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Dos recetas para asaltar el título

Ya en cuartos, Nadal y Djokovic afrontan las tensiones competitivas de modo distinto

J. J. MATEO
Nadal sopla una tarta por su 27º cumpleaños.
Nadal sopla una tarta por su 27º cumpleaños.M. Euler (AP)

Jeco volim the zauvek (Jeco, te querré para siempre)”. Cuando Novak Djokovic termina de remontar en octavos (4-6, 6-3, 6-4 y 6-4 ante Kohlschreiber) firma en una cámara recordando a su primera entrenadora, fallecida esta semana. Este es un número uno que grita durante sus partidos, que chilla a su banquillo y que a veces masculla insultos en serbio. Un tipo extravertido, que abre más puertas de las habitaciones de su vida que la mayoría de los campeones. El frío y el viento que acompañan a Nole cuando abandona la pista acogen luego a Rafael Nadal, que recibe una tarta mastodóntica tras celebrar su 27 cumpleaños con victoria (6-4, 6-1 y 6-3 a Nishikori). El español, que ha hecho del puño apretado su sello, es más contenido que el serbio. En los duelos decisivos es como Borg, el hombre de hielo. Un tenista protegido por una máscara de piedra. Son dos maneras de combatir la tensión competitiva.

“Cada uno tiene su forma de quitarse la presión”, explica David Ferrer cuando se le recuerdan las risas de Nole o la actitud de Fognini, gesticulante como un tenor en la ópera durante su derrota de tercera ronda con Nadal. “Ellos, en momentos tensos, recurren a sonreír, nosotros intentamos estar más serios, tener otro aspecto en la pista”, dice el alicantino sobre la escuela española, hecha de puños, repleta de “¡vamos!”, y, aún así, distinguida por tenistas de expresión granítica.

Lo importante es aceptar las situaciones, hay que intentar mejorar las sensaciones, la calma, el nivel de juego"

“Lo importante es aceptar las situaciones”, dice Nadal sobre cómo afronta las dificultades. “Hay que intentar mejorar las sensaciones, la calma, el nivel de juego. La presión estará ahí, pero, al final, a veces es estúpido: estamos nerviosos por cosas que significan mucho para nosotros, cuando en la vida hay cosas mucho más importantes que ganar o perder. A veces, cuando lo pienso, me siento muy estúpido por estar nervioso, por sentir presión... [Un partido] no te cambia la vida”, añade apuntando hacia su cerebro como la fuente en la que nace la solución de sus problemas. El campeón de 11 grandes no juega a quitarle hierro al partido, no se ríe, no bromea. ¿Tiene que ver eso con que ya no celebre los puntos como al llegar al circuito? “Cuando llegas vas sobrado de energía”, contesta Nadal. “Cada momento es nuevo. Vienes de abajo, con ilusión. Lo vives todo con pasión, con un sentimiento especial. Con los años uno se va calmando, mide los esfuerzos. Nada que ver con la presión. Es un tema de energía”.

En la pista, Nadal, siempre atento a las palabras de Toni, su tío y técnico, habla con silencios, gestos y miradas. Djokovic construye largos monólogos, le grita a su equipo.

“Siempre he intentado tener el corazón abierto hacia la gente”, explica Nole, un campeón que contesta a preguntas sobre la muerte de su abuelo o de su entrenadora, sobre la influencia del amor o del destino en la vida, y que solo prefiere esquivar dos temas: los cambios de dieta que adoptó en 2011, el año de su explosión, y su sistema de preparación física. “Siempre intento expresarme con honestidad y con la verdad por delante. Así me han enseñado a ser. Este es quien soy”, subraya el número uno. “Todo el mundo debería mostrarse como es y creer en quien es. Respeto a todos, a su personalidad diferente, su forma de vida distinta. No se puede generalizar y decir: así deberíamos ser todos”.

El mundo es hoy París, Roland Garros y la lucha por el título. Se juegan los cuartos. Hoy (C+), Federer contra Tsonga y Ferrer contra Robredo. Un baile de máscaras competitivas por el título.

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Sobre la firma

J. J. MATEO
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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