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Nureyev sobre hielo

Javier Fernández une su capacidad innata para las piruetas con un programa complejo y hecho a la medida para triunfar ● El campeón de Europa dejó España con 17 años para mejorar

A. I.
Javier Fernández durante el programa libre del Europeo.
Javier Fernández durante el programa libre del Europeo. VALDRIN XHEMAJ (EFE)

Lo que vio el espectador no experto era un patinador convertido en Charlie Chaplin sobre el hielo, con su bastón imaginario y todo. Lo que premiaron los jueces era un programa muy trabajado en la parte artística y enormemente complejo que repetía, hasta tres veces, la pirueta más complicada, esos cuatro giros en el aire que solo los más osados ejecutan con pericia. Lo que sintió el patinador es que su decisión de dejar España para perseguir el sueño de convertirse en el mejor del mundo empezaba a ver dar sus frutos. Javier Fernández se proclamó el sábado campeón de Europa de patinaje artístico en Zagreb, la primera medalla importante de España en esta disciplina olímpica.

Detrás de ese triunfo histórico, y de la promesa que supone a solo un año de los Juegos de Sochi, hay un chico “muy normal al que le encanta patinar”, dice Carolina Sanz, una de sus primeras entrenadoras. Un chico de 21 años que empezó en este deporte siguiendo los pasos de su hermana mayor. “Debía de tener seis años cuando vino por primera vez a la pista con Laura”, recuerda Sanz, emocionada aún por la victoria de Fernández. La pista era la de Majadahonda, en Madrid, donde hoy se ejercitan hasta 1.000 patinadores, un centenar en el equipo de competición.

Desde pequeño, Javier Fernández tuvo especial facilidad para las piruetas y para los saltos, para entender la técnica que explica por qué un cuerpo rota en el aire y aterriza sobre un patín como si nada. Como si fuera un Nureyev sobre el hielo. Era muy coordinado y “no tenía miedo a nada”, perfecto para este deporte. “Nunca se tuvo que entrenar mucho porque le salía todo natural”, resume Sanz su talento. Lo que le faltaba era disciplina. “Se pasaba el día sentado en el banco, castigado”, dice con cariño la entrenadora, que le define como un chico “de un talento enorme y muy inquieto”. Hasta la rebeldía. “Es el más rebelde de los patinadores que hemos tenido”, cierra Sanz, que recuerda que el campeón se ausentaba con frecuencia de los entrenamientos y que decidió romper con ellos “en un calentón”.

Objetivo: Sochi 2014

El título Europeo es solo un paso más, histórico eso sí, en la carrera de Javier Fernández, que ha ido avanzando poco a poco hasta despegar de forma meteórica el año pasado. El patinador español, que solo había sido 14ª en los Juegos Olímpicos de Vancouver en 2010, se convirtió entonces en un rival serio para los mejores, incluido el campeón del mundo, el canadiense Patrick Chang, al que batió en el prestigioso Skate Canadá. Lo hizo por partida doble, en el programa corto y en el libre, y el público empezó a mirarle con otros ojos.

El suyo es un esfuerzo a largo plazo. Consciente de que está en plenitud —un patinador brilla sobre todo entre los 19 y los 24 años y él tiene 21—, el patinador tiene su gran objetivo a la vuelta de la esquina: en un año se celebrarán los Juegos Olímpicos en Sochi (Rusia). ¿Se puede soñar con medalla? “Claro que sí”, responde Carolina Sanz, una de sus primeras entrenadoras. Antes de ese sueño, Javier Fernández tendrá una nueva prueba para demostrar que ha llegado a la élite del patinaje artístico sobre hielo para quedarse. Será en el Mundial de London (Canadá), en marzo, cuando el campeón de Europa se mida a los mejores de su deporte.

Puede que fuera un impulso, pero tan claro tenía que lo suyo era el patinaje que con 17 años decidió dejar atrás a su familia y trasladarse a Estados Unidos para trabajar con el ruso Morozov, uno de esos entrenadores que dominan el cotarro del patinaje y cobran bien por sus servicios. Para entonces Javier Fernández había dejado los estudios. Con Morozov mejoró hasta convertirse en olímpico, el primer español en décadas y el primero por derecho propio: acabó 14º.

Cuando el ruso volvió a su país, Fernández siguió sus pasos, pero no duró mucho. Dicen algunos que el español estaba celoso del trato preferente que Morozov daba al francés Amodio —segundo el sábado—, otros que ya no estaba a gusto con él, pero lo cierto es que el madrileño decidió mudarse hace un par de años a Toronto para trabajar con Brian Orser y su grupo de campeones.

La federación española, que sabe la joya que tiene entre manos, le paga parte de los gastos en Toronto y el patinador recibe una beca especial del progama ADO de 12.000 euros. Ser patinador es caro. El precio de esos patines que la aerolínea extravió camino de Zagreb ronda los 900 euros. Las coreografías también se pagan. Los dos montajes que el español ha presentado en Zagreb —La Máscara del Zorro para el programa corto y ese Chaplin que embelesa al público para el libre— y que le servirán para toda la temporada han sido diseñados por David Wilson, una de las estrellas del patinaje, y Sanz calcula que el precio puede rondar los 10.000 dólares (en torno a los 7.400 euros). El programa largo incluye esos tres cuádruples que solo otros dos patinadores en la historia han sido capaces de realizar.

Son piezas perfectamente adaptadas a la personalidad del patinador, que está más delgado que nunca a ojos de su primera entrenadora y que ha mejorado mucho en los últimos años. “Con nosotros los cuádruples ya los hacía, pero la interpretación, la coreografía, las transiciones, el patinaje... todo ese trabajo se nota”, dice. Tanto que le han hecho campeón de Europa.

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Sobre la firma

A. I.
Redactora jefa de Fin de Semana desde 2017. Antes estuvo al frente de la sección de Deportes y fue redactora de Sociedad y de Negocios. Está especializada en gimnasia y ha cubierto para EL PAÍS dos Juegos Olímpicos y varios europeos y mundiales de atletismo. Es licenciada en Ciencias Políticas y tiene el Máster de periodismo de EL PAÍS.

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