El Barça juega a la carrera
El equipo azulgrana pierde posesión y retórica en su fútbol a cambio de verticalidad, al tiempo que Messi, poco participativo frente al Madrid, chirría como extremo
Una de las tareas más complicadas de Pep Guardiola, según se supo desde el Bayern de Múnich, es la misión de hacerle entender al eje del equipo, el grupo alemán, que no hay prisa por llegar al marco contrario. Si se agita y remueve el cuero con diligencia y precisión se crean huecos hasta alcanzar la cocina. El mensaje de Martino en el Barça, sin embargo, por más que respete los rondos cruyffistas y la identidad del pase que instauró Guardiola, es diverso porque no quiere pausa tras la recuperación, sino un arreón que descascarille a un rival en fase de recomposición. Y, aunque menos plástico que entonces, con un juego tan acelerado como vertical, el Barça resulta competitivo, suficientemente poderoso para doblegar al Madrid.
“Hay que dominar más los partidos y que los rivales no nos lleguen tanto”, advierte Iniesta
Admitía el director deportivo, Andoni Zubizarreta, que antes de fichar a Martino hablaron largo y tendido por teléfono sobre fútbol y sobre el estilo del Barça. “Quería, imagino, asegurarse de que se respetara lo existente”, cuenta el técnico. Por eso, después de varios partidos, cuando se le cuestionó sobre sus variantes, con cambios de orientación repetidos y contragolpes tras la recuperación, Martino, molesto, respondió: “Mantenemos el 66% de posesión como el año pasado. Aunque entiendo que cuando un equipo ha rayado la excelencia futbolística siempre se va a hablar de ese tipo de cuestiones, todavía más cuando el entrenador no es de la casa ni holandés”. Pero el Rayo se impuso en la tenencia del cuero por primera vez en un duelo oficial desde la era Guardiola —el Bayern del mismo Pep le hizo lo propio en pretemporada—, y el Madrid redujo el sábado las diferencias, por más que en ocasiones no supiera qué hacer con el balón. Así, el Barça se quedó en el 54% de posesión (46% los blancos), cuando en los dos clásicos ligueros anteriores alcanzó el 67%, llegó al 73% hace dos cursos y firmó el 62% el día que zarandeó por 5-0 al equipo de Mourinho. “Nos queda para llegar a la mejor versión y si no fuera así, no optaremos al final del año a todos los títulos”, advirtió Iniesta; “hay que dominar más los partidos y que los rivales no nos lleguen tanto”.
El equipo de Ancelotti le discutió el esférico, el mismo que el Rayo y el Bayern le quitaron
Para gobernar los duelos, sin embargo, el Barça debe guardar el esférico o, al menos, rematar más que el contrario. Exigencias que no se dieron frente al Madrid, que ejecutó seis disparos, uno más que los azulgrana. Y siempre que llegaron con peligro fue a la carrera, con pases de Iniesta —“nos da ese desequilibrio, el uno contra uno”, deslizó Zubizarreta— que restaban una o dos líneas de presión, con sprints de los puntas y resoluciones instantáneas. El gol de Neymar fue una transición vertiginosa tras un pase interior y una conducción de Iniesta. Y pudo hacer otro el 11 al recibir una asistencia kilométrica y por arriba del mismo Iniesta, solo escupida por Diego López. No atajó, sin embargo, la vaselina de Alexis, que llegó de nuevo gracias a un pase vertical y al galope de Neymar. Incluso Alves dispuso de una ocasión estupenda, después de conducir 50 metros por la banda y sonrojar a Ronaldo con un caño. Sin pausas; por piernas. Solo contó un par de disparos —desde fuera del área— con jugadas elaboradas: uno de Neymar, dócil y a las manos del meta; y otro de Iniesta, rebotado en Khedira. Poco se supo de Messi.
La Pulga, que no coge el hilo a la competición porque acumula lesiones, aunque mantiene su capacidad goleadora, evidenció que no está al punto, perezoso en la fase defensiva con la aquiescencia del técnico, poco participativo y desatinado en la definición, con 13 pérdidas de balón (una supuso el tanto del Madrid) y un golpeo demasiado cruzado. La ocasión llegó tras un pase interior y raso de 40 metros de Iniesta.
Descolocado por el cambio de planes de Martino, que le situó de extremo para dar la mediapunta o el falso 9 a Cesc, Messi ofreció desidia defensiva y convirtió el esquema durante muchas fases en un 4-4-2. Pero quedó lejos de capitalizar el ataque porque el Barça se inclinó al costado opuesto, donde Neymar reclamó balón y protagonismo. Simplificación, en cualquier caso, del juego, con Iniesta de quarterback y los buenos arriba, verticales y sin freno.
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