“El waterpolo es para supervivientes”
El portero de la selección española confía en que una victoria contra Grecia hoy sirva para evitar a Croacia e Italia en los cruces
Iñaki Aguilar es licenciado en Psicología y tiene un Máster en Formación del Profesorado. Además, es portero de la selección española de waterpolo. Nacido en el barcelonés barrio de Gràcia en 1983, hijo de un mítico pilier de la desaparecida sección de rugby del CN Barcelona, decidió de niño, viéndole jugar, que aquello del balón oval no era para él. Esta noche (21.30) vuelve con la selección a la pileta de la Picornell buscando una victoria ante Grecia, en el último partido de la fase de grupos.
Pregunta. ¿Por qué juega al waterpolo?
Si no hay dinero, bajarán las horas que le dediquemos, vendrán menos extranjeros...
Respuesta. Porque preferí no seguir los pasos de mi padre con el rugby y además, un médico le recomendó a mi madre que practicara la natación. En una de las primeras competiciones quedé muy mal y decidí dejarlo. Mi madre insistió en que nadara y me apuntó a la escuela de waterpolo del Barcelona y mira, encontré algo que me gustaba de verdad…
P. ¿Y por qué es portero?
R. Soy portero porque la vida me ha hecho así... No, en serio, por un cúmulo de circunstancias, por estar en el sitio correcto en el momento adecuado, supongo. Recuerdo mi primer entrenamiento de portero: faltaba el habitual y el entrenador nos dijo que nos fuéramos rotando. Me tocó a mí y ahí me quedé. Se me da bien y me encanta ese punto de responsabilidad máxima que te da el puesto. Disfruto mucho.
P. ¿El portero está loco?
R. O está muy loco o es bastante tranquilo y cerebral, no sé. Tiene un punto de agresividad y de ambición máxima porque te enfrentas a siete tíos que van a por ti. Nunca he metido un gol pero dudo que haya un subidón más grande de adrenalina que una parada en una piscina. Un portero es un poco distinto al resto, sí.
P. ¿Qué tiene esta selección diferente a la de Londres?
R. La gran diferencia es que no está Iván Pérez y que es insustituible. Sin él debemos llegar al 150 por ciento de entrega. Pero a ganas y ambición y jugando en casa no nos gana nadie. El problema es que somos el equipo anfitrión y eso a los rivales les motiva.
P. Cayeron contra Montenegro y se le vio muy cabreado.
R. Siempre que pierdes te vas cabreado, pero sabemos que trabajamos para ganar el partido y que a veces la pelota no quiere entrar, y por mucho que hagas... es una cosa simple del deporte de equipo, el balón y la portería. Sabemos que ganando a Grecia, en los cruces evitaríamos presumiblemente a Croacia e Italia.
P. ¿Existe una barrera emocional con los equipos balcánicos? Parece que no hay manera últimamente de ganarles.
R. No sé si es una barrera psicológica o una barrera balcánica, o qué es. Lo que está claro es que no podemos entrenarnos más ni machacarnos más de lo que lo hacemos. No tengo una fórmula mágica para vencerles pero es una situación algo engorrosa.
Dudo que haya un subidón más grande de adrenalina que una parada en una piscina
P. ¿Jugar sin boya puede ayudar?
R. Al final, siempre vas a tener a alguien jugando de boya, aunque sea un boya falso. Tenemos variantes y habrá que jugar nuestras armas, que las tenemos. Lo que está claro es que nuestro objetivo es que cuando lleguemos al último segundo del último partido salgamos de la piscina, ganando o perdiendo, pero con la sensación de haberlo dado todo, y eso está garantizado.
P. Está a punto de cumplir 30 años y 300 partidos en la selección, en un momento de crisis en el waterpolo. ¿Le preocupa el futuro de este deporte en España?
R. Espero que después de este Mundial le demos vitaminas, porque la cosa pinta mal, pero el waterpolo siempre ha sido un deporte de supervivientes y de valientes. No sé cómo, pero lo vamos a sacar adelante. No me gusta ser negativo y llorar. Si está mal, lo arreglaremos, no es la primera vez. Caemos y volvemos a crecer, siempre fue así. Para otros debe ser más preocupante porque antes no lo han vivido. En casa, imagínese, entre mi padre con el rugby y yo con el waterpolo... seguro que saldremos adelante, aunque es verdad que si no hay dinero, bajarán las horas que le dediquemos, vendrán menos jugadores extranjeros… pero saldremos adelante. Nunca fuimos un deporte de cobardes.
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