La furia de Azarenka

El día es gris en la Caja Mágica. Una bruma plomiza encapota la cubierta de la pista. Las gradas, pobladas de colegiales que no cesan de animar, aportan una nota de color al telón de fondo. Sobre la arena, Victoria Azarenka. La bielorrusa, exnúmero uno y tercera en el ranking actual, finalista en las dos últimas ediciones en Madrid, tuerce el gesto de forma recurrente. Su hieratismo contrasta con el desenfado que muestra en los días previos, edulcorados por la presencia del cantante Redfoo, su novio, comidilla en el backstage por su pelo afro, su guitarrilla y su estrafalaria vestimenta. La realidad más inmediata, el pulso ante la rusa Makarova, interrumpe sin embargo la fiesta.

No había violado las normas de la pista, por eso rompí la raqueta. Es mi culpa"

No disfruta Azarenka. No disfruta pese a adjudicarse la primera manga. Se recrudece su batalla interna y entra en combustión. Furiosa, comete cinco dobles faltas. No atina. También se enzarza con la juez de silla en dos ocasiones. A la segunda, empuña con fuerza su raqueta y la estampa contra el suelo. La herramienta queda partida por la mitad. El topetazo resuena por toda la pista central de Madrid. Su rival, en un momento dulce -ha ganado tres de los últimos cinco partidos que disputado contra top-5-, vence (6-1, 2-6 y 3-6) y avanza en el torneo. Azarenka sigue el mismo camino que Radwanska, Na Li y Wozniacki, las otras top-10 doblegadas a las primeras de cambio.

“He jugado más contra mí misma más que contra mi contrincante”, aduce tras la derrota la rusa. Un tropezón que le hace perder una cuantiosa cifra de puntos en su ranking y ceder terreno con respecto a Serena y Sharapova. “He intentado demostrarme algunas cosas más que concentrarme en ella. Es una lección”, admite. Cuestionada por su actitud sobre la arcilla, argumenta: “No entendía nada. No había violado las normas de la pista, por eso rompí la raqueta. Es mi culpa. Nunca me pronunciaría de esa manera. Son las emociones las que hablan cuando dices esas cosas. Son emociones. Nunca juzgaré lo que una persona debe hacer o dejar de hacer”.

En el duelo precedente, la inexpresividad más expresiva. Un rostro y unos andares que delatan que Carla Suárez no está cómoda sobre la pista. Encara a Kaia Kanepi, una gigantona de 1,81 que bombea con frialdad desde el fondo de la pista. Un ace, un drive vertiginoso y un zambombazo atropellan a la canaria, obligada a recular y abandonar el territorio establecido por su técnico. Ese paso adelante que le permite golpear con mayor agresividad la bola y que tantas alegrías le está dando desde el arranque de la temporada. La táctica se resquebraja. Kanepi, 51 del mundo, percute una y otra vez sin compasión. Tumba a su oponente (6-3 y 6-1) en poco más de una hora. Carla, la número 23 mundial, la 13 del año y ejecutora de Samantha Stosur -novena en la WTA- en la primera ronda, enfila el vestuario cabizbaja.

Anabel Medina es ahora la única superviviente española. Se medirá este jueves en octavos a la kazaja Shvedova.