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HISTORIAS DE UN TÍO ALTO
Columna
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Necesitamos a los Knicks

En teoría, el regreso de Amare Stoudemire solo serviría para aumentar las posibilidades del equipo

Jason Kidd, Carmelo Anthony y Tyson Chandler, durante un partido de los Knicks esta temporada.
Jason Kidd, Carmelo Anthony y Tyson Chandler, durante un partido de los Knicks esta temporada.Pat Sullivan (AP)

Cuando tenía siete años, me di cuenta de que mis amados Celtics de Boston estaban jugando contra un equipo llamado Knickerbockers de Nueva York. Después de que mi padre me explicara lo que era un knickerbocker le hice preguntas sobre ese equipo que nunca había visto antes: quiénes eran y por qué los Celtics tenían que jugar contra ellos.

Mi padre me explicó que los Knicks eran históricamente uno de los equipos más importantes de la NBA, en gran parte porque el equipo jugaba en la ciudad más importante de Estados Unidos. Fruncí el ceño y dije: “¿Entonces, por qué son tan malos?”.

La pregunta se ha seguido haciendo durante 27 años. Excepto durante un breve periodo a finales de los 90, los Knicks han sido una decepción baloncestística. Y es la razón por la que es importante que el equipo se encamine hacia un inicio mejor del esperado este año: la NBA necesita que los Knicks sean buenos.

Por desgracia para los aficionados de los Knicks siguen existiendo motivos para mantener dudas sobre el magnífico comienzo del equipo. Los Knicks se han beneficiado de una cierta magia de la organización, y más concretamente del hecho de que juegan en la Conferencia Este, en la que, gracias a la rodilla de Derrick Rose, a la de Danny Granger y al sometimiento de los Celtics a los estragos del paso del Padre Tiempo, todo aquel que no se llame los Heat de Miami o los Nets de Brooklyn terminaría séptimo, o incluso peor, en el Oeste (En un mundo justo, los Wizards de Washington quedarían relegados a la segunda división... en Islandia.)

Hay un precedente a este equipo: los Nuggets de Denver de la temporada 2008-09, fueron finalistas del Oeste

Pero el problema más importante al que los Knicks se tienen que enfrentar es que ya existía una versión mejor de este equipo. Se llamaba los Nuggets de Denver, en 2008-09.

En primer lugar, los equipos parecen más o menos comparables, lo que es una buena noticia para estos Knicks, ya que ese equipo de los Nuggets jugó la final del Oeste. El máximo anotador de ambos equipos: Carmelo Anthony. El escolta tirador: J.R. Smith. La actual combinación de Raymond Felton y de un Jason Kidd entrado en años se convierte en el Chauncey Billups de 2009. El jugador de los Knicks Steve Novak no es significativamente peor que el jugador de los Nuggets Linas Kleiza, y Tyson Chandler es más o menos igual que una mezcla entre Kenyon Martin y Chris Anderson. Solo hay un problema: un cierto individuo brasileño que promediaba 15 puntos y ocho rebotes ese año, mientras— y esto es importante— coexistía con Carmelo Anthony: Nené Hilario.

¿Qué es eso que dices? ¿Los Knicks tienen a Amare Stoudemire esperando entre bastidores? ¿Y seguro que Stoudemire es mejor que Nené? En teoría, sí. En teoría, el regreso de un jugador del calibre de Stoudemire solo serviría para aumentar las posibilidades de un equipo. Pero ese mundo teórico no tiene en cuenta el efecto empírico de Stoudemire sobre cualquier equipo de los Knicks que también cuente con Carmelo Anthony. Porque Stoudemire y Anthony coexisten más o menos igual de bien que Francia e Inglaterra allá por 1360.

Los Knicks de Nueva York se encaminan hacia un excelente inicio. Es posible que se convierta en una excelente temporada, pero a menos que los Knicks encuentren una forma de manejar el posible regreso de Amare Stoudemire —traspasándolo, lavándole el cerebro o convirtiéndolo en el Nené Hilario de 2009— es improbable que el equipo convenza a cualquier niño de siete años de que los Knicks son importantes para la NBA.

O en cualquier caso, no todavía.

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