“España no tiene suficiente calidad”
Con un ojo en la televisión, otro en el ordenador, Veselin Vujovic (Cetinje, Montenegro, 1961) sigue el Mundial mientras charla, con voz pausada, por teléfono desde Macedonia, donde entrena. Fue la primera gran estrella de este deporte que aterrizó en España, en 1988. Recaló en Barcelona desde Sabac, territorio de la poderosa Metaloplastika. Como jugador del Granollers se despidió, en 1995, de un deporte al que llegó de casualidad. “Unos amigos me pidieron que jugara un partido entre colegios. No sabía ni las reglas ni nada. Me dijeron: ‘Tú eres alto y fuerte, con eso vale’. Entré y ganamos. Lo que más me gusta en la vida es ganar, a lo que sea, como sea, donde sea. Así que seguí, aunque a también me gustaba el baloncesto”.
Pregunta. ¿De qué jugaba?
Respuesta. Era alero, tenía buen tiro. Llegué a tener ofertas de algún equipo profesional.
P. ¿Hasta cuándo combinó los dos deportes?
R. Tardé en dejarlo. Si tenía partidos con la Metaloplastika los sábados por la tarde, los domingos por la mañana me venían a buscar a casa para jugar al baloncesto. Algunas veces había que recorrer 500 kilómetros, siete horas de coche... Solo jugaba los partidos, no podía ir a entrenarme, claro.
No digo que no sean capaces de ser campeones, porque en casa se crecen...”
P. ¿No le decían nada en su club?
R. Nadie lo sabía. Yo jugaba con mi hermano. Hubo una vez que el presidente de la Metaloplastika me preguntó quiénes eran esos Vujovic que jugaban al baloncesto. Yo dije que mi hermano y mi primo. Pero después de un partido que ganamos con una canasta mía, un periódico local tituló escribió: “El jugador de balonmano gana el partido de baloncesto”. Ahí se acabó todo. Ya solo me dediqué al balonmano.
P. ¿Cómo se jugaba entonces?
R. Había mucho talento, mucha imaginación. Muchos pases por la espalda. Era magia. Eso se ha perdido. Antes no había tanta táctica. Ahora el balonmano es mucho más físico. Ves un partido y casi no hay tiempo ni para ver la repetición.
P. ¿Qué se podría cambiar?
R. En primer lugar, el reglamento. No puede ser que el árbitro decida cuánto se puede jugar, qué es pasivo y qué no. Además, un lanzamiento desde 10 metros, ¿por qué no puede valer el doble? O el gol de un extremo que salte desde 10 metros en un contraataque… Así, aunque pierdan de cuatro y quede un minuto, los equipos aún tendrían opciones. Pero los señores que deciden y viven del balonmano no piensan en el deporte.
El balonmano ha perdido magia. Antes no había tanta táctica; ahora es más físico”
P. ¿Quiénes son sus favoritos para el Mundial?
R. Francia, por supuesto. Aunque empieza más flojo acaba muy fuerte. El juego que más me gusta es el de Dinamarca, un balonmano muy fluido. Y me gustaría que ganasen una medalla los rusos, porque guardo buenos recuerdos de aquellos equipos de la Unión Soviética. De los balcánicos, que no se me enfade mi querido amigo Vukovic [seleccionador serbio], solo veo con opciones a Croacia. Una selección fuerte porque fabrica laterales. Siempre vas a poder conseguir extremos, pivotes… Pero si no consigues buenos laterales estás perdido.
P. Esa es la gran carencia de España. ¿Por qué se mantiene siempre en alto nivel?
R. Porque los jugadores siempre están a un gran nivel en sus clubes. Eso los ha mantenido muy fuertes. No quiero que nadie se me enfade, pero creo no tienen suficiente calidad para ser campeones del mundo o campeones olímpicos. No digo que no sean capaces, porque además todos los equipos que juegan en casa se crecen.
