La copia supera al original
El Espanyol descompone al Atlético con sus mismas armas, con faltas tácticas y juego directo
Menos por menos es más. Esa es la fórmula del Espanyol, que retorció al Atlético en un ejercicio defensivo de lo más solidario, toda una resta de espacios, pases interiores, balones largos a la espalda de la zaga y unos contra uno. Un duelo táctico que discutió con el espectáculo, pero también un partido que refrescó la efervescencia de la que presumió el Espanyol al inicio de curso, después olvidada porque, creído, se dejó. Poco pudo replicar el Atlético, también tacaño con el fútbol, remitido a la inspiración de Koke y al remate de Diego Costa, dos armas que no chirriaron, pero que tampoco descascarillaron al equipo blanquiazul, impecable atrás y afortunado en área rival.
ESPANYOL, 1; ATLÉTICO, 0
Espanyol: Casilla; Javi López, Sidnei, Héctor Moreno, Fuentes; Abraham, David López (Raúl Rodríguez, m. 82); Lanzarote (Álex, m. 70), Pizzi (Stuani, m. 73) Simão; y Sergio García. No utilizados: Germán; Thievy, Capdevila y Colotto.
Atlético: Courtois; Juanfran, Alderweireld, Godín, Filipe Luis; Raúl García (Arda Turan, m. 58), Gabi (Adrián, m. 62), Mario Suárez (Cristian Rodríguez, m. 77), Koke; Diego Costa y Villa. No utilizados: Bounou; Giménez, Insúa y Tiago.
Goles: 1-0. M. 54. Courtois, en propia meta.
Árbitro: Fernández Borbalán. Mostró la cartulina amarilla a Raúl García, Héctor Moreno, Koke, Javi López, David López, Sergio García, Cristian Rodríguez y Courtois.
Cornellà-El Prat. 26.711 espectadores.
Resulta que los librillos de Aguirre y de Simeone guardan abundantes similitudes porque ambos se esmeran en simplificar el fútbol, siempre con la destrucción antes que la alhaja, con la falta táctica como signo distintivo, con las jugadas de estrategia por bandera. Entienden, además, que el juego directo reduce riesgos y costes, sobre todo porque nunca les pillan descolocados. Dos copias con la expresiva diferencia de que el Espanyol riñe con el talento y al Atlético le sobra el ingenio y el gol, también el descaro y la fe.
Nada que ver con lo que promovía hace un par de años, cuando Gregorio Manzano fue destituido porque se tocaba mucho balón y había pocos triunfos, cuando se daban bandazos por la carretera pupas, con sucesivas ojerizas de la grada a jugadores y técnicos. Pero el ya centenario Simeone —cifra redonda que cumplió anoche— anestesió todos los dolores de muelas, capaz de amplificar y doblegar a las pretensiones, además de convencer a los futbolistas para jugar sin adornos ni algarabías, con más corsés defensivos y, sobre todo, eficacia ofensiva. Pero no ocurrió lo mismo en Cornellà, donde el Atlético perdió por primera vez y se le escurrió la oportunidad de ser líder, toda vez que el Barça igualó en campo de Osasuna, además de poder firmar el mejor inicio de la historia de la Liga, registro del Madrid del curso 1968-69 con nueve victorias.
Con poco toque y muchas tarascadas, la consigna básica de los dos equipos era actuar de cortafuegos frente a la embestida. Intensidad en el eje, faltas oportunas, negación de espacios, líneas apretadas y la destrucción por definición. Amalgama de jugadores en apenas 30 metros; escaso fútbol y diversión. Pero nada, en cualquier caso, que reduzca a Diego Costa, que se mide contra el mundo y lo vence con frecuencia, porque no hay sacudida que lo tumbe ni pillería que no ejecute.
Arrinconado Villa al papel secundario, con la generosa tarea —con El Cholo o se es solidario o no hay tutía— de tirar desmarques de arrastre porque el balón no le llega a sus botas, sino al verdadero nueve, que es Diego Costa, frontera y epicentro de cualquier ataque. Se marcó dos zigzags que quitaron el hipo a Cornellà y no remató a gol porque hasta seis rivales se le colgaron de la espalda. Faltó la llegada desde la segunda línea, desconectado Raúl García del envite, con Mario y Gabi más pendientes del retrovisor que del frente. No así Koke, mayúsculo a cada duelo que pasa, maduro con 21 años porque ya se le satirizó en su pubertad, el nuevo Beckham en el lanzamiento de faltas, además de todo un ingeniero de pases verticales como el que descompuso al Bernabéu. Y frente al Espanyol se reafirmó con un golpeo que casi se convirtió en gol olímpico; con un remate a centro de Diego Costa —que se salió airoso de otro de sus caracoleos— que solo el poste acertó a escupir.
Tardó en rechistar el Espanyol, sin profundidad por los costados ni fortuna (o actitud) en las segundas jugadas, anónimo porque los pelotazos de Héctor Moreno o David López no encontraron continuidad. Pero sí se significó Sergio García, otro Lazarillo por sus bribonadas, habituado a ganarse el pan en solitario y en tierra hostil. Meció primero un melón para asistir a la llegada de Lanzarote, que chutó con el alma, pero en dirección Courtois; y después le ganó la posición al interesante y debutante Alderweireld. No cogió el remate, pero sí bastó para incomodar a Courtois, que estiró la pierna en acto reflejo y la puntera de la bota actuó de cazo, de gancho para colarse el balón en propia puerta.
Noche de reafirmación para el Espanyol, que con brío compite contra cualquiera, y de varapalos para el Atlético, abatido ante un rival que aplicó su misma medicina hasta el punto de que la copia pudo con el original.
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