La Murta anestesia al Madrid
El equipo de Ancelotti apenas remata ante un Olímpic organizado que suma ocho partidos sin encajar un gol Isco fue el mejor de los visitantes, que sufrieron la dureza del césped artificial
Al Madrid se le atragantó anoche un campo muy duro y un rival minuciosamente trabajado, muy por encima de lo previsible en su categoría, la Segunda B. El Olímpic le aguantó el tipo hasta el final, apenas le concedió ocasiones y redujo a la mínima expresión el abismo que los separa: más de 500 millones de presupuesto frente a menos de 400.000 euros. El entusiasmo y la ilusión a veces pueden con todo. El Madrid no se sintió amenazado y sus jugadores están convencidos de resolver la eliminatoria en el Bernabéu. Pero a Ancelotti le quedó un regusto amargo. Y sobre todo a Morata, desacertado toda la noche en La Murta. Para los seguidores reunidos en este estadio, un histórico de la Tercera valenciana, el partido fue un acontecimiento memorable. “¡Que bote La Murta!”, cantaban las gradas, al ver que la noche conducía al 0-0.
O. Xàtiva, 0 - Real Madrid, 0.
Olímpic de Xàtiva: Francis; Kike Alcázar, Mendoza, Pepín, Peris; Samuel, Rifaterra (Álex Vaquero, m. 76); Dennis, Marenyá (Pifarré, m. 81), Belda; y Christian (Pau Franch, m. 65). No utilizados: Jacobo; y Mosquera.
Real Madrid: Iker Casillas; Carvajal, Nacho, Sergio Ramos, Arbeloa (Marcelo, m. 46); Casemiro, Illarramendi; Di María (Benzema, m. 58), Isco (Modric, m. 74), Jesé; y Morata. No utilizados: Diego López; y Pepe.
Árbitro: Fernández Borbalán. Mostró tarjeta amarilla a Casemiro, Kike Alcázar, Modric y Pifarré.
Unos 9.000 espectadores en el Camp Muncipal de La Murta.
La excitación de la gente de Xàtiva ante los futbolistas del Real Madrid presidió el comienzo del choque. Isco parecía el más dichoso al ver el nerviosismo de la chiquillada con solo acercarse a ella. Les regaló su camiseta de calentamiento. Después sería el más destacado de su equipo. Tras el minuto de silencio dedicado a Nelson Mandela (queriéndose redimir del que no le concedieron a Nin Marín, el portero fallecido del Girona B, hace un mes), el Olímpic arrancó con una claridad inesperada. Ni un pelotazo de más ni una carrera de menos. El conjunto de Toni Aparicio demostró por qué es una eminencia táctica dentro de su categoría: suma siete partidos sin encajar un gol. Defiende muy lejos de su área y con una organización impecable. Comandado por un mediocentro de 39 años, Rifaterra, que dirigió la recuperación y el despliegue con una sencillez extraordinaria. Era el “colofón” de su carrera, había anunciado, y lo disfrutó desde el primer minuto. La Murta, orgullosa, despidió de pie a sus chicos tras la primera parte. Y, camino del descanso, Rifaterra se cobró una pieza muy preciada: la camiseta de Iker Casillas. La guardó celosamente en su bolsa y se dispuso a reaparecer.
Ancelotti asomó su cabeza plateada por encima del vestuario visitante a la media hora. Su equipo solo había disparado una sola vez a puerta, una: Casemiro cabeceó flojo y picado un centro de Di María desde el interior derecho en el minuto 24. Solo los caracoleos de Isco parecían conciliarse con las asperezas del campo (césped artificial de primera generación) y la perfecta sincronización defensiva del rival. La peor parte se la llevó Morata. Como punta de referencia, estuvo especialmente desubicado. No le ayudó ni la dureza del piso ni la marca pegajosa de los centrales sebatenses (Mendoza y Pepín).
El juego se desarrolló lejos de las áreas. En un ronroneo inocuo en el centro del campo. Al Olímpic le faltan delanteros. Los del Madrid se sintieron fuera de onda. Y se marcharon a las casetas tras el primer tiempo con la sensación de ni siquiera haber entrado en calor, congelados por la sinfonía defensiva de un adversario dos categorías por debajo. Y un presupuesto infinitamente inferior.
Pero las leyes del fútbol se marcan a fuego en el terreno de juego. Y ahí Ancelotti entendió que debía actuar para recuperar el orden natural. Optó por Marcelo como recambio de Arbeloa y mandó calentar a Benzema, tan pegado en la banda a la gente que apenas podía moverse sin tocarla. Antes de ser suplido por Benzema, Di María dejó solo con un pase a Isco ante Francis, pero el malagueño erró el remate. Los cambios reactivaron al Madrid al tiempo que el Olímpic comenzó a notar el desgaste. Eventualmente, la parte más radical de la hinchada, ubicada tras uno de los fondos, le dedicó a Marcelo el “uhhh” racista.
Isco levantó la admiración de la Murta. Primero con una batería de regates muy secos y después con un pase indetectable para dejar ante Francis a Morata, que cruzó demasiado con la zurda. Aparicio también advirtió que su delantero (Christian) estaba fundido y lo sustituyó por Pau Franch. El caño de Modric a Samu fue una delicatesen final sin traducción en las áreas, territorio prohibido para un Madrid anestesiado anoche en La Murta.
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