“Solo con talento no se gana”
Dimitrov, de solo 21 años, disfruta de su gran noche: "Los gritos de la gente son algo nuevo para mí, no puedo explicarlo"
Mientras Djokovic mira al tendido, martillea la arena con el pie derecho y emite bufidos cuando la grada jalea a su adversario, él se mantiene inalterable, como un témpano de hielo. Arma el brazo, busca las líneas y ejecuta con frialdad hasta al final. “¡Dimitrov, Dimitrov, Dimitrov!”, brama el público de la pista central de la Caja Mágica. “¡Qué puedo decir! He aprendido mucho esta noche. Ha sido una experiencia magnífica. Él es el número uno. Ha sido fantástico, pero debo estar preparado para los próximos partidos, para poder hacer esto de nuevo”, expresa el búlgaro en la sala de prensa, cercana la una de la madrugada, después de la hazaña; “los gritos de la gente son algo nuevo para mí, no puedo explicarlo. Es agradable. Disfruté mucho”.
Está fundido. No es para menos. Irrumpe masticando un trozo de fruta, con una ligera cojera, fruto del calambrazo que a punto estuvo de torpedear su exhibición en la segunda manga. Tres horas y cinco minutos de maratón para constatar una realidad que se barrunta en el circuito desde hace tiempo: Grigor Dimitrov tiene hechuras para codearse con los grandes campeones. “He trabajado para jugar este tipo de partidos, para poder afrontar este tipo de desafíos. Ha sido muy intenso. Confío en mí mismo. Esto es solo un paso, ahora debo mantenerme y mirar hacia adelante. Solo con talento no se gana”, señala.
En el puesto 28 del mundo, no figura ningún título en su palmarés
Encaramado al puesto 28 del ranking de la ATP, no figura ningún título en su hoja de servicios. Una final en Brisbane, este año, es hasta hoy su mejor impronta competitiva. Poco importa. Tiene solo 21 años y le han bautizado Baby Federer. Su revés a una mano y su milimétrico golpeo de derecha evocan el juego de etiqueta del suizo. Él rebaja la euforia que genera una irrupción meteórica. “Es solo la segunda ronda. Es una gran victoria, pero debo seguir entrenándome duro todos los días. No debes fijarte en lo que has hecho hoy, sino en lo que tienes por delante”, apunta con gran sonrisa en la boca, antes de ser cuestionado sobre un torneo que disputó en Alcorcón hace unos años: “¿De Verdad? ¿Qué hice? ¿Ganar? Me gusta España. Viví en Barcelona hace cuatro años y he viajado por todo el país”. Dimitrov ha llegado para quedarse. Para instalarse en lo más alto del tenis.
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