Sergio García, amo y señor en Vallecas
Un triplete del artillero y la prematura expulsión de Rubén siembran la goleada (1-4) del Espanyol ante el Rayo
Pese a las bajas y la sombra del descenso, ya se sabe, el estilo es una cuestión innegociable para Paco Jémez. Volvió a dibujar el técnico una versión pizpireta, impregnada de toque y verticalidad, vistosa como pocas en esta Liga. Juega el Rayo como los ángeles y disfruta con la propuesta Vallecas, pero ocurre que, en este curso, el equipo madrileño adolece de falta de pólvora y sufre una hemorragia en la retaguardia. Por si fuera poco, en esta jornada se topó con un ogro despiadado, ávido de sangre, encarnado en el Espanyol. Aturdido por las bofetadas encajadas en las últimas fechas, el cuadro blanquiazul precisaba una reacción para no caer al fango. Y esta llegó. Zorro viejo, Javier Aguirre tiró de laboratorio, plantó un dique y delegó la fase más creativa en Sergio García, artista y remiendo, faro del Espanyol, soberano. Amo y señor este domingo en la calle Payaso Fofó.
RAYO, 1- ESPANYOL, 4
Rayo Vallecano: Rubén; Tito, Arbilla, Galeano (Larrivey, m.54), Nacho; Trashorras, Saúl; Lass, Jonathan Viera, Iago Falque (Embarba, m.77); y Bueno (Cobeño, m.26).
Espanyol: Kiko Casilla; Javi López, Colotto, Héctor Moreno, Fuentes; Torje (Stuani, m.46), David López, Raúl Rodríguez, Víctor Álvarez (Simao, m.61); Jhon Córdoba (Alex, m.70) y Sergio García.
Goles: 0-1: M.26 Sergio García, de penalti; 0-2: M.51 Sergio García, de penalti; 1-2: M.81 Saúl; 1-3: M.83 Sergio García; 1-4: M.85 Stuani.
Árbitro: González González (comité castellano-leonés). Amonestó a Viera (m.17), Nacho (45) y Arbilla (50), del Rayo; y a Torje (21), Víctor Álvarez (61) y Córdoba (65), del Espanyol. Expulsó con roja directa a Rubén (m.25).
9.000 espectadores en el estadio de Vallecas.
No ocultó sus cartas el conjunto catalán. Desde el chiflido inicial entregó la pelota a su adversario y se agazapó como una mangosta, a la espera de un resbalón o de que las musas inspirasen a su mejor solista. Atendió la llamada Sergio García, al que un buen detalle técnico le dejó mano a mano con Rubén, en carrera. Dribló el artillero, pícaro como pocos, lo suficiente como para dejar atrás al guardameta, forzar la pena máxima y también la expulsión del arquero cuando ni siquiera se había cumplido media hora de partido. Incrustó acto seguido el balón en el ángulo izquierdo, pese a la coreografía disuasoria de los Bukaneros, brazos de un lado al otro al unísono, un guiño al célebre bailoteo de Grobbelaar.
Podía haber noqueado el golpe al Rayo, siempre insurrecto, rebelde ante el crudo devenir del electrónico. Pero no se amilanó el equipo de Jémez. Sacrificado Bueno para poder dar entrada a Cobeño, los fanjirrojos se mantuvieron fieles a la hoja de ruta de su técnico. Ni un solo paso atrás, combinación, volantes incisivos y los extremos bien abiertos. Enfrente, sin embargo, un acorazado. El camaleónico equipo de Aguirre, impenetrable, premiado por su erosión, volvió a voltear a su adversario nada más arrancar el segundo acto. Córdoba, un gigantón con un chasis de acero, recortó con el exterior, en seco, y fue derribado por Arbilla. En el punto de cal, de nuevo, Sergio García, tan certero como la vez anterior, en esta ocasión con un golpeo de seda que entró por el centro.
Enfilada la victoria, cómodo sobre el tapete, el Espanyol se relamía al contragolpe. Encontró, sin embargo, la respuesta de su oponente en el tramo final. Trashorras, el arquitecto rayista, sirvió medido para que Saúl cabecease a la red y aportase suspense. Un espejismo, porque el genio volvió a salir de la lámpara. Sergio García, recursos por doquier, seis goles ya en el campeonato, controló en el interior del área con el empeine, aguantó la carga de dos zagueros y embocó con la puntera para desesperación de la grada, que aún tuvo que soportar un último latigazo en la espalda con una cabalgada de Stuani.
Quebrada la mala racha –había sumado un punto en los últimos cuatro compromisos–, toma aire el Espanyol, asomado ahora a la balaustrada de las plazas europeas. Y no pierde, pese a todo, la fe el Rayo, cuya fórmula enaltece al fútbol, pero que esta campaña no consigue escapar del atolladero.
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