Un carácter incontrolable
Pese a los consejos y sus intentos por corregirse, Diego Costa firma una semana negra
Por más que ha prometido calmarse, por más que ha intentado atemperar esa tendencia a inflamarse a la mínima chispa que salta, por más que compañeros y entrenadores le han insistido en la necesidad de autocontrolarse, Diego Costa ha sido incapaz a lo largo de su carrera de dominar esa transformación que experimenta su carácter cuando se calienta. Fuera del campo, compañeros, entrenadores y empleados le consideran un “pedazo de pan”, “un tipo alegre y dicharachero que siempre está gastando bromas”, pero en la hierba tiene una excesiva tendencia a incendiarse.
El del jueves ante el Viktoria fue el último capítulo de un jugador cuyos arrebatos son una mancha permanente en su trayectoria. No tenía nada que ver en el empujón de Limbersky a Pedro, pero allí que se arrancó a la carrera para plantarse en medio de la trifulca y soltar la cabeza. Roja y expulsión y, otra vez, en medio de los focos, por una inclinación a la gresca que ya le hizo protagonizar ese duelo televisado a salivazos con Sergio Ramos en el último derbi. “Hemos hablado con él y vamos a seguir hablando, evidentemente no aprobamos esas actitudes en el campo, es un tema de carácter. Vamos a ver qué sucede, es a la parte técnica a la que corresponde decidir si se le sanciona o no”, dicen desde el club.
Este lunes, Diego Costa llegó al Cerro del Espino al volante de un escarabajo rojo chillón. En la maniobra para aparcar, amagó con llevarse por delante a un empleado. “Que yo no soy Sergio Ramos, que yo te pego una hostia”, le bromeó el operario. Ese tipo de travesuras son habituales para el delantero brasileño, temido en las concentraciones por su propensión a gastar bromas al personal de los hoteles y a sus compañeros. “Al menor descuido, cualquiera puede encontrarse con un café salado. Diego es una persona excepcional y muy sensible, pero le cuesta controlarse cuando se calienta”, cuenta un exempleado del Atlético.
“Eres el jugador más regular que he tenido, sales a gol y a tarjeta por partido”, le dijo Sandoval
La de Plzen, su primera expulsión de rojiblanco, viene a rellenar un historial que describe a un futbolista al que le brota ese ramalazo pendenciero con demasiada frecuencia. Por todos los clubes por los que ha pasado ha tenido salidas de pata. Nueve tarjetas amarillas en el Braga, el mismo número y tres expulsiones en el Celta, 13 amarillas y dos veces expulsado en el Albacete, nueve amarillas también en el Valladolid y una expulsión, y otras nueve amonestaciones en el Rayo Vallecano en los 16 partidos que disputó la temporada pasada. Allí, Sandoval llegó a decirle medio en broma, medio en serio: “Eres el jugador más regular que he tenido, sales a gol y a tarjeta por partido”. El ahora técnico del Sporting basaba su afirmación en sus primeros cuatro partidos con el Rayo: cuatro goles y cuatro amarillas. En sus primeros 20 minutos como rayista, en La Romareda, plasmó esas dos caras en el campo, la del delantero trabajador e incisivo en el que confían la mayoría de los entrenadores que le han dirigido y la del volcán dialéctico y los malos modos. En aquel partido de Zaragoza entró cuando el equipo perdía 1-0, marcó el gol del empate, dio la asistencia del tanto de la victoria y estuvo a punto de ser expulsado.
"Mis tarjetas no son por dar patadas, sino por tonterías. No sé por qué siempre me pasan a mí estas cosas", explicó Costa en su día
“Mis tarjetas no son por dar patadas, sino por tonterías. No sé por qué siempre me pasan a mí estas cosas. Tengo que aprender de ello”. Estas palabras las pronunció Diego Costa en junio de 2008, al poco de consumar su tercera expulsión como jugador del Celta. La primera fue por bailar con la pelota a Antoñito, del Xerez, con 3-0 en el marcador. En las hemerotecas hay unas cuantas frases suyas con esa intención redentora. En una entrevista concedida a este periódico la temporada pasada, incluso daba un porqué a ese historial negro recordando sus orígenes en Lagarto, su pueblo natal: “En el campo me peleaba con todos, no podía controlarme, no tenía respeto por el contrario. Pensaba que había que matarse. A los chicos que tienen formación en el fútbol base se les enseña a controlarse y a respetar a los demás. No he tenido una escuela donde me enseñaran eso. Me acostumbré a un fútbol en el que veía a los mayores soltar codazos a los demás. Ahora he aprendido que, si no respetas al rival, te quedas atrás”.
Por lo visto en el último derbi y en Plzen, ese aprendizaje aún no ha concluido. La temporada pasada, Sandoval mantenía charlas con él en las que reconocía sus errores y le daba la razón al técnico. "Después de sus conversaciones con Sandoval se iba fastidiado a casa y con la promesa de cambiar, pero volvía a incurrir en protestas o en encontronazos", cuentan desde el Rayo. "Aún es joven y debe mejorar esa faceta, pero nunca ha hecho daño a nadie, la mayoría de sus tarjetas son por protestar y no es rencoroso. Cuando terminó el derbi se le vio abrazarse con algunos jugadores del Madrid", dice Jesús García Pitarch, que lo fichó para el Atlético de Madrid en 2007. "Es un futbolista frontal que siempre da la cara, nunca rehúye el contacto, tiene esos arrebatos que le perjudican, pero también, como saben que se calienta, van a buscarle y pica", concluye Pitarch.
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