La victoria como hábito

Con la victoria como hábito y el impulso de su rotación como inercia, el Madrid superó una mañana plomiza para firmar su cuarta victoria en la Liga en otras tantas jornadas. El líder, trompicado por momentos por un meritorio Bilbao Basket, disipó las nubes gracias a la faena y el oficio de su capitán Felipe Reyes (10 puntos y 12 rebotes), al tacto y la inventiva de Sergio Rodríguez (17 puntos y 9 asistencias), al brío y la generosidad de Llull (12 puntos y 8 asistencias) y a la brega efervescente de Bourousis (13 puntos -todos en el primer cuarto- y 8 rebotes. Una alternancia incontenible llevó de nuevo a los de Laso a la rutinaria frontera de los 90 puntos, la media habitual este curso (92-75, al final).

Con Draper y sin Rudy en el quinteto, el ecosistema blanco se trastocó levemente de inicio, aunque no pareció resentirse su ataque por ello. Tras el salto inicial, los mismos equilibrios indescifrables para el rival, la misma versatilidad inabarcable. Ante el Bilbao, Bourousis comenzó haciendo de Mirotic, remarcando el valor diferencial que ha aportado su llegada. La imponente actuación del pívot griego desmontó de un plumazo las buenas intenciones de Rafa Pueyo. Anotó 13 de los 23 puntos de su equipo en el primer acto, además de sumar cinco rebotes, una recuperación y dos faltas recibidas en ese tramo, y agarrado a su impulso el líder dio el primer estirón en el marcador (23-9, m. 8).

Blanco sobre negro, el Madrid volvía a destartalar a su asustadizo rival como ya hiciera en el primer partido oficial del curso. En aquella ocasión, en la semifinal de la Supercopa, los de Laso se impusieron por 39 puntos de renta (100-61). En esta, el Bilbao tiró de propósito de enmienda para contener a la fiera. Los ajustes en defensa y la inopinada aparición de Dairis Bertans frenaron con firmeza la fuga de los locales. 15 puntos del escolta letón, de 24 años y 1,93 m, permitieron rearmarse a los hombres de negro en la pizarra y en el marcador tras un parcial de 0-11 (23-21, m. 11).

A la ausencia de Rudy se sumó la destemplada mañana de Mirotic y Carroll

Superado el primer chaparrón el Bilbao paró a secarse los sudores fríos y bastó un suspiro para que el Madrid pusiera de nuevo en marcha las calderas. Sergio Rodríguez relevó a Draper en la dirección y subió varios puntos las revoluciones del partido. El Chacho afinó el contraataque madridista, descifró la defensa rival y afinó frente al aro. 12 puntos y tres asistencias del base canario en el segundo cuarto devolvieron la iniciativa al Madrid (49-37, m. 20). Sin embargo, la mañana no fluía como de costumbre. La ausencia de Rudy se reveló como definitiva (por precaución a causa de unas molestias en la espalda) y a ello se sumó la destemplada mañana de Mirotic y Carroll, negados de cara al aro. Tampoco aportó su cuota arrebato un ofuscado Mejri (0 de 4 en tiros libres, dos faltas en ataque y una pérdida de balón en menos de ocho minutos) que dejó crecer la figura de Kavaliauskas.

Alrededor del pívot lituano de 2,08 m, bien secundado por la brega de Mumbrú (15 puntos y 9 rebotes) y Hervelle, el Bilbao se afianzó en la pelea bajo los aros y estabilizó su persecución en la frontera de los 10 puntos de desventaja. Pero para entonces se había mojado la pólvora de Bertans y con ella el ataque visitante mientras que en el Madrid seguían desperezándose piezas. El tercer cuarto fue cosa de Llull que, con la aportación episódica de Dani Díez, gestionó el ataque blanco al tiempo que Felipe Reyes, en otra oda a la regularidad y el oficio, equilibraba el capítulo reboteador. El trabajo de su capitán -que ya es el 14º en la lista de anotadores de la historia de la ACB tras alcanzar a John Pinone- y la potente inercia de su rotación, superior a la de la mayoría de contrincantes incluso cuando le falta alguna pieza, selló la marcha definitiva en el marcador (89-69, m. 38). Así llegó la cuarta victoria del curso de un líder excelso incluso en las mañanas nubladas.