Salom golpea primero
El mallorquín gana en la última curva a Viñales y Rins, que completan un podio íntegramente español
Está tranquilo. Y, sobre todo, agradecido. Porque ser el receptor de los mimos de Aki Ajo, uno de los mejores directores de equipo de la parrilla de Moto3, que ha hecho campeones a Di Meglio, Márquez y Cortese en los últimos cinco años, no es poca cosa. Porque llevar, por fin, y tras las múltiples quejas que poblaban su discurso el año pasado, una KTM oficial, le ha ayudado a desprenderse de esa rabia contenida con que corría en el 2012, consciente como era de que no disponía del mejor material y, por ende, no competía en igualdad de condiciones. Ahora todo es de color de rosa para Luis Salom, de 21 años, subcampeón de la categoría el curso pasado, más paciente y experimentado que lo era en el pasado y de lo que lo son algunos de sus rivales por el título. Y más, tras la primera pole position de su carrera, la lograda el sábado. Y más, tras la primera victoria del año, la que consiguió en Losail al cuadrar una carrera inteligente.
Salom comprobó ya en la salida que tendría duros contrincantes por la victoria: Àlex Rins le adelantó en la primera curva y Maverick Viñales se pegó a él como una lapa. Jonas Folger, el cuarto favorito a hacerse con el título, decidió también no perderles la pista. Solo una vuelta después descubrieron todos, con asombro, que se había unido un quinto a la fiesta, Àlex Márquez, el hermano pequeño del chico del momento en MotoGP, que no les quitaba ojo. Cada vuelta era calcada a la anterior, pero en cada una el líder del pelotón era distinto: ahora era Salom el que recuperaba la cabeza, ahora lo hacía Rins; de repente alguien metía una rueda por el interior de una curva y firmaba un adelantamiento doble, una vez era Márquez el que le daba leña a su compañero de equipo, el otro Àlex, Rins, y a la siguiente era al revés.
A medida que caía la noche el mundo descubría que habría otro Márquez suelto, este de solo 16 años, tan irreverente como su hermano mayor
Solo Folger pareció descolgarse por momentos del cuarteto protagonista de la tarde. Aunque nunca terminaba de dejarlos solos. Y a medida que caía la noche el mundo descubría que habría otro Márquez suelto, este de solo 16 años, tan irreverente como su hermano mayor, que soñaba con subirse al podio el día que debutaba en Catar. Llegó a colocarse el primero de la fila. Fue a falta de dos vueltas para el final. Cuando ya ninguno de ellos parecía tener clara cuál era la mejor estrategia, puesto que no paraban de adelantarse unos a otros, a perder la posición para tener que recuperarla después. Pero, ¿qué pasaría en el último giro? ¿Cuál sería la mejor posición para atacar la última curva, la llegada a meta? La película había sido la misma en cada giro hasta entonces: rodaban tan pegados que el que cruzaba primero la meta perdía la posición justo al final de recta, antes de la primera curva; en ocasiones pasaba incluso antes de completar la vuelta, tan poca era la diferencia entre unos y otros, que se medía por escasas dos décimas de segundo como máximo. Todos, por cierto, corrían con KTM oficiales.
El más listo fue Salom. Probablemente también Viñales, el que más esquivó los rifirrafes en las curvas, el que evitó adelantamientos imposibles o peleas de esas que no van a ningún sitio, pues, él lo sabe, en esta categoría la vuelta que vale es la última. Su dedo anular, recién operado tras perder hace poco más de dos semanas la primera falange en unos entrenamientos, no estaba para muchos trotes. Y decidió correr con la cabeza. Mirar los toros desde la barrera. Así que a falta de una vuelta fue Márquez, el nuevo, el que cruzó la meta primero, seguido de su compañero de equipo, Rins; pero Salom, que iba tercero, tomó la delantera tan pronto como asomaron las primeras curvas de este circuito que se corre en dirección contraria a las agujas del reloj, y buscó abrir distancias con sus rivales, unos metros, por escasos que fueran, que le permitieran no perder la posición en la larga recta. Y no lo hizo. Y pensó lo mismo Viñales, que se colocó por primera y definitiva vez segundo. Y Rins enseñó los galones para disputarle la posición a su colega, el otro Àlex, que tuvo que conformarse con ser cuarto. Un premio suficiente para un debutante. En una carrera magnífica. La primera del año en la que tres españoles coparon el podio. Probablemente, no será la única.
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