitan alrededor de los poderes fácticos del club le señalan por codicioso. Porque, en definitiva, todos en la plantilla saben interpretar las señales que emite el Madrid cuando alguien maquina cambios tajantes, siempre que se den las condiciones. Sucedió con el propio Hierro, con Raúl, con Higuaín, o con Özil. Sucede con Casillas y con Di María.
Suelen recordar los técnicos que el único defecto de Ramos es ser demasiado impulsivo en la toma de decisiones, cuestión que a veces le lleva a leer mal los partidos. En todo lo demás es un defensa superior, por técnica, por fuerza, por sentido competitivo, por compromiso y corazón. Posee tantas virtudes que es muy capaz de cometer errores tácticos como de subsanarlos sobre la marcha.
Ancelotti podría hacerle sentir su apoyo férreo. Sin embargo, el italiano le ha trasladado falta de fe. Hay jugadores que lo ven en los entrenamientos. Ancelotti es más proclive a lamentar sus defectos tácticos que a ponderar sus valores. Y no es que confíe más en la inteligencia de Pepe o de Varane, pero a los demás no les hace sentir su escrutinio diario. Incluso creen en el club que, de no haberse lesionado, Varane ya estaría ocupando el lugar de Ramos. Ese era el plan.
18 rojas
Con la tarjeta roja que vio el sábado en El Sadar, Sergio Ramos se consolidó como el jugador más expulsado de la historia del Madrid: 18 veces (13 en Liga; 3 en Champions y 2 en Copa). Le siguen en la lista Hierro (12); Guti (10); Sanchis (8) y Hugo Sánchez (7).
Ramos ha disputado un total de 371 partidos con el Madrid, lo que da una media de una roja cada 21 partidos. Ya es el séptimo jugador más expulsado de la Liga. Sin embargo, con la selección española ha jugado 115 partidos y no ha sido expulsado nunca.
El ranking de los más expulsados en Liga es:
1. Aguado y Pablo Alfaro (18). 2. Juanito (17). 3. Patxi Salinas (15). 4. Santi Denia y Hierro (14). 5. Pochettino, Lopo, Marchena y Ramos (13).
Ramos también es el jugador español con más expulsiones en la Champions (3 en 67 partidos); a una tarjeta roja de la marca de Edgar Davids (4 en 74).
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