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Mucho orden y poca pólvora

El Sevilla mejora en el estreno de Emery ante un Zaragoza conformista y sin chispa

R. PINEDA
Reyes protege el balón ante Movilla y Álamo
Reyes protege el balón ante Movilla y Álamojavier cebollada (EFE)

Hubo cierto aire fresco en el Sevilla en el estreno de Emery. El cambio de técnico siempre provoca una alteración de la actitud en los jugadores, generalmente reflejada en unas ganas de agradar al recién llegado, y una intensidad desconocida en las últimas semanas. Sin grandes alardes, el Sevilla no fue el equipo muerto de Mestalla del pasado fin de semana, mejor plantado, capaz de disputarle el encuentro al Zaragoza en su campo. La actitud del conjunto local favoreció los intereses del cuadro de Emery. Apenas dio señales el cuadro maño de la resistencia típica de los equipos de Jiménez, con sus fuentes de creación asfixiadas, demostrando una preocupante falta de gasolina. El Zaragoza siempre dio la sensación de que el empate a cero le valía.

ZARAGOZA, 0 - SEVILLA, 0

Zaragoza: Leo Franco; Sapunaru, Álvaro, Paredes (Loovens, m. 88), Abraham; Movilla, Apoño; Javi Álamo, Víctor Rodríguez (Montañés, m. 68), Wilchez (Edu Oriol, m. 57); y Postiga. No utilizados: Roberto; Pintér, José Mari y Zuculini.

Sevilla: Palop; Coke, Fazio, Spahic (Botía, m. 82), Fernando Navarro; Maduro; Navas, Medel, Rakitic (Stevanovic, m. 88), Reyes (Manu del Moral, m. 75); y Negredo. No utilizados: Diego López; Cicinho, Hervás y Babá.

Árbitro: Fernando Teixeira Vitienes. Amonestó a Álvaro y Navas.

La Romareda. Unos 18.000 espectadores.

Lo logró porque lo peleó y porque el Sevilla tiene poco gol, por más que lo busque, como ayer, con varias ocasiones claras a su favor frustradas por su falta de eficacia. Arreglar eso será difícil para Emery. Jiménez, por su parte, cumplió con lo que tenía escrito en su libreta: no encajar gol para llegar vivo al duelo de vuelta. El cero a cero así se lo permite.

En el Sevilla se juegan dos partidos. Uno de ellos lo hace Navas, constante, veloz y vertical. El resto lo disputan sus compañeros. Alguno, como Negredo, se muestra incapaz de interpretar los pases que el campeón del mundo envía al área. Lo curioso del asunto es que el dominio del Sevilla se acabó diluyendo por su pasmosa ingenuidad en el área rival. Ante un Zaragoza que no quería mucha guerra, Negredo se inventó un jugadón que no acabó en gol de milagro. Tampoco Maduro, con ventaja, acertó de cabeza. Emery se movía, gesticulaba como en él es habitual, pero su Sevilla no marcaba. El Zaragoza esperaba, tímido, sin ganas de pelea, con Postiga convertido en una isla. El portugués, como Navas, también vive en su mundo, creando el solito el escaso peligro del equipo aragonés. Dos tiros lejanos, uno de falta, que Palop resolvió con acierto. No quiso más el Zaragoza, con el ojo puesto también en la Liga y fiándolo todo a la vuelta en Nervión.

Tampoco el Sevilla estaba para más alardes. A medida que Negredo espante su ansiedad y Emery siente las bases para hacerlo competitivo, debe mejorar. En la Copa, por el cuadro más fácil, tiene posibilidades de arreglar una temporada hasta el momento muy gris. Por lo visto en La Romareda, mejoró en actitud y orden.

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