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EL CHARCO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Tres planos

Pepe despeja un balón ante Llorente.
Pepe despeja un balón ante Llorente.CHEMA DIAZ (DIARIO AS)

Geosfera. Si viene desde el norte el recorrido arranca en el Hospital Infanta Sofia. Cambie de trenes en Tres Olivos si no quiere que el viaje se convierta en un bucle infinito. Descienda en “Santiago Bernabéu”, una parada después de Cuzco. Sin atascos ni problemas para aparcar, la manera más práctica de llegar al estadio los días de partido es por debajo de la tierra.

Troposfera. Condicionado por las ausencias forzadas de Herrera, Amorebieta y De Marcos, el Athletic se presentó en Madrid siguiendo las ideas incorporadas desde el curso anterior: partir de Iraizoz y tejer por el suelo. Apoyos, movilidad, desdobles y llegadas en grupo. Todo con la pelota cerca de la tierra, una tendencia acentuada por la ausencia no forzada de Llorente, que el año pasado, además de sus múltiples recursos, proporcionaba una precisa alternativa aérea a las salidas.

El Madrid fue práctico: esquivó por arriba el tráfico del centro de la cancha y la presión alta de Bielsa

Luego, como es costumbre, el achique defensivo para acompañar la presión altísima de los delanteros de Bielsa. Todo realizado con la misma profesionalidad que llevó a los vascos a las dos finales, pero sin el mismo corazón. No es literal ese punto de convicción que le falta al Athletic de Bilbao con respecto a su versión del año pasado. No se ve en la aplicación de la estrategia o en acciones puntuales, sino que se lee entre líneas, menos en la existencia de determinados gestos que en su ausencia.

Estratosfera. Por el aire. Así empezó a jugar este partido el Real Madrid. Por un lado, buscó evitar cualquier error atrás, ante el esperado acoso y la presión del Athletic. Por otro, jugar pelotas largas para generar dudas en el achique alto de la defensa rival, obligatorio cuando los delanteros están llamados a presionar hasta la línea de fondo. En esto no dudaron ni los centrales ni el arquero. Pepe e Iker, a menos de dos minutos de empezar, ya habían dejado claro el concepto del día con sendos pelotazos altos. Xabi Alonso, uno de los mejores lanzadores del mundo y el encargado habitual del juego largo en el equipo, no nos sirve de ejemplo puntual. Sin embargo, Modric sí: el croata modificó su tendencia natural a ser nexo a través del juego corto para seguir las ideas que partieron desde el vestuario. Un lanzamiento suyo, larguísimo, encontró el desmarque profundo y el control exquisito de Benzema para el primer gol. El segundo, también llegó desde arriba, tras una pelota parada. Una suerte en la que el equipo mejoró, tanto en ataque como en defensa, donde desde hace un tiempo trabaja una línea de marcaje inusual y atrevida para los tiros libres desde los costados, con un desierto de distancia entre los defensas y el portero.

El Madrid, muy plástico dentro de los parámetros de su verticalidad, fue práctico: esquivó por arriba el tráfico del centro de la cancha y la presión alta de Bielsa. Reventó el partido desde el cielo y luego, con más espacio aún, pasó la aplanadora. El uso del aire es un matiz al que el Madrid se inclina con muchísima más facilidad que cuando le toca virar en dirección contraria y organizar desde la paciencia y por el piso.

Con las ausencias de Higuaín, Di María y Marcelo, y con Khedira, Kaká y Essien en el banquillo el Madrid mostró otra vez, más allá de los planes y las tácticas, la altura a la que pueden volar sus individualidades. El 5-1 resumió tanto esas virtudes como un formato de partido que le cuadra bien a los blancos. O, al menos, le cuadra mejor que enfrentarse con espejos, como el Borussia Dortmund.

Terminado el partido, imité al Madrid: esquivé el atasco y volví en metro.

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