Tres semifinales y tres pasos atrás de Mourinho
La gestión defensiva ha marcado los planteamientos del técnico luso en las citas decisivas
Desde que la Copa de Europa forma parte de la piel del madridismo, no ha habido entrenador que no haya sido medido por lo que ha sido capaz de lograr en esta competición. Es el listón histórico que la entidad coloca a la entrada y a la salida de los técnicos que contrata. José Mourinho no ha escapado en estos tres años a esa exigencia y en ella, en la gestión de las tres semifinales que ha disputado, se encuentra su mayor debe deportivo con el club que le contrató para que inscriba la décima en su palmarés. Mourinho fue superado por Guardiola, Heynckes y Klopp, tres técnicos que tienen muy poco que ver con la especulación.
Barcelona. Una eliminación a contrahistoria.
Su planteamiento en el partido de ida fue a contrahistoria. Nunca el Bernabéu había contemplado un sentimiento de inferioridad inicial tan notorio en una semifinal de la Copa de Europa. Mourinho ordenó a sus jugadores que esperaran descaradamente al Barcelona atrás, pese a que los futbolistas de Guardiola llegaban tocados anímicamente por la reciente derrota en la final de Copa. Pepe jugó de mediocentro y el Madrid desdeñó tanto la pelota que las estadísticas finales dijeron que Valdés, con su juego con el pie, había dado más pases que Özil. Ese planteamiento desesperó hasta al propio Cristiano que lo criticó en la zona mixta tras haberse sentido aislado e impotente en la punta de ataque. En ese partido Mourinho fue más Mourinho que nunca queriendo aplicar ese dogma de su libreto en el que lo importante es no perder el partido de ida. Perdió (0-2) y en la sala de prensa escenificó uno de los capítulos más bélicos que se le recuerdan a un entrenador del Madrid. Puso el acento en la expulsión de Pepe porque, según tenía previsto en sus planes, le impidió ejecutar al Barça en el último tercio del partido.
En el partido de vuelta les dijo a sus jugadores que hicieran lo que hicieran sería imposible estar en la final. Sus futbolistas respondieron con un partido más abierto (1-1) en el que le fue anulado un gol legal a Higuaín y el Madrid dejó la sensación que ya había experimentado en la final de Copa: que podía hacerle más daño al Barça presionándole arriba que esperándole atrás.
Bayern de Múnich. Un paso atrás en cada partido.
El Madrid se presentó en Múnich con su contundente ejercicio liguero. Su pegada era incontestable, pero Mourinho volvió a plantear el partido de ida con los 180 minutos que dura una eliminatoria en la cabeza. Hizo jugar a Coentrão en lugar de Marcelo para sellar a Robben y acabó perdiendo el partido (2-1) por ese costado porque Lahm retrató al portugués en el último minuto antes de asistir a Mario Gómez y porque la anarquía ofensiva de Marcelo, al que recurrió en los últimos 20 minutos como sustituto de Özil, era uno de los factores más desequilibrantes del Madrid cuando los partidos se le nublaban por falta de espacios. Marcelo entró a falta de 20 minutos por Özil que había igualado el tanto de Ribéry. Con ese cambio, el equipo dio un paso atrás y permitió que el Bayern creciera en su molde histórico, con un juego machacón en esa última fase del partido que culminó con el gol de Mario Gómez.
En el partido de vuelta el Madrid salió respetando su mística en la Copa de Europa y arrolló al Bayern en el primer cuarto de hora con dos goles. Con esa ventaja volvió a ponerse de manifiesto que Mourinho no ha interpretado la historia blanca. Volvió a ordenar un paso atrás para rematar al Bayern al contragolpe y se encontró con un equipo que empezó a manejar la pelota y que forzó la prórroga (2-1). La eliminatoria se decidió en los penaltis, pero el Bayern gozó de tantas ocasiones y fue tan superior con la pelota desde ese primer cuarto de hora que el partido pudo acabarse perfectamente en los primeros 90 minutos.
Borussia Dortmund. Superado una vez más por Klopp.
Klopp superó claramente a Mourinho en el partido de ida (4-1) con la misma receta que en los partidos previos de la fase de grupos, cortocircuitando a Xabi Alonso, y añadiendo un matiz para borrar a Cristiano Ronaldo. El Dortmund normalmente ataca mucho por la banda derecha con Pisczeck y Blaszczykowski, pero en los dos enfrentamientos previos el Madrid había aprovechado los espacios que dejaban a sus espaldas con la velocidad de Cristiano. Eso ya no volvió a ocurrir en el Iduna Park porque la pareja polaca se contuvo y el Madrid, con su organizador desactivado y con Cristiano frenado fue pasado por encima sin capacidad de respuesta alguna. Sin Di María, Mourinho desplazó a Özil a la derecha para entregarle la mediapunta a Modric. Con el croata, el Madrid adquiría un perfil para tener la pelota, pero esa no es la estructura más trabajada ni moldeada por Mourinho en sus tres años como entrenador madridista.
En el partido de ayer y acuciado por la necesidad de una remontada épica, Mourinho renunció a su santoral, el doble pivote Xabi Alonso-Khedira. Durante toda su etapa en el Madrid, cuando se le ha preguntado por la posibilidad de jugar con un solo mediocentro su respuesta era contundente: “la estructura no se toca”. La del martes fue la primera vez que en un partido decisivo apostaba por lo que siempre ha considerado un riesgo. Jugó Modric al lado de Alonso y el Madrid se desplegó durante los primeros 15 minutos como un equipo poderoso que buscó hacer daño por los costados por la lentitud del Dortmund para bascular. Hizo mucho daño y generó tres claras ocasiones de gol en ese cuarto de hora infernal. Después, cuando el Dortmund creció a partir de Hummels, Gündogan y Reus, el Madrid estuvo una hora sin dar señales de ser capaz de levantar la eliminatoria. Marcó Benzema a falta de ocho minutos, luego Ramos y apareció esa electricidad histórica que funde al equipo con el Bernabéu. Pero eso ya existía antes de la llegada de Mourinho.
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