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Djukic está otra vez en el alambre

El Valencia, sin fútbol, se despeña ante un Almería que logra su primera victoria esta temporada

Dubarbier y Jonas pugnan por un balón.
Dubarbier y Jonas pugnan por un balón.J.C. CÁRDENAS (EFE)

Nunca un entrenador había tenido tantos apoyos en el Valencia como Djukic. De la hinchada, de los medios y de la presidencia, prometiéndole su continuidad hasta el final, pasara lo que pasara, en la primera crisis de hace un mes. Tres victorias consecutivas hicieron pensar en una nave enderezada tras el respaldo institucional. Pero no. El fútbol, o la ausencia de él, lo ha vuelto a poner sobre el alambre. Ni siquiera un polémico penalti a favor ante el colista permitió al Valencia liberarse de esta pesadilla. Desbordado Djukic en todas las líneas, su equipo zozobra castigado sobre todo por una pésima delantera, incapaz de dar ni un simple arañazo, echando de menos a Soldado hasta el paroxismo. El presidente Salvo, de viaje en Singapur, debe elegir entre su palabra de mantener al técnico serbio o el intento de salvar la temporada.

Valencia, 1 - Almería, 2

Valencia: Alves; João Pereira, Ricardo Costa, Mathieu, Guardado (Bernat, m. 41); Javi Fuego, Parejo; Feghouli (Alcácer, m. 83), Jonas, Fede (Canales, m. 64); y Postiga. No utilizados: Guaita, Víctor Ruiz, Romeu y Pabón.

Almería: Esteban; Nelson, Pellerano (Aleix, m. 46), Trujillo, Torsiglieri, Dubarbier; Ramón Azzez, Verza; Suso, H. Barbosa (Soriano, m. 58); y Rodri (Óscar Díaz, m. 88). No utilizados: Ustari, Tébar, Raúl García y Corona.

Goles: 1-0. M. 34. Jonas, de penalti. 1-1. M. 63. Torsiglieri, de cabeza. 1-2. M. 70. Aleix, tras rebotar en un defensa.

Árbitro: Prieto Iglesias. Amonestó a Dubarbier, Barbosa, Pellerano, Nelson y Suso.

Unos 25.000 espectadores en Mestalla.

El Almería vivió su gran noche en Mestalla, liderado por la zurda de Suso y oxigenado por la velocidad de Aleix. Francisco aplaudía a sus muchachos con un entusiasmo inabarcable. Sus jugadores se abrazaron con rabia en el centro del campo. Algunos se dejaron caer exhaustos a besar el césped. Había reaccionado a todo tipo de adversidades. Por fin un premio tras 10 jornadas de sinsabores.

A partir de los pases de Parejo, el cuadro de Djukic fue entrando en calor, pisando el área almeriense, favorecido por un supuesto penalti de Rodri al tocar un balón con las manos tras un forcejeo en el salto con Ricardo Costa. Esteban y sus defensas entendían que Rodri había sido empujado previamente por el zaguero portugués. Así lo pareció. Jonas, desde los 11 metros, marcó a media altura y por el centro.

El Valencia jugó más suelto tras el gol. Pertrechado con tres centrales, el Almería sabía que sus opciones pasaban por hurgar en el sistema nervioso de Mestalla. Suso trataba de darle un atajo hacia la portería de Alves. Pero el gol fue una losa para la zaga almeriense, histérica durante un rato a la hora de sacar el balón. Así que Francisco soltó lastre en descanso al retirar un defensa (Pellerano) por un extremo (Aleix).

Aunque al principio la voluntad del Almería de crear juego chocara con sus limitaciones. Pero eso tiene remedio a balón parado, sobre todo si dispones de un lanzador de córner como Suso y de un tipo gigantesco como Torsiglieri en el primer palo para cabecear. Alves, como casi siempre, se había quedado en la raya de gol.El Valencia había entrado ya en una fase de inanidad. Nada por aquí, nada por allá. Hasta Parejo dejó de tener peso porque nadie se movía a su alrededor. Arriba, el Valencia era una momia. En verano cambió un Ferrari (Soldado) por un 600 (Postiga).

Y Suso empezó a cobrar protagonismo. Desde el interior derecho, manejó el juego con la dulzura y la determinación que le caracteriza, eligiendo qué ataque quería, beneficiado por la entrada de Aleix, una bala arrancando desde el extremo derecho. Desde allí se recorrió en diagonal toda el área valencianista hasta empalmar a gol con el alma. Djukic permanecía sin saber cómo reaccionar. Los cambios, a destiempo y sin ninguna repercusión, alargaron la agonía de un Valencia inmerso en una mediocridad imparable. Salvo, desde Singapur, debe tomar la palabra.

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