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Hazaña del Wigan

Roberto Martínez entra en el santuario inglés al ganar en Wembley al poderoso Manchester City La actuación del portero español Joel, decisiva en la victoria de los Latics

Martínez, manteado por sus jugadores.
Martínez, manteado por sus jugadores. Shaun Botterill (Getty Images)

La emoción es tan antigua como el tiempo en la Copa inglesa, en marcha desde 1871. Y la capacidad de sorpresa. Lo sabían los Latics a pesar de su escasa presencia entre los grandes, tan solo en la Premier desde 2005, a un paso de regresar a la Segunda si no lo remedia en los dos partidos que le restan. Y lo sabía Roberto Martínez, el primer entrenador español coronado en la FA Cup, el tótem para los técnicos británicos. Pasado ese rubicón, el reconocimiento será eterno para el preparador español, de 40 años, un caso excepcional al haber desarrollado toda su carrera en las islas, sin necesidad de haberse formado en España, primero en Swansea y después en el Wigan, reclutado por quien había sido su mentor ya como jugador, el excéntrico millonario David Whelan, que saltaba desde la grada a sus 76 años con un entusiasmo juvenil. Su equipo había escrito un precioso cuento de hadas embellecido por la cabeza de Watson (0-1, m. 91) al centro de córner de Maloney. "Ni siquiera somos David frente a Goliat", había proclamado Martínez, pero en realidad sí fue un David atrevido y valiente encarnado en la velocidad del extremo McManaman para derribar a los gigantes del City. Fueron cayendo. Sobre todo a partir de la expulsión de Zabaleta (m. 83) por la enésima falta a McManaman, la única forma de frenarlo.

McManaman siguió culebreando hasta la acción del córner que acabaría en el éxtasis de los Latics. Y los citizens tumbados boca arriba, como Kun Agüero, llorando su pena. El inicio seguramente de una nueva época para el City. En el palco, su director general, Ferran Soriano, alargaba el rostro pensando en las conversaciones previas con Manuel Pellegrini para sustituir en el banquillo a Roberto Mancini, que ya en la previa de la final había admitido tener los días contados. El Manchester City de Mancini no ha convencido a nadie, a pesar de ganar la Copa en el primer año y la Liga en el segundo. Sin transmitir nada. Nunca estuvo a la altura del potencial de sus estrellas. 

Fue una bonita manera de celebrar los 150 años del fútbol organizado en Inglaterra. Los 40 puntos  que separan a ambos equipos en la Liga desaparecieron. Joel emergió desde el minuto 1, crecido sobre todo ante un remate a bocajarro de Tévez tras un centro atrás de Silva. El argentino ya cantaba el gol cuando el portero cedido por el Atlético, en su vuelo horizontal a la derecha, despejó el cuero con el pie derecho. El Wigan se dejó los complejos de su clasificación liguera en la caseta. La banda izquierda, con el lateral hondureño Espinosa, y el volante español Jordi Gómez, fue una amenaza constante para Zabaleta. Por el otro extremo, MacManaman, un espectáculo en el regate y la carrera de galgo.

 El City pareció controlar la segunda parte a partir de la entrada de Milner por un anodino Nasri. Silva buscó insistentemente la combinación con Agüero y Tévez, pero entonces Mancini decidió prescindir del Apache por el centrocampista Rodwell (m. 68), marchándose Tévez con toda la rabia contenida en el rostro, sin querer saludar a alguien que le alargó la mano desde el banquillo. A partir de ese cambio, el Wigan encontró un respiro. Y Martínez le dio más aire al retirar a un cansado Jordi Gómez por el colorado Watson, decisivo en el tramo final. Histórico y precioso su cabezazo al primer palo, parecido al de Drogba para el Chelsea en la pasada final de Champions, y digno de la competición más antigua y más querida por la tradición inglesa. Los Latics y Roberto Martínez han entrado en el santuario de la Copa. 

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