Djokovic se cita con Murray tras un partido salvaje
El serbio gana 7-5, 4-6, 7-6, 6-7 y 6-3 a Del Potro la semifinal más larga de la historia de Wimbledon (4h43m) y se medirá con el británico por el título
Por fin ha llegado la hora de Novak Djokovic. Juan Martín del Potro tiene dos puntos de partido en contra. Es el tie-break de la cuarta manga, y ya han pasado los minutos en los que el argentino firmaba golpes imposibles, derechazos que dejaron al serbio tumbado sobre la hierba, llevándose las manos a la cabeza después de ver cómo un rayo laser le taladraba la raqueta a 192 kilómetros por hora. Es la hora de que Delpo se despida, de que diga adiós con el honor defendido, porque hasta aquí ha llegado tras recuperar un break en la cuarta manga. El número ocho, sin embargo, no es un tenista cualquiera. Engulle esos dos puntos de partido en contra frente a un Djokovic encogido, tembloroso y sin valor para tomar decisiones. Delpo gana el set, tiene la primera bola de break en el quinto (2-2) y solo se inclina 5-7, 6-4, 6-7, 7-6 y 3-6 porque uno de los dos tenía que perder el partido. Tras la semifinal más larga (4h43m) en Wimbledon, Djokovic jugará la final contra Andy Murray, ganador 6-7, 6-4, 6-4 y 6-3, del polaco Janowicz, y que busca ser el primer británico en lograr el título desde 1936 (Fred Perry).
El encuentro se compitió con fiereza. Gritaba Delpo, buscando el aliento del público. Eso no era un jugador, era un leñador con raqueta, Thor y su martillo vestidos de tenista. Escudado en su tremendo servicio, corriendo como un gamo pese a su rodilla vendada, el argentino llegó a desesperar al mejor restador del mundo: Nole solo se apuntó el 20% de sus opciones de break (3 de 15). El serbio, por su parte, también encontró resguardo en el saque, pero se vio superado en el cuerpo a cuerpo por los tiros del argentino. “¿Por qué ahí?” ¿Por qué?”, le gritaba a su banquillo, ofuscado con su selección de golpes, incapaz de controlar los del argentino. Cada pelota de Del Potro llevaba dinamita, cada derecha llegaba a su contrario con la fuerza, la velocidad y la potencia del tren de las cinco. Eso no eran bolas, eran balas de cañón sobre la pista.
Contra eso, el número uno puso su capacidad de transición defensa-ataque, su ambición constante, su deseo por no perder y en todo caso ser vencido, que es algo muy distinto. Agobiado por la fenomenal propuesta del argentino, el serbio creyó ganar el partido en el tie-break de la tercera manga, al que llegó tras desaprovechar tres pelotas de set al resto. Ahí, Del Potro le dejó por dos veces despatarrado en el suelo, y en ambas ocasiones, inexplicablemente, el peloteo siguió vivo. A la segunda, con Nole tumbado sobre la hierba, vencido, el argentino echó la bola contra la red. Irremediablemente, perdió el set. Entró entonces el médico para darle más pastillas con las que calmar el dolor de su rodilla. Delpo estaba fundido, seguro que iba a sacar bandera blanca, ya valía de sufrir, de correr, gritar y penar entre los aullidos de asombro del gentío.
Y aún así, el argentino siguió compitiendo. Cedió break en la cuarta manga y lo recuperó. Se vio 0-30 abajo en el siguiente juego, tras dos restos directos impensables de su rival, y no tembló. Estiró el encuentro hasta un nuevo desempate, salvó dos pelotas de partido, tuvo bola de break para recuperar el break cedido en el quinto set, y solo entonces dijo basta. Para entonces, los dos rivales, enfrascados en la batalla, habían dejado gestos de complicidad continuos: Delpo hasta se atrevió a bajarle la cremallera de la camiseta al serbio. Se despidieron abrazándose.
"Por esto es un campeón de grandes, porque cada vez que está en una situación difícil se saca tiros increíbles. Tiene el mérito de haber luchado. Estoy orgulloso de haber ganado", resumió el número uno.
Fue un duelo para cabezas a prueba de bombas, para corazones duros y tenistas con pulso de acero. Los miedos del número uno nacían de sus recuerdos. Hace un año, en el mismo escenario, Del Potro le ganó a Djokovic la lucha por el bronce olímpico. Cuenta la leyenda que el serbio serró todas sus raquetas tras el encuentro, frustrado nuevamente, como en Pekín 2008, por la oportunidad perdida. No en 2013. No en Wimbledon. En Londres, Djokovic sigue vivo tras un tremendo partido. Ahora le espera Murray, que sufrió lo suyo en su semifinal, y que pierde 7-11 el cara a cara. En la catedral de la hierba, un duelo a la altura del título en juego: número uno contra número dos del mundo.
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