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La lección de Murray

El británico arrolla a Haase en su debut y aplica la agresividad aprendida en su derrota ante Djokovic en las semifinales de 2012

Juan José Mateo
Murray, durante el partido ante Haase.
Murray, durante el partido ante Haase.JULIAN SMITH (EFE)

Al cielo se llega pasando por el infierno. Son días de vino y rosas para el británico Andy Murray, ganador por 6-3, 6-1 y 6-3 del holandés Haase en su debut en el Abierto de Australia. Sus triunfos de 2012 —oro y plata en los Juegos; campeón del Abierto de EEUU— le han puesto en una posición intrigante. Busca ser el primer tenista que gana su segundo grande inmediatamente después del primero con armas que nunca consideró suyas. “Ya no espero a que mi rival falle”, dijo en una rueda de prensa en Melbourne, donde el año pasado sufrió una derrota que transformó su carrera: tras inclinarse en semifinales ante el serbio Novak Djokovic (4h 50m de tortura; soñó con sacar por el partido con 5-5 y 15-40 en la quinta manga), vivió una catarsis. Fue la lección de Australia: en la derrota, Murray aprendió a marcar los duelos decisivos con el hierro de sus tiros antes que con el acero de los fallos de sus contrarios.

“Me di cuenta de que estaba empezando a jugar de la manera correcta en esos partidos”, dijo sobre sus enfrentamientos contra los mejores. “No estaba esperando a que mi rival fallara. Creo que por eso me recuperé de esas derrotas más rápido que de otras en los grandes. Aprendí”, añadió. “Ahora que lo he conseguido, espero que cuando me vuelva a encontrar en situaciones así sepa enfrentarme a ellas mejor. Espero ponerme menos presión, lo que me ayudará a jugar mejor”, cerró el número tres, que en 2013 ya ha celebrado el título de Brisbane.

Antes sentía que tenía que demostrar algo cada vez que pisaba una pista"

Los efectos de ese cambio estratégico y de actitud tienen su traducción estadística. En 2011, Murray ganó el 80% de sus juegos al saque, el 50% de los puntos disputados con segundo servicio y el 61% de las bolas de break a las que se enfrentó. En 2012, su mejora fue exponencial: espoleado por esa derrota de Melbourne, mejoró, respectivamente, hasta un 84%, un 54% y, sobre todo, un 67% de puntos de break en contra neutralizados. Su agresividad en los momentos de máxima tensión le permitió dar el paso adelante que necesitaba frente a los mejores y en los grandes escenarios.

“De alguna manera, antes sentía que tenía que demostrar algo cada vez que pisaba una pista, porque no había ganado un grande. Es bonito no tenerme que preocupar por eso más. Me ayudará. Me siento más relajado”, reflexionó.

Mientras Roger Federer continuaba la brillante rutina de su paso por los grandes (en su 53º grande consecutivo debutó 6-2, 6-4 y 6-1 ante Paire), Murray siente que vive en Melbourne un momento excepcional. Nunca había empezado un curso como campeón de un grande. Jamás había competido liberado de las cadenas del fantasma de Perry, el último tenista británico capaz de levantar una Copa de la categoría (1936). Su némesis, Nadal, capaz de eliminarle seis de las ocho veces que se han enfrentado en un torneo de la máxima categoría, no está en el cuadro, como pasó cuando triunfó en Nueva York. Hasta las cábalas le sonríen: Ivan Lendl se sienta en su rincón y le recuerda que antes de ganar sus ocho grandes él también perdió las cuatro primeras finales.

Así, todo encaja: Murray ha pasado de recibir lecciones a codearse con los maestros.

PRIMERA RONDA. Hombres. J. Chardy (Fr.)-A. Menendez, 7-6, 6-7, 6-2 y 6-1. J-W. Tsonga (Fr.)-M. Llodra (Fr.), 6-4, 7-5 y 6-2. M. Raonic (Can.)-J. Hajek (R. Ch.), 3-6, 6-1, 6-2 y 7-6. R. Gasquet (Fr.)-A. Montañés, 7-5, 6-2 y 6-1 . Mujeres. B. Jovanovski (Ser.)-M. T. Torro, 2-6, 6-4 y 6-3. P. Kvitova (R. Ch.)-F. Schiavone (It.), 6-4, 2-6 y 6-2. R. Vinci (It.)-S. Soler, 6-3 y 7-5. S. Williams (EEUU)-E. Gallovits-Hall (Rum), 6-0 y 6-0. H. Su-Wei (Tai.)-L. Arruabarrena, 7-6 y 6-2. S. Kuznetsova (Rus.)-L. Domínguez Lino, 6-2 y 6-1.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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