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EL CÓRNER INGLÉS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los ingleses son los mejores actores

Luis Suárez reclama una falta de Whitehead, del Stoke.
Luis Suárez reclama una falta de Whitehead, del Stoke.Phil Noble (REUTERS)

               “Prefiero fracasar con honor que ganar engañando”. Sófocles

Ha surgido un acalorado debate en el fútbol inglés sobre lo que Pepe, el central del Real Madrid, llamaría el tema de los teatreros. A lo largo de la última semana y media las páginas deportivas han hablado de poco más. Y los culpables que con más frecuencia se señalan son los que aportan más calidad a la Premier League, los jugadores extranjeros.

El teatro al que se refieren no es tanto aquel que consiste en exagerar el daño que te ha hecho la entrada de un rival, el retorcerte por los suelos con el objetivo de que el árbitro castigue con una tarjeta amarilla o roja al jugador que supuestamente te golpeó. Eso no se da tanto en Inglaterra. Por un motivo: existe la seria posibilidad de que no te lo perdonen tus propios seguidores.

Owen y Ayala, durante el Mundial de 1998.
Owen y Ayala, durante el Mundial de 1998.jean-christophe kahn (reuters)

La variante teatral que ha provocado el reciente alboroto en Inglaterra es aquella conocida en español como tirarse a la piscina. Es decir, fingir que te han hecho un penalti tirándote en el área rival cuando apenas te han tocado. Alex Ferguson, el entrenador escocés del Manchester United, inició las hostilidades cuando declaró que “hay muchos jugadores que se tiran y, hay que reconocerlo, especialmente jugadores extranjeros”.

A Ferguson pareció darle la razón un par de días después el delantero uruguayo del Liverpool, Luis Suárez, que da la impresión de estar empeñado en competir con el inglés John Terry por el título de chico malo number one de la Premier. Suárez, que ya ha sido castigado —como Terry— por supuesto comportamiento racista, se delató el fin de semana pasado con un piscinazo espectacularmente inepto en el área de su rival, el Stoke City. Y encima se mostró indignado cuando el árbitro no pitó nada.

Pero la tésis fergusoniana no se sustenta del todo en los hechos. El otro gran protagonista teatral de la jornada fue Gareth Bale, que es galés y, se supone, no entra dentro del concepto que tiene el entrenador del United de un extranjero. Él también se tiró, cosa que hace, por cierto, con bastante frecuencia, sin excluir un intento burdo que hizo de engañar al árbitro con el fin de que le pitara un penalti en un partido de la Liga de Campeones hace un par de temporadas entre su equipo, el Tottenham, y el Real Madrid.

En la Premier League existe la ceguera chovinista, liderada por Sir Alex Ferguson, de que el engaño es cosa de los extranjeros

Sin embargo, y demostrando esa misma ceguera chovinista que exhibe Ferguson, los medios ingleses han concentrado su ira esta semana en la figura de Suárez, emblema, de repente, de la cultura importada del engaño que muchos han elegido ver en el fútbol de la Premier. Más bien de lo que se trata aquí es de autoengaño, como se deduce de unas declaraciones hechas esta semana por el exmadridista y exinternacional inglés Michael Owen.

Owen tuvo la sorprendente honestidad de confesar que se había caído muchas veces en el área rival, incluyendo en partidos mundialistas contra Argentina, cuando la verdad era que fácilmente se podría haber quedado de pie. El inglés, que está en el otoño (o, más bien, en el invierno) de su carrera, mantuvo que tres cuartos de los jugadores profesionales que se caen en el área podrían evitarlo. Pero insistió, curiosamente, en hacer una distinción entre esta especialidad suya y aquel invento nefasto que, según él, habían traído los extranjeros a Inglaterra. Su argumento era que lo que él hacía respondía a un talento digno de respeto, porque requería astucia e inteligencia, mientras que tirarse descaradamente a la piscina era inmoral. “Nunca he buscado un penalti cuando no me han tocado”, dijo, “pero es verdad que intentas empujar el reglamento al límite para ganar un partido, aunque sin engañar”.

Como reconociendo que se estaba enredando, Owen explicó que para poder entender la sutileza de su pensamiento había que ser un jugador profesional. Posiblemente. O, mejor dicho… ¿Cree Owen que somos todos unos tontos? ¿Qué no vemos su hipocresía? La diferencia entre una cosa y la otra no es moral; la diferencia es que algunos saben engañar mejor que otros. Y si es verdad que los jugadores extranjeros de la Premier League son lo que más fácilmente se delatan entonces hemos hecho un descubrimiento importante: que los ingleses (pero no necesariamente los galeses) son mejores tramposos que los Suárez y compañía. Y una cosa más. Hemos reafirmado a través del fútbol lo que ya que sabíamos por nuestra experiencia del teatro y el cine: los ingleses son muy buenos actores.

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