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El golpe final lo dio Dan Martin

Purito y Valverde, segundo y tercero tras el ciclista irlandés en la última clásica

Carlos Arribas
Martin cruza vencedor la línea de meta.
Martin cruza vencedor la línea de meta.Geert Vanden Wijngaert (AP)

El ganador sorprendente (o no tanto) de la Lieja-Bastogne-Lieja es un irlandés tosco y duro como un boxeador que tiene más de Paddy Moloney que de Van Morrison, más de Sean Kelly, duro y fajador y un instinto demoledor, que de su tío elegante, Stephen Roche, que escala y esprinta, y da duro. Se llama Dan (de Daniel) Martin, tiene 26 años y en la cuesta de Ans, donde termina la Lieja-Bastogne-Lieja, le pudo al rey del punch, que es como se conoce ya a Purito Rodríguez. Fue Martin, el mismo que hace un mes ganó la Volta a Catalunya, el dos, el golpe del KO, en el uno-dos, con el que su equipo, el Garmin, de Girona, dominó los últimos kilómetros, los de la sexta hora, el momento de los más grandes, de la decana de las clásicas, la culminación de la primavera. El uno lo había soltado en los falsos llanos su compañero canadiense Hesjedal, y fue terrible.

Detrás de él, alicaídos y quejosos, segundo y tercero, dos españoles, Purito, quien con una estrategia apresurada (un ataque demasiado fulminante, imposible de resistir y de mantener, antes incluso de llegar al triángulo rojo del último kilómetro) dejó paralizado y con la boca abierta a Alejandro Valverde, quien tras un par de demostraciones de piernas fáciles y agilidad de movimientos en La Redoute y en San Nicolás, se relamía calculando el momento, la distancia de su golpe, una aceleración que le debería valer la tercera Lieja, pues no había en el grupo final nadie más rápido que él. No solo se quedó con la boca abierta, sino también clavado ante el movimiento de su amigo Purito, sin duda acelerado por temor al murciano, y no solo por falta de vigor en las piernas, o de oxígeno. Su director, Eusebio Unzue, dijo que la culpa fue del cambio electrónico, que no pudo cambiar de piñón para responder a Purito, que fue un fastidio perder la más grande de las clásicas por eso, pues él también daba por descontada la tercera victoria de su líder en el Movistar.

Eusebio Unzue dijo que la culpa fue del cambio electrónico, que Valverde no pudo cambiar de piñón para responder a Purito, que fue un fastidio perder la más grande de las clásicas por eso, pues él también daba por descontada la tercera victoria de su líder en el Movistar

A Dan Martin, en cambio, ni le falló el cambio ni la cabeza, ni le venció el miedo ante el fulgor de Purito. Con tiempo y perseverancia, solito (pues los demás del grupo, Scarponi y Betancur, se quedaron a rueda de Valverde), el irlandés tenaz recuperó el terreno perdido, alcanzó a Purito, ya sin aire, y le desbordó fácil. Como habría hecho Kelly, claro, como hizo el irlandés en 1984 y 1989, pues su tío, pese a llevar un par de años el maillot de La Redoute, no pudo nunca con la cuesta que da fama a la gran clásica de las Ardenas (fue, como mucho, segundo en el 87, y tercero en el 85, los años del imbatible Argentin).

Las clásicas dejan tras la Lieja el paso a las carreras por etapas (desde el martes el Tour de Romandía, con Valverde, y dentro de dos semanas el Giro) y al ciclismo belga, que presta el territorio y la tradición, buscándose en el fondo de un pozo: ni un monumento (San Remo, el alemán Ciolek; Roubaix y Flandes, el suizo Cancellara; Lieja, el irlandés Martin), ni una clásica (Wevelgem, el eslovaco Sagan; Amstel, el checo Kreuziger; Flecha, el madrileño Moreno), ni una semiclásica ha ganado un belga esta primavera. Desde los años 70 no se veía tamaño desastre en las tierras de Flandes y Valonia, de Merckx, Van Looy y De Vlaeminck.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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