Autoafirmación ante Messina

Más que un partido de baloncesto fue una prueba de carácter. Una oposición anticipada por el trono europeo, un pulso de músculo y colmillo en el que el Madrid se graduó en madurez. Aquel valor al que aludió Messina en su lista de alegatos cuando dejó el club blanco. Carroll, Rudy —con 31 y 20 puntos respectivamente— y un grupo de valientes tumbaron en la prórroga la fortaleza mejor amurallada de la Euroliga para que el conjunto de Pablo Laso continúe invicto en el Top 16.

Se llenó el Palacio para recibir al CSKA. 12.888 parroquianos abarrotaron las gradas por primera vez en lo que va de temporada para presumir de equipo y de estilo ante el entrenador que, incapaz de gobernar la nave, les dejó en la estacada una fría mañana de marzo de 2011. Orgullosos de cómo les va la vida casi dos años después de la afrenta y el trance en el que les dejó el técnico italiano, los madridistas se entregaron a un ejercicio de autoafirmación colectiva que buscó redoblar el apoyo a los suyos más que detenerse en el reproche al ilustre visitante. Apenas unos silbidos en la presentación de los planteles y a jugar. Sobre la pista, probablemente el mejor cartel del panorama europeo. El perímetro más lustroso ante el mejor juego interior, los dos conjuntos mejor colocados en la parrilla con rumbo a la Final Four de Londres y un puñado de los mejores pulsos del continente.

Teodosic ganó de inicio el suyo con Llull y presentó las credenciales del baqueteado conjunto ruso que, con los puntos y la fibra de Weems, fue el primero en tensar la cuerda. Mientras, en el Madrid Carlos Suárez se multiplicaba en defensa y en ataque para compensar el desatino de los suyos ante el aro rival. Las dos faltas personales que acumuló Khryapa a las primeras de cambio eran la mejor noticia para los blancos.

A pesar de ello y del dominio en el rebote de los blancos, ni Hettsheimeir ni Begic encontraron alivio en la pintura donde Krstic y, sobre todo, Erceg imponían su ley cuando de anotar se trataba. Laso entendió que tocaba remangarse y recurrió al trabajo de Felipe y la brújula iluminada de Sergio Rodríguez. No le fue mal. Entre ambos reactivaron a su equipo y equilibraron el pulso (22-22, m. 14). Sin embargo, las pérdidas de balón y un pobre porcentaje tres de 10 desde el 6,75 lastraban todos los arreones del Madrid y generaban el ecosistema propicio para el CSKA. Así fue hasta que Carroll encontró el interruptor a cuatro minutos para el descanso. Un triple del escolta de Wyoming y otro del Chacho dieron el primer colchón de puntos a los locales (30-24, m. 18). A pesar de errar los cuatro ataques siguientes, la firmeza defensiva y otro triple de Llull sobre la bocina del segundo cuarto permitieron mantener la renta (33-27, al descanso).

Era día grande y Rudy decidió ponerse el esmoquin en la caseta para los 20 minutos restantes. Cuando el CSKA estaba enjugando la ventaja madridista, el escolta mallorquín, hiperactivo, destapó el tarro de las esencias con siete puntos consecutivos que lanzaron al Madrid (41-34, m. 26). No bastó para descomponer las filas del ejército rojo. Messina llamó al orden a sus hombres, les leyó la cartilla y un parcial de 0-8 devolvió el equilibrio.

Fue una batalla de músculos decidida por el más liviano, el escolta estadounidense

Agarrados a los 213 centímetros de Kaun, el descaro de Micov y al sprint de Jackson, los visitantes abocaron la contienda a un desenlace para intrépidos (43-44, m. 30). Un duelo bravo sin margen para el recreo y la carrera que le gusta al Madrid, exigido como nunca y a contra natura. La intensidad defensiva subía al mismo ritmo que los decibelios en la grada. Pero en pleno fragor de la batalla, en plena oda al músculo, apareció el genio más liviano, decisivo hasta el final.

Perdido en mil carreras sin rumbo, extenuado para abrirse hueco ante los defensas que le maniataban, Jayce Carroll se elevó sutil para anotar dos triples con valor de match point que coronaban un 8-0 de parcial (59-54, m. 36). Pero tampoco ahí dobló la rodilla el CSKA que con Erceg y Micov como estiletes se sujetó a la cornisa luciendo heráldica competitiva (66-66, a falta de 55 segundos). Weems falló el tiro del miedo y Carroll el triple de gracia para regalar a la concurrencia una prórroga de gran baloncesto. Ahí aparecieron el mejor Rudy y, de nuevo, un excelso Carroll que, con 12 puntos en el tiempo extra, sentenció una victoria de quilates.