Resultadismo
La palabra resultadismo invadió desde hace unos años el lenguaje futbolero. No figura en el diccionario y ya superó la charla de café y el debate sordo de hinchas para copar el discurso de periodistas, jugadores, técnicos y dirigentes. Pero, ¿qué es?
Es dudoso que pretenda definir un sistema o una doctrina. ¿Cuál sería, en ese caso, el conjunto de reglas y principios del resultadismo? Es difícil imaginar un utilitarismo extremo en un ámbito donde tanta diversidad de propuestas se demuestran válidas. Entonces, salvo que obviar los procesos para enfocarse en los resultados pueda catalogarse como escuela, es mas fácil pensar que con esa palabra se pretende definir una actitud. Un resultadista sería, así, el que está tan pendiente de los resultados que se despreocupa del resto, igual que el egoísta es aquel que piensa tanto en sí mismo que no es capaz de pensar en los demás.
El término podría ser útil para definir un análisis posterior, reduccionista (no necesariamente sobre fútbol), que midiera el éxito o fracaso de un proceso basándose solo en algunos datos cuantitativos finales. También serviría, tal vez, para definir la actitud que adoptan a veces instituciones o entrenadores en etapas iniciales cuando, en la competencia, priorizan los resultados inmediatos y pierden de vista el objetivo principal, que es la formación integral del niño.
En la prisa por los resultados, no se respetan los procesos; se aceleran o se matan antes de desarrollarse
Sin embargo, en el fútbol profesional, aunque la formación no se detiene, pasa a otro plano, detrás del competitivo. Aquí el término resultadismo pierde sentido porque es igual de absurdo decir que uno gana solo por proponérselo como que pierde porque está dedicado a cosas más importantes que ganar. Se podría, a lo sumo, argumentar que, en el proceso de aprendizaje de un método y un estilo, un equipo debe utilizar la competencia para afianzar sus armas, y que ese proceso en sí condiciona temporalmente los resultados porque el foco recae en el aprendizaje y es imposible aprender sin equivocarse. Pero no hay manera de escapar a ese destino en el fútbol, cuya única alternativa no se llama resultadismo sino azar.
Entonces, ¿qué querría decir que un entrenador o un equipo profesional son resultadistas? ¿Que solo quieren ganar?, ¿que no juegan bien?, ¿que sí?, ¿que no ofrecen espectáculo?, ¿que no priorizan lo formativo?, ¿que tienen un estilo demasiado rígido?, ¿demasiado elástico?, ¿que son defensivos?, ¿que no se interesan por la posesión?, ¿todas las anteriores?, ¿ninguna?...
Quizá por eso, en su uso más extendido y confuso, la palabra sirve para etiquetar una forma de jugar, un estilo
Es de por sí contradictorio asegurar que está menos interesado en el resultado aquel que se preocupa en diseñar un proyecto y transitar ese camino para obtenerlo que aquel que no, pero la parte absurda de defender el resultadismo como ideal futbolero está en que los resultados solo se conocen después de los partidos y los campeones a final de año, y no parece una gran idea declararse resultadista y luego perder.
Quizá por eso, en su uso más extendido y confuso, la palabra sirve para etiquetar una forma de jugar, un estilo. De ese modo se embarra la cancha de un viejo debate al pretender transformar una cuestión de gustos en algo más profundo. El término, lanzado de forma peyorativa, conlleva una carga moral implícita para endosar una supuesta inferioridad de valores a quien no comulga con determinados requisitos formales. Un terreno resbaladizo, ya que se corre el riesgo de ocupar un pedestal de la verdad imaginario, y todos sabemos lo que sucede cuando nos apoyamos en cosas imaginarias.
Lo que sí existe en el fútbol profesional es un padecimiento bastante común. Se da cuando, en la prisa por la obtención de resultados, no se respetan los tiempos de los procesos, se aceleran o se los mata antes de que puedan comenzar a desarrollarse. A la repetición indefinida de esa dinámica autodestructiva en la que caen algunos clubes la podríamos nombrar, como a una patología, resultadismo. Esa es la mejor definición que se me ocurre.
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