El mal fario persigue al Benfica
El equipo de Lisboa pierde de manera trágica la Liga, la final de la Liga Europa y la final de la Copa de Portugal en menos de un mes
Hace falta mucha dosis de mala suerte para alcanzar la cota conseguida de desgracia por el principal equipo lisboeta, el Benfica. Hace 20 días, su entrenador, el melenudo y algo tristón Jorge Jesus, como todos los jugadores y los miles de seguidores del equipo, confiaba en ganar alguno de los (cuando no los tres) campeonatos en que participaba: la Liga, la Liga Europa y la Copa de Portugal. A la postre, el equipo rojo ha perdido, en tres finales sucesivas que pasarán a la historia como obras maestras del mal fario (goles en el descuento, derrotas tras tenerlo todo ganado…), los tres torneos.
El último, ayer, por 2-1, frente al Victoria de Guimarães, que jamás había ganado la Copa de la Liga y que se la llevó a su ciudad para pasmo, estupefacción y asombro de los lisboetas. El periódico i titulaba hoy sintomáticamente: “los benfiquistas entran en trance”. Es cierto: hubo empujones del delantero Oscar Cardozo al entrenador al final del partido, pitadas e intentos de agresión de algunos de los seguidores a los jugadores, escupitajos, mientras Jorge Jesus subía a recoger la medalla de subcampeón…
Todo esto empezó el sábado 11 en el estadio del Oporto. Era la penúltima jornada de Liga. Si el Benfica ganaba, se proclamaba, ya allí, campeón. Si empataba, volvería a Lisboa aún líder y bastaría ganar en su campo en la última jornada. Pero perdió: en el tiempo de descuento, Kelvin hizo el 2-1 para el equipo local, que se convirtió en ese momento en líder del campeonato. No había tiempo para lamentaciones: cuatro días después, el Benfica disputaba una final europea: la Liga Europa, frente al multimillonario Chelsea. Lisboa vivió el partido con un apasionamiento inenarrable. Hubo mucho viejo documental en blanco y negro emitido aquellos días recordando la última final europea ganada por el Benfica, aquella Copa de Europa de 1962 arrebatada al Real Madrid. El mismísimo Eusebio, la Pantera Negra, artífice de ese último título obtenido hacía 51 años, avisaba a los jugadores: “Déjense la piel pero traigan la copa”.
Hubo quien recordaba también aquella maldición lanzada por el entrenador de entonces, el húngaro Bela Guttman, al que echaron aquel año y que antes de irse preconizó: “No volverán a ganar nada sin mí”. En qué hora. Desde la maldición de Guttman el Benfica había disputado seis finales, todas perdidas, pero esta vez, claro, iba a ser diferente. De hecho, los portugueses jugaron bien contra el Chelsea, tuvieron ocasiones, remontaron un difícil 1-0 pero, también en el tiempo de descuento, en un córner un poco tonto, un cabezazo del central Ivanovic en el minuto 92 reventó la esperanza lisboeta y dejó a la ciudad, de nuevo, con un palmo de narices a un dedo del triunfo y de la gloria. Los hinchas, con todo, esperaron a los jugadores y al entrenador en el aeropuerto para vitorearles.
Cuatro días después el Oporto, que no falló, se proclamaba vencedor de la Liga y el Benfica, con cara de circunstancia, se agarraba a la última final que tenía a mano: la Copa de Portugal, frente al presumiblemente menor equipo del Victoria de Guimarães. Ayer comenzó ganando 1-0, pero, en el minuto 79 Soudani, del Guimarães, arrancando en fuera de juego, empataba. Dos minutos después, Ricardo sentenciaba. Ya no hubo vítores en el aeropuerto sino silbidos e insultos. La Copa viajaba al norte del país ante la incredulidad de media Lisboa, incapaz de creer en tanta mala suerte concentrada sólo en 15 días gafados.
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