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Matthews reina en el lago de los sprinters

El velocista australiano se impone en Sanabria tras medir adecuadamente la enésima fuga

Matthews celebra el triunfo en línea de meta.
Matthews celebra el triunfo en línea de meta.José Jordán (AFP)

Se suponía que los sprinters, pocos, habían venido para algo. Se sabía que los sprinters son una clase media en período de extinción en las grandes Vueltas y que su presencia es más celebrada y mejor acogida en carreras de un día, en circunstancias más tranquilas, en aquellas en las que se sigue el protocolo y a cada etapa llana, le corresponde un sprint seguro. El espectáculo hace algunos años que dejó a los velocistas en actores secundarios. Y en esto, en Puebla de Sanabria, se conjuran las circunstancias y entre el Garmin y el Orica dicen que cada cual a los suyo y que lo suyo era la etapa, tras un final sinuoso, pero suave como una maquinilla de afeitar. Y que tonterías las justas. Asi que a apretar los dientes, ajustar la mandíbula al manillar y tirar de corva y de zancajo para que el pedal ruede a más velocidad, mientras los riñones hacen el resto.

Y ahí apareció un australiano, Matthews, que prefirió irse de lejos, sorprendiendo el trabajo colectivo del Garmin, confiando en su golpe de pedal y dejando por detrás un reguero de los pocos sprinters que hay en esta Vuelta. Por allí cayeron Meersman, Arndt, Farrar, Boasson Hagen o Henderson, sorprendidos por un australiano impetuoso que voló como una ola australiana en zona de secano (aunque la playa de Los Enanos incite al mar artificial, pero más agradecido que la piscina).

CLASIFICACIONES

Etapa:

1. Michael Matthews (AUS/Orica-GreenEdge) 4h 28:22

2. Maximiliano Ariel Richeze (ARG/Lampre-Merida) m.t.

3. Gianni Meersman (BEL/Omega Pharma-Quick Step) m.t.

4. Niklas Arndt (ALE/Argos-Shimano) m.t.

5. Tyler Farrar (USA) Garmin-Sharp) m.t.

6. Edvald Boasson Hagen (NOR/Sky Procycling) m.t.

7. Anthony Roux (FRA/FDJ) m.t.

8. Greg Henderson (NZL/Lotto Belisol) m.t.

9. Daniele Ratto (ITA/Cannondale Pro Cycling) m.t.

10. Grega Bole (SVN/Vacansoleil-DCM Pro Cycling Team) m.t.

General:

1. Vincenzo Nibali (ITA/Astana) 18h 43:52

2. Christopher Horner (USA/RadioShack) a 03

3. Nicolas Roche (IRL/Saxo Tinkoff) a 08

4. Haimar Zubeldia (ESP/RadioShack) a 16

5. Alejandro Valverde (ESP/Movistar) a 21

6. Robert Kiserlovski (CRO/RadioShack) a 26

7. Rigoberto Urán (COL/Sky) a 28

8. Daniel Moreno (ESP/Katusha) a 31

9. Rafal Majka (POL/Saxo Tinkoff) a 38

10 Roman Kreuziger (RCH/Saxo Tinkoff) a 42

No, no hay sprinters de postín en la Vuelta, salvo los que preparan el Mundial por si el discurso quiere que se resuelva en la última palabra. Quizás eso hace más sorprendente la resolución del crucigrama de la última pedalada, aunque ayer Matthews la dejó dicha unos metros antes, cuando ya no escuchaba el soplido de Richeze o Meersman, que rumiaban su impotencia.

Se suponía que los sprinters, fueran quienes fuera, habían venido para algo. Y se sabía que los fuguistas iban a chupar cámara o buscar la caja de Pandora desde el primer al último día. Nadie sabe cuándo el pelotón decide apagar el foco y dejar que el preso salte la valla. Bueno, en cierto modo sí se sabe: o es al final, o es antes de una contrarreloj o después de una etapa reina. O cuando hace un calor de esos que espantan a los pájaros y excita a los mosquitos. Nada de eso ha llegado. Así que los fuguistas viven los avatares del pelotón sin saber muy bien por qué a unos les dejan huir al minuto cero y a otros les esperan 10 minutos. Cuestión de la clasificación por equipos. Piedra, Van de Walle, Courteille, Anacona y Edet tuvieron libertad vigilada desde el kilómetro 8 hasta el 170, cuando por momentos parecía que podrían intentar llegar. Y cuando Courteille hizo el último esfuerzo (al que se añadió Van de Walle) para dejar a los compañeros en la condición de hacer dudar al pelotón.

Pero el Garmin y el Orica estaban ciegos de éxito y con lo ojos bien abiertos para evitar despistes, que a veces se miden en segundos. Y midieron las diferencias. Y para abortar el desesperado ataque de Urtasun a dos kilómetros, por si empezaban los de atrás a mirarse y a no verse. Y el amago de Gilbert, por si sonaba la flauta o por si alguno de sus amigos del BMC se asomaba al balcón.

Todo murió en instantes de un kilómetro o menos, devorados por los velocistas que olían la meta como un veraneante el salitre u olor a hierba. Y ahí apareció Matthews para reivindicar el sprint, para demostrar la variedad del ciclismo, las distintas artes de la carrera. No todo es echar el pie a tierra en Ézaro, y el bofe por un costado; todo es también dejarse la planta de los pies y jugarse la mandíbula en el contoneo del manillar cuando huele a meta. Es decir a éxito. El placer del lago de los sprinters.

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