P. Valero Rivera fue quien le trajo a España, ¿qué aprendió de él?
R. Sobre todo que no te podías relajar ni en un entrenamiento. Siempre te tienes que exigir el máximo. Era muy duro con los jugadores, pero lo hacía por el bien de todos.
P. A usted se le criticó que tuviese firmado con el Atlético y con el Barcelona al mismo tiempo. ¿Qué pasó?
R. Hubo un enfrentamiento entre Jesús Gil y José Luis Núñez. Al final, el contrato que me hizo el Barça no fue real, la verdad, parecía más el de un futbolista que el de un jugador de balonmano.
P. ¿Cómo era aquel equipo?
R. Se ficharon grandísimos jugadores: Lorenzo Rico, Cecilio Alonso, Juanón de la Puente… La ciudad me encantaba, porque tenía mar, un horizonte abierto, daba mucha sensación de libertad. Además, a mí que me gusta el baloncesto, podía ver jugar a Epi, a Jiménez, era increíble. Y en el equipo de fútbol estaban Laudrup, Stoichkov… todo eso te hacía sentirte una estrella.
Ganar es algo sagrado, no importa tener que darlo todo para conseguirlo”
P. ¿Cómo le trataban en el vestuario?
R. Descubrieron pronto que no tenía freno. Que me iba a matar por ganar el partido. Cuando no jugaba bien, o cuando el equipo no funcionaba, entraba gritando al vestuario, chutaba todo lo que veía… Luego, claro, todo el mundo preguntaba: “¿Esta zapatilla de quién es?”.
P. ¿Y Valero no hacía nada?
R. Sabía lo que iba a pasar. Entraba cinco minutos después.
P. ¿Le tenían miedo?
R. A veces sí. Cuando jugaba en el Granollers, Jaime García, el pivote, un día me dijo “cállate” y le di una bofetada. Cuando entró en el vestuario Manolo Montoya [entrenador y actual segundo de Rivera en la selección] y preguntó qué había pasado fue donde él y le dijo: “¡Cómo se te ocurre decirle a Vujo que se calle!”.
P. ¿Lo arreglaron?
R. Sí, volviendo de un partido, en un área de servicio de carretera… Yo había sido padre y Jaime fue a una de esas máquinas que da unas bolas con juguete y me regaló una. Nos dimos un fuerte abrazo. Muchas veces me he pasado, pido perdón a quien haya podido hacer mal, pero no puedo dar marcha atrás.
P. ¿De dónde le viene ese temperamento?
R. Supongo que mis raíces montenegrinas tienen mucho que ver. Siempre hemos sido muy luchadores, hemos pasado por muchas guerras. Ganar es algo sagrado. No importa tener que darlo todo. Yo, si hacía falta, me infiltraba para jugar un partido importante. Así que cuando llegaba un jugador y decía que tenía 37 grados de fiebre y que no se encontraba bien para jugar… ¡Cómo no vas a jugar con 37 de fiebre!
Valero era muy duro con los jugadores, pero me enseñó que nunca te puedes relajar”
P. Sin embargo, ya como entrenador del Ciudad Real, una pelea le costó el puesto.
R. Cambió mi trayectoria de entrenador. Me quitó grandes éxitos. Lo recuerdo con mucha, mucha, muchísima tristeza.
P. ¿Piensa volver a España?
R. Tuve alguna oferta, de Pamplona, pero decidí irme a Catar antes de venir a Macedonia. Las ofertas económicas eran inferiores, claro. Pero ya no solo se trata del dinero. Eso no sería un problema. El problema es que el Barça es el único club verdaderamente estable. Es muy difícil motivar y trabajar con un jugador que no sabe cuándo va a cobrar. Pero me encantaría volver. España tiene que aprovechar ahora para trabajar la base. Tienen muchísimo talento. Un buen resultado en el Mundial sería bueno para el futuro del balonmano. Los niños van donde hay éxito.
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