El Espanyol ni las ve venir
La Real Sociedad, descosida primero por Sergio García, se rehace y vence (1-2) con el balón como argumento
Saque de puerta, falta en campo propio o situación mínimamente comprometida. Lo mismo le da al Espanyol, que resuelve cualquier encrucijada con un pelotazo largo, siempre en busca de la carrera por el costado y a la espera de una segunda jugada generosa. Pero si el balón toca suelo, hay una premisa ineludible: pelota al bueno, pelota a Sergio García. Y con eso, sazonado por un ejercicio tan solidario como esforzado, le bastó al Espanyol para desnaturalizar durante un acto a la Real Sociedad, todavía pálida y desnortada por la eliminación europea. Pero al equipo txuriurdin le sobra fútbol, también orgullo, y tras instalarse en campo ajeno se rehízo con el balón en los pies, hasta el punto de que Griezmann logró las tablas y Stuani se coló un autogol. Ni las vio venir el Espanyol, más ocupado en restar espacios que de crearlos.
Resulta que para Aguirre lo principal no es descuajeringar al rival a través de la circulación, sino que se ocupa y preocupa de difuminarlo desde la alineación para después tratar de expresarse. Un juego primitivo y deficiente, al menos con la clase atildada de la Liga, como lo es la Real, que se define con el esférico entre los pies, lejos de proponer partidos de tenis o provocar tortícolis al aficionado.
ESPANYOL, 1; REAL SOCIEDAD, 2
Espanyol: Casilla; Javi López, Colotto, Moreno, Fuentes; David López, Raúl Rodríguez; Stuani, Sergio García (Pizzi, m. 83), Víctor Álvarez (Simão, m. 59); y Córdoba (Torje, m. 49). No utilizados: Germán; Víctor Sánchez, Capdevila y Abraham.
Real Sociedad: Bravo; Carlos Martínez, Mikel González, Íñigo Martínez (Ansotegi, m. 63), De la Bella; Markel, Ros (Pardo, m. 65), Prieto; Vela, Agirretxe (Seferovic, m. 78) y Griezmann. No utilizados: Zubikarai; Elustondo, Cadamuro y Oyarzun.
Goles: 1-0. M. 31. Córdoba. 1-1.- M. 69. Griezmann. 1-2. M. 88. Autogol de Stuani.
Árbitro: Teixeira Vitienes. Amonestó a Córdoba, Stuani, Íñigo Martínez, Fuentes, Javi López, Mikel González y Seferovic.
Cornellà-El Prat. 14.575 espectadores.
No le ocurre lo mismo al Espanyol. Sin un once fijo porque no ha dado con la tecla, Aguirre sigue dando tumbos en sus dibujos. Y no tiembla ni una pizca, por más que Verdú en el curso anterior fuera la catapulta ideal, Pizzi su única exigencia veraniega y Víctor Sánchez el único que pone pausa y toque en el eje. El primero juega en el Betis, el segundo se ha acomodado en el banquillo y el tercero no salió de inicio porque premió al equipo que retorció al Rayo la semana pasada. Cornellà, con el tembleque porque no había un solista que compusiera fútbol, se tiró los brazos a la cabeza. No así el equipo, vigoroso e inmune al desaliento, como si en cada balón le fuera la vida. Motivación extra para unos jugadores que atienden religiosamente al principal mandamiento del técnico: el que juega bien, sigue en el equipo. Y, entre tanto esfuerzo, siempre queda sitio para Sergio García, el quiebro hecho persona, el futbolista con chistera.
Con Córdoba en la punta de ataque —zanahoria de Aguirre—, Sergio actúa de enganche, un tanto más exigido en defensa pero liberado en ataque, donde no le atornillan dos centrales y donde factura rivales y descosidos. Regate, balón pegado a la bota, cabeza arriba y pase al hueco, caramelos con sello y a domicilio. Como ese que le regaló a David López, que rompió desde la segunda línea para plantarse ante Bravo, para meter la cuña de la bota y hacer un globo donde el balón, caprichoso, le siseo al poste por fuera. O como ese despeje con sentido de Héctor Moreno que validó Sergio al dejar pasar el esférico entre sus piernas hasta cruzarse en la carrera de Córdoba, también solo ante el meta. Pase y remate, esencia de Aguirre, vida para el Espanyol. Poco, sin embargo, para descomponer a la Real Sociedad.
Tiró el equipo txuriurdin de su juego de trilero en las posiciones adelantadas, con permutas perennes. Al principio, la bolita no llegaba, por lo que se contentó con la táctica rugby, esa que come metros a bocados para encerrar al rival. Entonces, ya al abordaje, pidió Prieto el balón, Pardo lo repartió y Griezmann pasó de molinillo —pedía desesperado el balón con los brazos— a punzón. Advirtió Agirretxe con un remate que acertó a escupir Casilla con la pierna y De la Bella no atinó a resolver el crucigrama del disparo. Pero lo consiguó Griezmann, que puso la cabeza a un centro medido de Vela —tanto que Casilla cayó en la trampa de salir, de zamparse el balón— y le secundó Pardo, que se centró desde el vértice del área grande y Stuani, torpe, puso el pie para hacerse un gol en propia puerta. Dos goles y un triunfo para la Real Sociedad; dos goles y un varapalo para el Espanyol —además de la lesión muscular de Sergio García a última hora—, apocado ante una propuesta resultona de fútbol, incapaz de salir ya del recibidor de su casa.
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