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La ensalada del miedo

Alberto Contador se ve implicado en una caída a poco más de tres kilómetros de meta

Carlos Arribas
El autobús del equipo Orica-Greenedge. atascado en meta.
El autobús del equipo Orica-Greenedge. atascado en meta. Doug Pensinger (getty images)

Para preparar la travesía de la Córcega montuosa como trazada sobre el mapa por una reina hiperactiva de ajedrez (recta como una torre hacia el norte por el Este junto al mar, ayer; diagonal de alfil hacia el Oeste, hoy, y torre de nuevo por el Oeste hasta Calvi mañana), los equipos habían enviado a sus espías hace semanas, que prepararon informes y análisis, concienzudos, detallados y estudiados, y en ninguno de ellos entraba la variable de un autobús de equipo australiano patrocinado por una firma especializada en fracking y conducido por un vasco atrapado bajo el sensible marco de meta relleno de materiales de medición y de células electrónicas.

De la etapa de hoy, la diagonal, y de la de mañana, reflejaban los informes el paso por los dos primeros puertos de segunda, temidos por sus carreteras estrechas, por sus curvas sinuosas, por sus descensos de los llamados técnicos más que por su dureza manejable o por las cuevas recónditas protegidas por castaños en que se ocultan los bandidos que por la noche asaltan los poblados. Con ellos, con los puertos y sus carreteras, el miedo cerval a lo incontrolable hacía su entrada en la ensalada táctico-estratégica del Tour, pensaban, no con un autobús atascado junto a la playa fea de Bastia como un muro infranqueable hacia el que, como en una película de suspense un convoy de metro sin conductor se dirigía el pelotón lanzado e infrenable a más de 70 por hora. De la etapa de este sábado, de la primera que en 100 ediciones el Tour corre en Córcega, se temían los últimos 30 kilómetros, la salida abrupta de una autovía hacia una carreterita infame bordeada por un bordillo amarillo que la separa de un carril bici irónico, que reventaría por los nervios. Eso temía Contador, eso sabía, y pese a eso se cayó.

Eso sabían todos, como sabían que la primera etapa sirve para inventarse un puerto de cuarta en una cuesta y asignar el maillot de lunares al primero que pase por ahí —y lo hizo el joven Lobato, de Trebujena y del Euskaltel y esprínter, que entró en la primera fuga en su primer Tour junto a, entre otros, el viejo Flecha, que en su regreso al Tour lució como estigmas las cicatrices del atropello de hace dos años— y para que el destino que tanto decide designara a sus malditos del año. El pelotón, cada año más sabio también, creyó haber evitado el designio malvado (hasta entonces solo se había caído Froome, nada menos, y en la neutralizada, pero ni un rasguño). Con el equipo de Contador al frente, y con Contador casi en cabeza, tomaron los favoritos la salida de la autovía y una vez en las carreteras malignas, comprobada su presencia, todos levantaron el pie, pusieron las manos en la parte superior del manillar, se irguieron y ocuparon en tregua todo el ancho de la carretera. Fue entonces cuando el autobús del Orica y de Gari Atxa, el último que debía pasar bajo el arco, se atascó. Quedaban 10 kilómetros que se convirtieron en 15 minutos de blasfemias y caos, caídas y lamentaciones.

Alberto Contador, lesionado.
Alberto Contador, lesionado.JESUS RUBIO (Diario AS)

Ante el muro del autobús, el presidente del jurado, el español Vicente Tortajada, decidió que el sprint final se adelantara y se disputara en el arco de los tres kilómetros. Eso lo anunció a falta de seis, y añadió que a todo el pelotón, dada la problemática, se le aplicaría el mismo tiempo pasara lo que pasara. El aviso provocó más nervios que calma, fue la chispa. No más de 200 metros después de que el anuncio les llegara a los corredores vía pinganillo, Gert Steegmans, que así se llamó ayer la mano del destino y corresponde al belga esprínter lanzador de Cavendish, nada menos, provocó una caída terrible en la parte delantera del pelotón, por la izquierda, con nombres magníficos entre los caídos: Tony Martin, Geraint Thomas, Tejay van Garderen, Peter Sagan, Alberto Contador…

“No tengo nada roto, varios golpes en clavícula, codo y rodilla que espero se puedan curar con hielo, que no vayan a más y que no me impidan acoplarme a la bici en la contrarreloj por equipos”, dijo Contador. “Por lo menos este año, a diferencia de hace dos cuando también me caí en la primera etapa, no he perdido tiempo, y físicamente estoy perfecto”.

El destino de la ensalada del miedo fue irónico: al final se desatascó al autobús y el sprint, tras nuevo aviso, se disputó junto a la playa. Y al mismo no llegó el esprínter del Orica, precisamente, Goss, que se cayó. Ganó el alemán Kittel.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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