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El ‘lehendakari’ gobierna en Vallecas

Xabi Alonso regresa a la titularidad, pero solo aguanta 45 minutos

D. TORRES
Xabi Alonso, después de una entrada a Nacho.
Xabi Alonso, después de una entrada a Nacho.Chema Moya (EFE)

Xabi Alonso tiene 32 años. Después de cinco meses de inactividad ha perdido poderío físico pero la experiencia y el sentido del espacio son imperecederos y acumulativos. Pocos volantes en el mundo tienen su visión, su olfato para husmear la siguiente jugada, propia y ajena. Alonso fue titular en Vallecas por primera vez en la temporada. A los dos minutos de partido hizo una anticipación cuando el Rayo estaba volcado sobre el área del Madrid con cinco jugadores buscando el remate. El vasco estiró la pierna, interceptó un pase, y con el mismo toque, ahorrando procedimientos, orientó el balón hacia Pepe, que jugó para Modric, que jugó con Cristiano. El torbellino sorprendió al Rayo Vallecano volcado, expuesto. La velocidad de Cristiano, su osadía para tirar el caño a Gálvez, y su genio definidor, culminó en el 0-1 que abrió el partido. Pero todo se encauzó con un toquecito de Xavi Alonso. El toquecito del estratega, el administrador, el lehendakari.

La geografía del estadio de Vallecas es la más intrincada de toda la Primera División. Al noroeste se levanta el fondo que ocupan Los Bucaneros, el grupo de hinchas más extremistas, de espaldas a la calle Payaso Fofó. La peña recibió a su equipo con una pancarta gigante que rezaba un eslogan improvisado en el barrio: “Somos pobres con orgullo, con cojones como puños”. Al otro lado, al sureste, no hay grada. Allí se eleva un muro blanco de unos 15 metros que impide que los balones altos se vayan al patio interior del último condominio de la calle Sierra del Valle. Contra esa pared se arrinconó el Madrid, alrededor de su portería. Cedió la pelota al Rayo Vallecano y se dedicó a esperar el contragolpe.

El entrenador, Carlo Ancelotti, llevaba meses esperando la reaparición de Alonso para que le gestionara estas situaciones. El vasco cumplió mientras aguantaron sus pulmones. Pero el planteamiento expuso lo inexplicable: el Rayo, el presupuesto más bajo del campeonato, con siete millones de euros, movió la pelota con más sofisticación que los visitantes, con más de 500 millones de ingresos, el club más acaudalado del planeta.

Con la sustitución del mediocentro el Madrid perdió referencias y orden. Se resquebrajó

El Madrid se acantonó entre su defensa, comandada por Alonso, y la pared. Así, y lanzando contragolpes, se puso 0-3. Los comentaristas en las cabinas dedicaron el descanso a calificar de imprudente el planteamiento del entrenador local, Paco Jémez. Arreciaban los mensajes contra el juego de posesión en las redes sociales. La crítica radiofónica se inclinaba por juzgar como inteligente la postura madridista impulsada por Ancelotti. Así hasta que los equipos volvieron del vestuario. No estaba Alonso, relevado por Illarramendi. Faltaba el lehendakari. El juego del Madrid perdió referencias, orden. La defensa se resquebrajó. A los 15 minutos el Rayo se había puesto 2-3.

“¡Sí-se-puede!”, vociferaba por la megafonía el animador del estadio. “¡Sí-se-puede…!”. Barak Obama inspiró la retórica de la reacción. En el campo el Rayo tuvo estadistas, tuvo a Trashorras y a Saúl. El Madrid, sin un dirigente, fue solo un montón de dinero invertido en jugadores. Paradojas del fútbol, en la deprimida Vallecas, la gran potencia mundial salvó su ventaja como pudo no como quiso.

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Sobre la firma

D. TORRES
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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