Cuestión de galones

“¡Cuántas veces! ¡Cuántas veces!”. De rodillas sobre el cemento azul, el polaco Janowicz se desgañita contra la juez de silla, que le apercibe por su comportamiento. El gigante grita, chilla y se desespera porque cree que la pelota se ha ido fuera cuando la han cantado dentro, que de nuevo se han equivocado los jueces de línea. El indio Davverman, su contrario, aprovecha la oportunidad: viendo la desesperación del número 26, la gran revelación de 2012 con su final en el masters 1000 de París, suma las dos primeras mangas. Solo el colchón de los cinco sets permite sobrevivir al favorito (6-7, 3-6, 6-1, 6-0 y 7-5; la primera remontada de un 0-2 en su carrera) y citarse con Nicolás Almagro (6-4, 6-1, 6-2 a Gimeno-Traver) por un puesto en la cuarta ronda.

Frente a los tres sets del resto de torneos, el formato de los grandes da tiempo suficiente a los mejores para imponer sus tiros y sus piernas. Ofrece espacio para maniobrar ante lo inesperado. Neutraliza las sorpresas al conceder preciosos minutos con los que analizar el juego del contrario y permite controlar los nervios que supone encontrarse rápidamente ante momentos decisivos.

Bajo el sol de Melbourne, expatriado a la pista Margaret Court pese a ser el número cinco mundial, David Ferrer también aprovecha eso cuando se enfrenta al estadounidense Smyczek. Pronto deja el alicantino su tarjeta de visita: gana los primeros nueve juegos del duelo (6-0 y 3-0) y parece camino de vivir una plácida jornada que le acune de cara a la tercera ronda. No en Australia. No en un grande. No con su contrario pegándole a cada pelota como si le fuera la vida en ello: Ferrer acaba sacando el billete para medirse con el chipriota Baghdatis (6-0, 7-5, 4-6 y 6-3) pero lo celebra entre resoplidos, tras pegarse más carreras de las que hubiera querido (“Estoy bien físicamente”, advierte luego. “Sin problemas”), apretado por los sorprendentes mandobles de su contrario.

El alicantino, que será el número cuatro tras el torneo, acaba imponiendo sus galones. La ventaja de tener raqueta, piernas y pulmones para disfrutar de las cinco mangas.